Dice el presidente catalán en funciones, Artur Mas, que ni tiene vocación de mártir ni de héroe. No le creo, nos ha engañado con tanta frecuencia y reiteración que sus palabras son huecas. Él, un pésimo gestor desde que era director de expansión de la empresa Tipel (de los Prenafeta) y un peor político revestido de una audacia estratégica rayana en la inconsciencia, quiere presentarse ante la opinión pública como una víctima.

A su discurso político le interesa ese sesgo martirológico. Más que a nadie, al presidente catalán le conviene trascender como un hombre al que el sistema margina y expulsa. Es posible que no le guste el reparto de poderes, ni la acción de la justicia. Conozco algunos compañeros suyos a los que les pasa lo mismo: Jordi Pujol, Oriol Pujol, sus hermanos, Daniel Osacar, algún alcalde de Lloret, los amos de Casinos de Catalunya... Que la demanda de la Fiscalía General del Estado por el 9N le preocupaba era obvio. Lo repetía en cada una de las intervenciones que tuvo durante la campaña. Sobre todo, por una razón básica: no es un héroe, ni se aproxima siquiera. El miedo es libre, está en un montón y cada uno retira la cantidad que considera. La suya no es menor.

Héroes son los catalanes que han resistido cinco años de desgobierno y una espiral identitaria para mantener el poder 

Los verdaderos héroes y mártires de la Cataluña actual somos sus ciudadanos. Los mismos que hemos resistido durante cinco años el desgobierno que ha practicado. Aquellos que nos hemos visto sumergidos en su sublimación identitaria para mantener el poder a toda costa. Y, sí, en parte tiene razón: no es un mártir. Si lo fuera o fuese lo primero que haría es renunciar a la práctica del poder en virtud de la causa que supuestamente defiende ahora que no ha conseguido alzarse con la mayoría absoluta en la candidatura en la que se refugió.

Todo apunta a que sólo defiende una causa personal, mimetizada en románticas disquisiciones colectivas. En consecuencia, difícilmente le veremos como ese mártir que le gustaría ser. Una suerte de personaje de histórica trascendencia, que seguro quiere aparentar. La mayor lotería que obtendrá el presidente en funciones es una entrada en la Gran Enciclopèdia Catalana. No aspire a más, señor Mas.

Quienes forman el cortejo de Mas son cualquier cosa menos mártires

Los mártires verdaderos son los enfermos que sufren las listas de espera sanitarias propiciadas por su gobierno de incompetente liberalismo. Son, también, los que han sufrido las catastróficas privatizaciones que ha sido incapaz de cerrar con una mínima corrección en el management. Las empresas que se han visto huérfanas de políticas industriales, los profesionales de la educación que siguen viendo cómo las aulas son cada vez más problemáticas y judicializadas, los funcionarios que han perdido poder adquisitivo por su mala gestión, los ciudadanos que no entienden porque se han roto los lazos afectivos con el resto de España y cualquier otro que no comulgue con sus cinco años de gobierno son justo los verdaderos sacrificados del país durante su mandato. 

Los que siguen su cortejo, aquellos medios de comunicación a los que les llena las arcas, los consejeros áulicos que le rodean y adulan, los beneficiados por las prácticas de corrupción administrativa jamás denunciadas y todos quienes por una u otra razón le han reído los chistes son otra cosa. Pero, estimado presidente, por vergüenza torera me abstengo de decirle lo que son. Usted ya me entiende: cualquier cosa menos mártires o héroes.