Los chinos, que tienen proverbios y palabras para todo, utilizan una frase para maldecir al prójimo, una especie de mal de ojo: “Ojalá vivas tiempos interesantes”. A simple vista, parece algo positivo, porque la alternativa es el aburrimiento pero, en el fondo, cuando emplean esta expresión, es porque te desean una época de cambios, de inestabilidad. Sospecho que el último que la usó se pasó de la raya, porque menudos años estamos pasando. Y no me refiero solo a Cataluña, que también. El mundo está enloquecido.
Podemos fijar una fecha de inicio a estos tiempos tan interesantes: el 11S de 2001, el día que cambió el mundo. Después llegó la Primavera Árabe y sufrimos una crisis económica sin parangón, que comenzó en 2008 y de la que no estamos del todo recuperados, mientras se acercan nuevas dificultades. Los acontecimientos se han sucedido en todo el mundo en este milenio, pero la fotografía del momento actual asusta. Veamos.
En América del Norte, un genio preside la primera potencia mundial y ha iniciado una guerra económica con China, principalmente, pero también con la Unión Europea. Docenas de marcas españolas sufren los aranceles de EEUU desde el 18 de octubre. Mal asunto en un planeta globalizado que depende tanto del mercado exterior.
En Hispanoamérica, Ecuador ha vivido días de disturbios por el decreto que encarecía los combustibles. En Chile, más de lo mismo: una parte de la población ha tomado las calles –algunos de modo muy violento– tras el incremento del precio del bono de metro, la gota que ha colmado el vaso de su paciencia. También Argentina, Haití, Perú y Honduras sufren momentos convulsos por los recortes y la corrupción. En Brasil han quemado muchas hectáreas del Amazonas sospechosamente cuando su presidente está destruyendo la selva con la excusa del crecimiento económico. Venezuela es un caso aparte, aunque sorprende cómo aparece y desaparece de la actualidad política según conviene.
En el resto del mundo, Turquía ataca a los kurdos en Siria, y EEUU se mete por medio. El Dáesh lleva años amenazando la paz. ¡Y qué decir de Hong Kong! Lo que comenzó como un movimiento contra un proyecto de ley ha derivado en algo mucho mayor. De hecho, la región autónoma acumula 20 semanas de protestas, en la peor crisis política de su historia. Y no hay visos de mejora. Por cierto, la mujer del president Torra está tan preocupada por sus hermanos hongkoneses que se manifiesta ante el consulado de China de Barcelona, sí, pero va a protestar en coche oficial y con escolta. Para colmo, nos atemorizan con el cambio climático y con el diésel. ¡Si hasta nos piden que comamos menos carne! El corazón en un puño.
Para el final, algunas pinceladas de cómo está Europa. En Reino Unido, cada inquilino del número 10 de Downing Street está peor que el anterior. Y así estamos, con la absurda tabarra del Brexit desde hace tres años… Está por ver si las islas dejan la UE. En Francia –aunque la protesta se ha extendido a otros países–, los chalecos amarillos comenzaron a movilizarse contra el precio de los combustibles, y pronto añadieron más motivos a su lucha: injusticia fiscal y pérdida de poder adquisitivo. Encima se les quema Notre Dame.
¿Y España? A vueltas con Franco. Patas arriba. Con cuatro elecciones generales en cuatro años. Ingobernable. Inestable. La situación en Cataluña es uno de sus mayores focos. El procés de nunca acabar. Nadie se hace responsable de una violencia que, por cierto, hace tiempo que llegó a la comunidad –como bien ha sufrido este medio en sus carnes–, pero ha aumentado un grado en las últimas semanas con el intento de bloqueo del aeropuerto de El Prat y las imágenes de algunas zonas de Barcelona en llamas. A todo esto, los que nos han llevado hasta aquí se lavan las manos. “És increïble. Quins collons”, que diría Torra, un president que no agrada a nadie, pero que ahí sigue. Mientras, la sentencia del 1-O ha servido al independentismo para tomar aire. Algunos manifestantes aprovechan para justificar las protestas con otros asuntos. Ya puestos… ¿A dónde llegaremos? Chi lo sa.
Son los tiempos interesantes que nos han tocado vivir. Eso no quiere decir que haya que quedarse de brazos cruzados, ni mucho menos. Al contrario. Más que nunca toca denunciar los abusos y las injusticias, y ser muy críticos. Aquí estaremos para ello. La calma no parece que vaya a llegar en 2020 pero, como en toda tormenta, las nubes se vaciarán y se dispersarán más pronto que tarde. Esperemos que el temporal no deje muchos destrozos. El que nos lanzó la maldición se quedó a gusto. Así que muchos ánimos. Y paciencia.