Quim Torra y Pedro Sánchez se reunirán hoy en la Moncloa. Es la primera escenificación del diálogo, esa cosa que ambos quieren mantener abierta pero que no conduce a ninguna parte.

El dirigente independentista la utilizará para explicar tras el encuentro que España sigue atrincherada en el agravio comparativo a Cataluña (eso que el ideólogo escondido del procés Enric Juliana llama el català emprenyat), mientras que el presidente del Gobierno español insistirá en que ha hecho todo lo posible en términos propositivos y que estos catalanes soberanistas son inconformistas por naturaleza.

Nada nuevo, por tanto, en definitiva. Ni las comisiones que salgan de la reunión ni el más o menos buen rollo que intenten transmitir en sus comparecencias posteriores. Lo de los encuentros entre los representantes de la España gobernante con la Cataluña soberanista no darán para mucho más que imágenes e intervenciones con las que rellenar las piezas de la crónica política futura. No hay nada, es un buñuelo en el que dentro sólo hay aire, y quien diga lo contrario sólo quiere estimular una ficción que sirve de poco, o de nada, a día de hoy.

Tras la reunión entre los presidentes sabremos lo que venimos anunciando estos días. Sánchez sabe que no puede temblarle el pulso si es necesario aplicar de nuevo el 155 (y que incluso el opositor PP le dará respaldo) y Torra será consciente de que todo el marketing político que pueda desarrollar en nombre de su jefe alemán Carles Puigdemont será poco. Ni presos, ni símbolos (lazos o lo que convenga), ni referéndum pactado son suficientes para darle la vuelta a un escenario político en el que sólo hay una pregunta: ¿quiere Torra volver al autonomismo?

Ese espacio es el único en el que ahora cabe un diálogo leal. Pero ni habrá diálogo, porque Torra no sabe lo que quiere en el futuro político (sólo lo que desea), ni Sánchez está en disposición de hacer concesiones que vayan más allá de las palabras. En definitiva, los dos líderes que se reúnen hoy tienen los brazos atados a las espaldas por diferentes motivos: el español por un insuficiente apoyo parlamentario; el catalán porque es un enviado especial de un huido de la justicia española. Ninguno de ambos está en condiciones de poner sobre la mesa propuestas que puedan prosperar sin el apoyo de sus mayores, que en cada caso son diferentes. Tendrán relaciones, por supuesto, pero con preservativo como profiláctico político.

La reunión de hoy es una mera escenificación de voluntad. Hoy todos saben que sin diálogo la situación lleva al enfrentamiento constante y reiterado. La única diferencia con tiempos anteriores es que los rebeldes independentistas ya saben qué coste tiene saltarse la ley. En consecuencia, todos sus actos estarán presididos por la amenaza latente que sus jefes han sufrido en carne propia, la prisión.

La Moncloa será hoy escenario de un juego de marketing en el que nadie saldrá vencedor y que, según cómo, sólo perderá la verdadera democracia. Ojalá que el sentido común logre darle la vuelta a lo que todos suponemos que pueda suceder. O en términos más modernos: para este polvo no hacía falta condón...