Dos movimientos opuestos en el seno del independentismo se han producido esta semana que acaba. Mientras el mayor Josep Lluís Trapero vuelve a ocupar el puesto de mando de los Mossos d’Esquadra, tras su absolución por la Audiencia Nacional, el expresidente Carles Puigdemont ha renunciado a encabezar el Govern en caso de una victoria de Junts en las elecciones del 14 de febrero. Puigdemont se aparta de la posibilidad de ocupar el cargo, aunque irá en las listas y seguirá siendo el referente principal de su partido y de una de las dos facciones del independentismo.

El referéndum ilegal del 1-O de 2017 sigue estando detrás de estos dos hechos, pero con distinto significado. Trapero ha vuelto con autocrítica y, en sus primeras declaraciones tras ser restituido, se refirió a los acontecimientos de octubre del 2017 de manera crítica: “Todos lo podíamos haber hecho mejor, yo el primero. Y no me cuesta reconocerlo. He tenido tres años para reflexionar y pensar”, dijo. Y fue más allá. Tras lamentar que no supo defender bien al cuerpo por no cuidar bastante las relaciones personales e institucionales, en alusión a sus enfrentamientos con la fiscalía y el coronel de la Guardia Civil Diego Pérez de los Cobos, añadió: “Los Mossos dimos una imagen de algo que el cuerpo no estaba haciendo. Quizá no fuimos lo suficientemente claros. Esperemos que aquello no se vuelva a repetir. Nuestras actitudes no deben dar pie a malas interpretaciones", explicó en referencia a la supuesta pasividad del cuerpo ante el 1-O.

Tanto el nuevo conseller de Interior, Miquel Sàmper, como el portavoz del sindicato de mandos de los Mossos, Sergi Pla, han valorado la vuelta de Trapero como un regreso a la situación previa al 1-O, lo que sería digno de elogio si en el ámbito político, y no solo en el policial, la autocrítica fuera sincera. No es el caso de Puigdemont, que en el vídeo en el que anunciaba que no será candidato, insistió en que “Cataluña necesita retomar el hilo del referéndum del 1-O”. Puigdemont, sin embargo, ha aceptado la restitución de Trapero, según el conseller de Interior.

¿Por qué ha renunciado Puigdemont a postularse para presidir la Generalitat? Su explicación de manual es que se lo impide la “represión”, pero también se lo dificultaba en diciembre del 2017, cuando basó toda su campaña, que le sirvió para desbancar a ERC del segundo puesto en las elecciones, en la promesa de su retorno a España, que nunca se produjo porque tenía, y sigue teniendo, una orden de detención. La repetición de la farsa era muy difícil de justificar y el señuelo tenía todos los números para que esta vez no colara. Además, Puigdemont tenía que dejar su escaño en el Parlamento Europeo, una posición que le facilita moverse por toda Europa mientras la Cámara no conceda el suplicatorio y pierda su condición de eurodiputado, procedimiento que se inicia este lunes.

Otra razón es la de no arriesgarse a perder ante ERC, a la que todas las encuestas dan como ganadora aunque Junts haya reducido la distancia. Presentarse como candidato y no ganar sería un fracaso para Puigdemont, al que seguramente no se quiere arriesgar y más si se tiene en cuenta que nadie en Junts pone en cuestión su liderazgo, vaya en el puesto de las listas en que vaya. Los dos candidatos que se presentarán a las primarias de Junts del 28 y 29 de noviembre, Laura Borràs y Damià Calvet, condicionaron su candidatura a la decisión de Puigdemont, y, antes de ser elegidos, ya se han puesto a las órdenes del expresident, que participará activamente en la campaña probablemente desde Perpiñán. Otros dos posibles candidatos, Jordi Puigneró y Ramon Tremosa, finalmente han renunciado a presentarse.

Sobre la candidatura de Borràs, en principio la favorita, pesa la investigación del Supremo por los presuntos delitos de prevaricación y
malversación al adjudicar 18 contratos a un amigo por valor de 260.000 euros cuando presidía la Institució de les Lletres Catalanes. La elección de Borràs, sin embargo, cuadra perfectamente en la política de confrontación que propugnan Puigdemont y Junts.

La renuncia de Puigdemont es la decisión más lógica para él y para la clarificación política de la lista electoral de Junts, aunque no está nada claro que beneficie a la candidatura en las elecciones de febrero y que sirva para derrotar a ERC, el auténtico y único objetivo del expresident en esta batalla permanente e interminable entre los dos grandes partidos independentistas, y más en un escenario de fragmentación de los herederos de Convergència, la primera vez que se presentan separados.

 

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