Hace poco más de tres años que el Reino Unido votó irse de la Unión Europea. El 52% de los británicos apoyó la salida, el 48% la permanencia. Territorialmente también se produjo una significativa división interna: Escocia, Irlanda del Norte y la colonia española de Gibraltar votaron seguir en la UE. Ahora es un país políticamente fracturado por la mitad que no ha encontrado la tan necesaria estabilidad y normalidad política.

El resultado de este experimento político populista de enormes consecuencias le costó la cabeza a David Cameron, su principal valedor. Theresa May, su improvisada sustituta, incapaz de sacar adelante un plan practicable de divorcio con la UE, también ha dimitido hace un par de semanas. No ha sido capaz de respetar el calendario acordado ni de liderar un acuerdo serio con la UE. Gran Bretaña está ahora buscando nuevo premier para firmar definitivamente el divorcio pospuesto para el próximo 31 de octubre de este año.

Por lo que podemos observar a través de la prensa, no parece que los ingleses vayan a encontrar un camino de tranquilidad, sensatez y moderación. Boris Johnson, principal aspirante a sustituir a May, es un tipo muy de salidas de tono efectista y provocaciones populistas. En otras palabras, a mí no me parece el líder prudente, responsable y competente que necesita en estos momentos Gran Bretaña y Europa.

La imagen de sainete y de improvisación de la política inglesa es de siderales dimensiones. Tanta frivolidad electoralista y tanto populismo de vuelo gallináceo están dejando muchas secuelas. La inestabilidad provocada por el Brexit ha generado pérdidas económicas importantísimas como consecuencia de la inseguridad jurídica. Aún sin saber si la salida será pactada, a la brava o “no será”, lo que sí sabemos es que este lío a España le puede ocasionar algunos embarazosos disgustos si no se prepara bien.  

España es uno de los países más expuestos al Brexit dentro del grupo de economías que exceden el billón de euros. Me preocupa la exposición del Santander y el Sabadell a sus filiales en Reino Unido. Nuestras empresas también tienen una posición relevante en sectores como las telecos, las concesiones de autopistas y los seguros. Además, Reino Unido es el principal mercado para las exportaciones españolas de bienes y servicios seguido de Francia y Alemania, según datos de 2017. En este año el conjunto de las exportaciones españolas de bienes y servicios a Reino Unido ascendió a 37.889 millones de euros. Algo más de la mitad del total de las exportaciones a UK fueron de bienes (51,3%); el resto (48,7%) fueron servicios, con un mayor peso los servicios turísticos (30,4% del total de las exportaciones) frente a los servicios no turísticos que tienen también un peso considerable (16,6% sobre el total). Reino Unido es el principal mercado para el sector turístico español.

Reino Unido es sin duda un gran socio comercial, con el que compartimos además 40 millones de pasajeros anuales y miles de turistas. Hay casi medio millón de británicos residentes en España y cerca de 300.000 españoles viviendo en UK. Los cambios legales, de frontera, de normativa, de residencia, de comercio y de fiscalidad entre ambos países seguro que traen muchas pérdidas y quebraderos de cabeza a muchas personas.

Pero como en todos los ámbitos de la vida, en las crisis también hay oportunidades de mejora. Tenemos que pedirles a las autoridades españolas que se esmeren en jugar muy bien sus cartas para aprovechar las oportunidades de mercado que implica el Brexit. Tenemos que ser capaces de atraer a España parte de las inversiones que huirán de UK. De momento, España no se ha visto como un sustituto económico de Londres; de hecho, todo el proceso de negociación se lleva desde Fráncfort y París. No estamos pescando en Brexit revuelto. No estamos captando casi nada del negocio financiero la City, no hemos podido acoger ningún organismo regulador europeo, no hemos captado ninguna gran inversión empresarial deslocalizada de Londres y tampoco hemos mejorado sustancialmente nuestro estatus político frente a la soberanía de Gibraltar. Nuestro gobierno ha estado contando nubes, generando inestabilidad política interna y proyectando una imagen internacional de país muy escorado a posiciones políticas de izquierda estrambótica.

El Brexit no es una buena noticia para España. Perdemos fortaleza económica, vínculos políticos atlánticos y un buen socio estratégico en muchos temas dentro de una Unión Europea más débil. En cualquier caso, sólo nos toca pedirle a la “divina providencia” que nos traiga un Brexit lo más ordenado, suave y pactado posible. En este caso, será mejor un mal acuerdo que un buen pleito…