Jordi Gracia, filólogo y ensayista, en la entrevista con Crónica Global /CG

Jordi Gracia, filólogo y ensayista, en la entrevista con Crónica Global /CG

Pensamiento

Jordi Gracia: "La dificultad para expresarse en voz alta contra el 'procés' ha sido evidente"

El ensayistaa señala que el independentismo "menos feroz" comienza a ser sensible a las "flagrantes manipulaciones informativas" sobre el proceso soberanista

8 julio, 2018 00:00

Jordi Gracia (Barcelona, 1965), ha analizado el papel de los intelectuales en España. Es una de sus especialidades, plasmada en libros como La resistencia silenciosa, galardonada en el XXXII Premio Anagrama de Ensayo, sobre los escritores e intelectuales que dieron apoyo a Franco, y los que, desde el silencio, fueron reconstruyendo un discurso democrático y liberal que sería clave para llegar a la transición. En la entrevista con Crónica Global, en la que analiza cómo el nuevo Gobierno de Pedro Sánchez ha comenzado a incidir en el independentismose refiere a los que han apoyado el proceso soberanista, con diferencias en función de sus responsabilidades profesionales "La dificultad para expresarse en voz alta contra el procés ha sido evidente", asegura, con la esperanza también de que el independentismo "menos feroz" se inquiere y reaccione ante las "flagrantes manipulaciones informativas".

--Pregunta: ¿Se equivocó la izquierda en Cataluña cuando, tras la etapa de Jordi Pujol, apostó por la reforma del Estatut?

--Respuesta: La formación del tripartito era necesaria en aquel momento. La reforma del Estatut no formaba parte del centro de su programa político, y creo que era una mala idea porque no era una demanda real de los ciudadanos. Se hubiera podido entender en una segunda legislatura de asentamiento del cambio. No sé si esa reforma del Estatut nació o no en conciliábulos amistosos y políticos entre Pasqual Maragall y Xavier Rubert de Ventós, pero lo que es seguro es que la prioridad para muchos, y me incluyo, era entonces cambiar de gobierno después de 23 años de pujolismo.

--Luego llegó la sentencia del Constitucional, y el presidente José Montilla protagonizó la manifestación del 10 de julio de 2010, para protestar por esa sentencia. ¿Se equivocó?

--Que Montilla saliera a liderar la manifestación contra la sentencia del Estatut me pareció un error grave y difícilmente reversible: quedó un presidente socialista en manos de los nacionalistas. Ya no podía ser una autoridad de todos. Quiso ir como presidente para liderar la sociedad catalana y no ganó nada. Al revés, salió trasquilado. Algunos de sus asesores creo que se equivocaron. Desde entonces el papel del PSC en Cataluña fue muy complicado.

--¿Cree que se ha producido una especie de traición de un catalanismo que decía abrazar a todos, un sol poble, y que acaba apostando por la independencia, después de pedir a muchos catalanes que se integraran en esa corriente central del catalanismo?

--No diría traición: cambiaron poco a poco, primero con el dret a decidir, después con el soberanismo y al final con la defensa de la independencia sí o sí. Me parece claro que en el caso de CiU lo que ha habido es oportunismo, una operación para conservar el poder frente a la rebeldía social y la crisis, y que cada uno ha justificado sus cambios como ha podido. Lo que sí creo es que el independentismo es legítimo, y que si aumenta, y alcanzan los tres millones de personas algún día, nos deberemos preguntar qué habremos hecho mal porque, si sucede, acabará siendo Cataluña un Estado independiente. Y eso se debe explicar bien en el resto de España. El déficit de legitimidad grave y antidemocrático lo tiene ahora el unilateralismo. El 1-O era un desafío al Estado ( que regaló incomprensiblemente imágenes indigestas) pero las consecuencias jurídicas de esa votación eran inexistentes. Lo realmente grave democráticamente sucedió el 6 y 7 de septiembre, cuando el independentismo se hace unilateralista y rompe las reglas del juego, incluida la vulneración del propio Estatut.

--¿La llamada izquierda transformadora de Ada Colau se ha equivocado?, porque parece que siempre, cuando se ve en la tesitura de optar, lo acaba haciendo a favor del independentismo.

--Creo que hay una visible corrección de esa posición, pero durante mucho tiempo reprobaron con razón el comportamiento de Rajoy y de los jueces, pero casi nunca denunciaban al independentismo por sus abusos manifiestos, como si los comunes temiesen una sublevación de parte de sus bases si criticaban las causas políticas de movilización popular. Eso me parece poco de izquierdas, un coyunturalismo que creo que dañó la credibilidad de los Comunes, al menos entre buena parte de sus votantes.

--¿Y el papel de los intelectuales? ¿Qué cree que han podido hacer y no han hecho?

--Algunos de ellos han dejado de decir la verdad cuando sabían que lo que decían era mentira. Pero el intelectual ya no existe como oráculo: hay una pluralidad de funciones, figuras y figurines intelectuales, unos muy expresamente orgánicos, como Agustí Colomines, y otros cuya probada solvencia profesional ha servido de aval al procés, tanto si creen en él fervientemente como si solo creen en él coyunturalmente, y Salvador Giner podría ser un caso típico. La dificultad para expresarse en voz alta contra el procés ha sido evidente y ha dependido de la vulnerabilidad profesional: los funcionarios, yo lo soy, lo hemos tenido más fácil porque no poníamos en riesgo nuestro sueldo, pero no todos los médicos, arquitectos, ingenieros pueden jugarse los cuartos con opiniones arriesgadas.

--¿Usted va a TV3?

--Dejé de ir (pese la invitación cordial de Xavier Grasset) porque necesariamente el enfoque de la información y el tratamiento de los temas conspiraba para que, dijeses lo que dijeses, el efecto final fuese siempre el mismo: reforzar el relato oficial del procés y no poder hablar de ninguna otra cosa tan real y apremiante como el procés. El independentismo menos feroz, arrauxat, tiene que sentir un punto de desasosiego ante las flagrantes manipulaciones informativas, o incluso las grotecas reivindicaciones de neutralidad política de su director, Vicent Sanchis: da risa.