Hace ya muchos años, tantos que podríamos hablar de décadas, una persona que hoy es el responsable de relaciones institucionales de una gran empresa catalana me vino a visitar al medio en el que entonces trabajaba. En sus manos llevaba dos bolsas de basura de color azul. Me dijo que las había encontrado junto a un contenedor de Barcelona, cosa que lógicamente no me creí, pero que fueron suficiente para que me pusiera a examinar los documentos que me aportaba.

Como si de una teleserie americana se tratara, en aquellos papeles había cientos de historias vinculadas con tres mutuas catalanas que llevaban meses sosteniendo un banco insostenible: Eurobank del Principat, luego Eurobank a solas. 

Dos personas, Maria Vaqué y Eduardo Pascual Arxé, eran los responsables de una especie de trama en la que tres mutuas sanitarias y de seguros de vida lograban la supervivencia de un banco atípico. Tan extraño e insostenible era Eurobank que el entonces blandito Banco de España había ordenado la inhabilitación de su consejo de administración, encabezado por Pascual, y tomado el control de la entidad.

Por como se ha sustanciado el 'caso Eurobank', por el espectáculo del 9N, es difícil creer en una justicia eficiente, competente y sin presiones políticas

Hace tanto tiempo que me suena a una especie de música celestial que ahora Pascual Arxé haya sido declarado prófugo de la justicia y que hasta la Interpol le busque. El personaje en cuestión era un hombre capaz de vender crece pelos no sólo a la Administración, sino también a toda suerte de abogado de postín y jueces en fase meritoria.

El daño infringido por aquellos gestores no ha sido restituido y muchas personas, en las mutuas y en el banco, han sufrido sus efectos. Algunos jubilados antes de tiempo han perdido parte de las aportaciones que sus empresas hicieron a aquellas mutuas. No pasa nada, la velocidad de la justicia es supersónica para el ladrón de gallinas y va en silla de ruedas y cojea cuando se trata de ilustres personajes.

Por eso, y por ver cómo se afronta el proceso sobre el 9N, como un sucedáneo de un show mediático en el que los imputados acuden con toda su claca y parte del extranjero, es difícil creer en la efectividad de la justicia. No habrá un país justo hasta que esas irregularidades, ineficiencias, incompetencias y presiones políticas se soslayen.

Mientras, nuestra pequeña república bananera seguirá gozando de buena salud. Salud, claro está, bananera; pero, es cierto, salud al fin y al cabo.