Da la impresión últimamente de que en Societat Civil Catalana no se aclaran mucho. El presidente, Fernando Sánchez Costa, amaga con tender la mano a los independentistas con la excusa, aparentemente razonable, de que no se puede ignorar a dos millones de ciudadanos. Por su parte, el vicepresidente, Xavier Marín, considera que habría que impedir a los indepes presentarse a las elecciones. Juraría que ambos tienen razón, aunque cada uno a su manera, y estaría bien que los nacionalistas también consideraran que los no independentistas tenemos derecho a compartir el territorio con ellos, algo que, de momento, no parece estar sucediendo, pues solo hablan de hacerse con el 51% de los votos y obligarnos a todos a darnos el piro (sin saber hacia dónde vamos exactamente).

Puede que las teorías de Sánchez Costa y Marín se complementen. No debemos ignorar a los indepes, sino lograr que se percaten de que lo suyo no puede ser y además es imposible. Así que ilegalizar los partidos soberanistas podría ser una forma noble y didáctica de hacerles volver a la realidad; no es por hacerme el listo, pero yo ya lo propuse hace un par de años en mi libro Idiocracia (perdón por el autobombo). Creo que hay cierta crueldad mental en el hecho de permitir soñar con la independencia, pero impedir que ésta pueda llevarse a cabo. Es situar al indepe en el mismo terreno que al asesino o al pedófilo: puede usted fabular con la posibilidad de matar a alguien o de violar a un niño de ocho años, pero como se le ocurra llevar sus fantasías a la realidad, se le va a caer el pelo. ¿Qué lógica tiene permitir la existencia de partidos independentistas si su objetivo final no lo van a poder alcanzar jamás? Ya sabemos que los esfuerzos inútiles conducen a la melancolía (y en el caso de Quim Torra, a la ratafía). Lo normal es que un indepe no se conforme con soñar y pretenda influir en la sociedad por el bien de sus intereses: de ahí la charlotada del 1 de octubre y sus tragicómicas consecuencias. Como el asesino y el pedófilo, el indepe tiende a hacer sus sueños realidad, por lo que sería mucho mejor, para él y para nosotros, eliminar el problema de raíz, ilegalizando todos los partidos que ambicionen desmembrar el país. Así funcionan las cosas en Alemania y no parece que a sus ciudadanos les vaya demasiado mal. ¿Independencia de una parte del territorio? Lo siento, no se contempla tal posibilidad, amigos, haber creado una nación cuando tocaba y no haberse dejado medio paisito en España y el otro medio en Francia. Europa ya tiene bastantes problemas como para añadir más.

Creo que he conseguido la cuadratura del círculo: estar de acuerdo a la vez con el presidente y el vicepresidente de SCC. No ignoremos a esos dos millones de conciudadanos: limitémonos a ilegalizar a sus representantes por representar un peligro para la unidad del país y por llenarles la cabeza de quimeras absurdas que solo conducen al aislamiento y la miseria. Yo creo que, al cabo de unos pocos años, hasta nos lo agradecerían. Las cosas, cuanto más claras, mejor.