La compañía barcelonesa Renta Corporación ha constituido  una sociedad cotizada de inversión en el mercado inmobiliario. A este tipo de entidades se le conoce en la jerga del mercado como socimi. La decisión sobreviene justo cuatro años después de que la propia Renta se declarara en suspensión de pagos.

Las socimis revisten unas características especiales. Han de dedicar el 80% de su cartera de edificios y locales al alquiler. Tienen que mantener tales activos durante tres años como mínimo. Están obligadas al pago de fuertes dividendos, de cuantía variable en función de la naturaleza de los ingresos generados por los bienes.

Esa batería de limitaciones se compensa con una sustanciosa contrapartida. Se trata de una fiscalidad privilegiada, que hace las socimis particularmente atractivas para los ahorradores. En efecto, están exentas del impuesto de sociedades y gozan de una bonificación del 95% en el de transmisiones patrimoniales.

En resumen, son un auténtico chollo desde el punto de vista tributario. De un tiempo a esta parte, las brisas reconfortantes que soplan sobre el sector del ladrillo coinciden con un notable auge de las socimis.

Renta prevé que la suya cotice en el mercado alternativo bursátil (MAB). Éste es una especie de bolsa paralela, con rasgos propios del salvaje oeste. Recuérdese el caso no tan lejano de la empresa Gowex, basada en la oferta de wifi gratuito. Resultó ser una estafa como la copa de un pino. Hasta el 99% de los ingresos que declaraba al MAB eran literalmente falsos.

Entre la salida al parqué y el desastre del fallido, el 98% del peculio de los ahorradores de Renta Corporación se ha convertido en humo

La socimi de Renta se llama Rembrandt. La participación de Renta se reduce al 3%. El paquete de control obra en poder del fondo de pensiones holandés APG. Éste, por tanto, lleva la voz cantante, si bien delega la gestión del día a día en la empresa catalana.

La historia de Renta luce un par de hitos memorables. Uno, el 5 de abril de 2006, día del estreno en bolsa, con el cambio encaramado hasta los 29 euros. El otro sucede siete años después, marzo de 2013, cuando insta suspensión de pagos, con la acción a 0,57 miserables euros y unas deudas de 185 millones.

Entre la salida al parqué y el desastre del fallido, el 98% del peculio de los ahorradores se ha convertido en humo.

A raíz del primer acontecimiento, el presidente Luis Hernández, sus parientes y otros socios de la casa, propinan un pelotazo sensacional. Se embolsan nada menos que 150 millones. A Hernández le toca el premio gordo: 37 millones. Asegura que aplicó la mitad de ese dineral a obras de beneficencia.

Por fortuna, fue previsor. Reservó en las arcas sociales los recursos suficientes para sufragar los dispendios propios del concurso. En particular, las minutas astronómicas de la administradora concursal, la firma RSM Gassó Auditores.

La crisis se lleva por delante a 130 de los 150 empleados que había llegado a albergar la nómina. También cesan los ilustres personajes del fastuoso consejo de administración, entre ellos tres ex ministros, Josep Piqué, Anna Birulés y Carlos Solchaga, amén de Ignacio López del Hierro, marido de María Dolores de Cospedal.

La Renta Corporación de hoy tiene poco que ver con la que se vio abocada a la insolvencia. Su patrimonio es exiguo, de 36 millones, pero su cuenta de resultados arroja beneficios y la deuda se contrae a 28 millones.

Cosa distinta es la cotización. El viernes último se situó en 2,8 euros. Costará Dios y ayuda recuperar los opulentos niveles de la colocación. Eso, suponiendo que algún día lejano se alcancen. Pero al menos, la compañía sigue en pie. Quien no se conforma...