Gabriela Mistral: fracasos privados, éxitos públicos
La escritora chilena disfrutó de un amplio reconocimiento público que contrastó con una decepcionante vida sentimental
14 julio, 2019 00:00Chilena de Vicuña, se llamaba en realidad Lucila Godoy Alcayaga. El seudónimo lo utilizó desde 1914 en homenaje a Gabriele d’Annunzio y Federico Mistral. Nacida en 1889, su padre abandonó el hogar familiar cuando ella tenía tres años. Tenía una hermana, Emelina, mayor que ella, hija de una relación anterior de su madre, que, por cierto, tenía ascendencia vasca. También un hermanastro hijo de una relación previa de su padre. Muy joven empezó a trabajar como ayudante de escuela en aldeas cercanas a su pueblo. Se convirtió en pedagoga singular. Nunca estudió magisterio pero de manera poco ortodoxa le convalidaron los estudios para hacerla profesora de Estado. Llegaría años más tarde a participar en la revolución educacional en México, por su experiencia en la formación de enseñanza secundaria para niñas especialmente en ámbitos indígenas. Abogó siempre por la instrucción primaria obligatoria.
A los dieciséis años conoció a un empleado de ferrocarril, Romelio Ureta, del que se enamoró y que se suicidó dos años después tras un robo en la Caja de Ferrocarril del que se le había acusado. Gabriela quedó traumatizada y escribió, al hilo de su depresión, unos Sonetos de la muerte que presentó a los Juegos Florales de Santiago en 1914. El jurado le otorgó la más alta distinción. Ella volvió a enamorarse perdidamente de uno de los miembros del jurado, Manuel Magallanes Moure. No fue correspondida, lo que le llevó a meditaciones tristes: “Parece que no tuve el carácter alegre y fácil ni la fisonomía grata que gana a las gentes”. En 1922 viajó a México invitada por José Vasconcelos para participar en la reforma educativa del gobierno de Álvaro Obregón. Publicó entonces sus primeros libros como Desolación y Ternura. Su éxito en la carrera educativa fue extraordinario. Fue profesora invitada en Estados Unidos y Puerto Rico como directora e inspectora de Liceos femeninos. Decidió volver a Chile en 1925 jubilándose como profesora e iniciando una carrera diplomática que le llevó a una vida itinerante: Francia, España, Portugal, Italia, Brasil y Estados Unidos, con gran popularidad: discursos, traducciones de su obra en varias lenguas, vinculación con el sandinismo, relaciones con la Sociedad de Naciones de Ginebra...
En Madrid vivió de 1933 a 1935 como cónsul de Chile. Nunca sintonizó con la sociedad madrileña: “Vine aquí muy infeliz, sin ninguna alegría, cargada de visitas ociosas que no dejan trabajar, oyendo bobadas de política o jacobina o sacristanera, en un clima malo que ve aumentado el reúma y la presión arterial. No sé qué hago aquí”. Sus comentarios sobre la vida española no pudieron ser más ácidos: “La vida es agria, desnuda, seca, paupérrima y triste para quien no viva metido en cafés, borracho de parloteo necio, zahumando la abulia para no verla y borrando con humo de cigarrillos la tragedia del país. Yo no gusto del toreo, no soporto un café, me importa la miseria del pueblo, me repugna la mentira de los patriotismos nuevos y creo en la política como economía y no más”. El radicalismo de estos juicios que reflejaba en su correspondencia aconsejó su traslado a Lisboa y en su lugar se asentó Pablo Neruda que de cónsul de Chile en Barcelona pasó a serlo en Madrid. Su libro de poesía de entonces Tala (1938) refleja bien su desarraigo emocional.
El 15 de noviembre de 1945 se le concedió el premio Nobel de Literatura siendo ella cónsul en Petrópolis (Brasil). La motivación formalmente expresada del mismo fue: "Su obra lírica que, inspirada en poderosas emociones, ha convertido su mundo en un símbolo de las aspiraciones idealistas de todo el mundo latinoamericano”. En el discurso de recepción se refirió ella a que “por una venturanza que me sobrepasa, soy en este momento la voz directa de los poetas de mi raza y la indirecta de las muy nobles lenguas española y portuguesa. Ambas se alegran de haber sido invitadas al convivio de la vida nórdica, todas ellas asistidas por su folklore y su poesía milenarias”. El premio vino a paliar el hundimiento de la escritora tras el suicido de su sobrino Juan Miguel Godoy (apodado familiarmente Yin Yin), a los dieciocho años, en Brasil, adoptado como hijo por la escritora junto a su amiga Palma Guillem. Su vida diplomática siguió: México, Nápoles, Estados Unidos... En Santa Bárbara (California), se compró una casa con el dinero del premio. En 1946 conoció a la escritora Doris Dana de la que no se separó desde entonces.
Chile le reconoció sus méritos concediéndole el Premio Nacional de Literatura en 1951 y nombrándole Doctor Honoris Causa de la Universidad de Chile. Regresó a su país definitivamente en 1954 para acabar muriendo tres años después de un cáncer de páncreas en Nueva York.
Gabriela ha sido múltiples veces homenajeada en su país natal con infinidad de instituciones que llevan su nombre y hasta la moneda chilena lleva su imagen. Ella en vida tuvo muchos complejos con baja autoestima dado que nunca prosperaron sus relaciones sentimentales con hombres: “Yo nací mala, dura de carácter, egoísta enormemente y la vida exacerbó esos vicios y me hizo diez veces dura y cruel”. Su mayor amor fue Magallanes Moure, que estaba casado. Su ternura hacia el personaje hubiera quizás merecido mejor suerte: “¡Niño mío! Yo no sé si mis manos han olvidado o no han sabido nunca acariciar; yo no sé si todo lo que te tengo aquí adentro se hará signo material cuando esté contigo, si te besaré hasta fatigarme la boca, como lo deseo, si te miraré hasta morirme de amor, como te miro en la imaginación. No sé si ese miedo del ridículo que mata en mí muchas acciones bellas y que me apaga muchas palabras de cariño que tú no ves escritas, me dejará quietas las manos y la boca gris la mirada ese día”.
Ciertamente el impresionante éxito profesional y reconocimiento público del que gozó en vida nunca le acompañó en su vida sentimental. La relación con Doris Dana desde 1949 constituye hoy un tema de debate morboso. Para Licia-Fiel Matte la relación fue claramente lesbiana, lo que el entrono mistraliano ha negado. Tras la muerte de Doris Dana en el año 2006 y la publicación de la correspondencia entre ambas mujeres, parece asentada la tesis de la vinculación homosexual. De hecho, la presidenta Bachelet utilizó repetidamente la referencia Mistral para apoyar la ley sobre parejas del mismo sexo en Chile.