Pensamiento

A un buen amigo

14 octubre, 2015 13:27

Manel Ubeda me ha llamado. Es mi peluquero. También lo fue de Jordi. Le erámos fieles porque nos conocemos desde críos. Desde que correteábamos en el patio del colegio e íbamos a las manis y a las fiestas para recuperar las Cotxeres de Sants para el barrio. Me dio una mala noticia, aunque era esperada. Desde agosto, Jordi luchaba contra la enfermedad, pero nos había dejado. Estaba en cuerpo, pero nada más.

Nos conocimos los tres en el Ateneu Montserrat, en Hostafrancs. Los jesuitas dirigían el centro --hoy Joan Pelegrí-- y las aulas hervían de deseos de cambiar las cosas. Acababa de morir Franco y muchos teníamos inquietudes, queríamos cambiar el mundo. La militancia política estaba a la orden del día y las Joventuts Comunistes de Catalunya, los jóvenes del PSUC, estaban bien organizados en el Ateneu. Jordi era de los pequeños y su hermana Mercè, también militante de las JCC, trataba de meterlo en cintura.

La última vez que comí con él fue en un caluroso día de verano a las tres de la tarde. En un restaurante de Viladecans, uno de los pocos abiertos en esa época. Hacía un calor sofocante. Cuando dejó la dirección de EUiA, más bien cuando le echaron con malos modos, volvió a su trabajo en Correos. Era cartero y lo decía con orgullo. Le asignaron el barrio de La Roureda en Viladecans. Un barrio que creció con la inmigración de los años 70 con calles más que empinadas. Nadie quería recorrerlo día a día. Jordi no le hizo ascos porque no le dolían prendas de volver a su puesto de trabajo.

Sin embargo, llevaba la política en vena y volvió. La llevaba en vena desde crío, desde que participó en una gran pintada pidiendo democracia y socialismo en la calle Cruz Cubierta esquina con Torre d’en Damians. Era cuando la política se hacía de otra forma. Cuando el PSUC sacó aquel cartel que nos marcó a muchos Mis manos, mi capital, mi partido. Jordi siempre fue un comunista convencido. No se arredró ante los malos vientos que redujeron a los suyos a ser una fuerza extraparlamentaria. Recobró la unidad con sus antiguos compañeros de Iniciativa y participó en las negociaciones del segundo tripartito.

Jordi volvió por sus fueros en su pueblo de adopción: Castelldefels. Se presentó como número dos en las municipales. No quiso ir de uno porque quería dar paso a otra generación. Ahora nos ha dejado. Era firme en sus convicciones y, sobre todo, un tipo honrado. Desde la discrepancia, ha sido todo un honor conocerlo. Los chicos y chicas del Ateneu de los 70 no te vamos a olvidar tan fácilmente.