¿Es el independentismo un movimiento irracional? (II)
Para comprender el éxito del independentismo necesitamos entender mejor cómo funcionan los mecanismos mentales y emocionales que dan lugar al surgimiento de las mayorías. Los grupos se aglutinan a partir de una ideología común. La ideología es un sistema cognitivo coherente y cerrado. Los elementos de que se compone son simples, cuanto más simples, mejor.
La realidad es inabarcable, compleja, contradictoria, crea desazón y provoca inseguridad. Necesitamos simplificarla, dotarla de sentido y consistencia. Identificarnos con la ideología dominante nos proporciona seguridad
Hoy sabemos que más importante que la realidad en sí misma es la imagen y la interpretación simbólica que hacemos de ella. La realidad es inabarcable, compleja, contradictoria, crea desazón y provoca inseguridad. Necesitamos simplificarla, dotarla de sentido y consistencia. Es aquí donde interviene la ideología para ahorrarnos el esfuerzo de pensar y analizar racionalmente los hechos a cada momento. Identificarnos con la ideología dominante nos proporciona seguridad.
El independentismo es la ideología dominante hoy en Cataluña. Funciona como un conjunto de ideas y creencias simples que se autorrefuerzan y retroalimentan constantemente. Los hechos que provocan una disonancia cognitiva, o se ignoran o se rebaten con otros que se consideran irrefutables. El esfuerzo mental no se dirige a comprobar la verdad y objetividad de los hechos, sino a reafirmar las propias ideas y creencias. La ideología funciona como un todo que no permite fisuras; la aceptación de cualquier idea discordante obligaría a reestructurar todo el sistema, pasando por momentos de angustia e incertidumbre.
El independentismo se basa en el nacionalismo (identificación con un territorio, una lengua y una cultura, etnicismo, sentimiento de superioridad, etc.) al que se añaden algunos elementos y se disimulan otros como la xenofobia o la tendencia hacia el totalitarismo. El independentismo ha dotado al nacionalismo de un objetivo inmediato: convertir cuanto antes a Cataluña en un Estado Independiente.
Decimos que el independentismo es un constructo mental basado en ideas simples. No vamos a enumerar esas ideas y creencias. El “España nos roba” ha sido una de las más eficaces, por más que choque contra la verdad de los datos. ¿Pero por qué la ideología independentista ha demostrado ser tan eficaz?
La idea de sí mismo, su imagen e importancia personal, el núcleo básico de la propia identidad, queda así ligado y comprometido al destino del pueblo catalán
El secreto de la fuerza ideológica reside en la movilización de la energía emocional del individuo a través el mecanismo psíquico de la identificación. Lo fundamental es lograr que cada individuo se identifique personal y emocionalmente con la idea y la imagen de una Cataluña independiente. La idea de sí mismo, su imagen e importancia personal, el núcleo básico de la propia identidad, queda así ligado y comprometido al destino del pueblo catalán. Un pueblo cada día más entregado e imbuido de la épica heroica del débil contra el poderoso, del oprimido contra el opresor.
Hay que comprender este mecanismo de identificación. Se trata de un proceso natural. No podemos vivir sin el reconocimiento social de los otros, sin sentirnos apoyados y protegidos por el grupo, sea el que sea, empezando por la familia, pero también por el entorno en que nos movemos. No podemos vivir en un estado permanente de alerta bajo la amenaza del rechazo social, la exclusión o la marginación. Buscamos la aprobación del grupo y nos conformamos a sus normas para sentirnos parte de él.
El dominio territorial, la posesión y defensa de la tierra, es quizás el rasgo más primitivo de la identidad de un grupo. Por muy ancestral que sea, este sentimiento de propiedad territorial pervive detrás de cualquier ideología nacionalista. Cataluña es de los catalanes (sobre todo de “los de toda la vida”), por eso Cataluña será lo que ellos quieran. En esta lógica territorial identitaria se asienta la legitimidad imaginaria del independentismo.
El dominio territorial, la posesión y defensa de la tierra, es quizás el rasgo más primitivo de la identidad de un grupo. Por muy ancestral que sea, este sentimiento de propiedad territorial pervive detrás de cualquier ideología nacionalista
El sentimiento de desarraigo produce la necesidad de buscar el reconocimiento del grupo socialmente dominante, en este caso el de los dueños “legítimos” del territorio. El uso del catalán, la asimilación y el mimetismo cultural son el mejor medio de lograrlo. Los hijos de los primeros emigrantes no quisieron vivir el doble desarraigo de sus padres (rechazados en su tierra de origen y nunca integrados del todo en Cataluña), así que una parte importante optó por identificarse con el catalanismo. Fue un proceso hacia la búsqueda de identidad.
Los conversos, para borrar sus orígenes, catalanizaron sus nombres y apellidos o incluso los borraron, como ha hecho Luis Franco Rabell, que ha pasado a ser Lluís Rabell. La identificación de estos nuevos catalanes con la idea de una Cataluña independiente, a falta de otros modelos de identidad, parece inevitable.
Al hacerse independentistas estos nuevos catalanes logran una compensación psicológica que les hace olvidar su origen y las experiencias de desprecio y desdén que sin duda han vivido en algún momento de su vida. Ahora, identificados con el independentismo, la idea y la imagen de sí mismo encuentra una estabilidad y una seguridad que la identificación con lo español no les proporciona, sino todo lo contrario.
Aumentan, además, sus expectativas de ascenso social o simplemente la posibilidad de encontrar un trabajo. Por tanto, existe también una lógica emocional y psicológica que apuntala la eficacia ideológica del independentismo.
Desmontar la racionalidad interna del independentismo no va a ser tarea fácil ni de un día, en el caso de que alguien se lo proponga. ¿Tienen de esto alguna idea los políticos?