Perdonen que me autocite, pero hace unos pocos meses publiqué un artículo en el que me preguntaba cuánto tardarían en el diario El País en deshacerse de su fundador, Juan Luis Cebrián, a causa de las incendiarias columnas que publicaba en el diario de un tiempo a esta parte y que mostraban bien a las claras su condición de disidente y/o desafecto del sanchismo imperante en el diario.

Hacía constar, eso sí, que poner en la calle a quien había dirigido el periódico entre 1976 y 1988 requería cierto valor, pero el propio Cebrián les ha facilitado la tarea al lanzarse a colaborar con el digital The Objective, donde, previamente, han acabado algunas de las firmas más notables del diario del grupo Prisa, contribuyendo poderosamente, por cierto, a que la sección de opinión de The Objective sea una de las mejores de la prensa española, en papel u online.

En principio, la colaboración de Cebrián con The Objective se iba a reducir a una entrevista mensual con alguien importante -empieza con Felipe González, amigo del alma-, pero después de que lo hayan cesado como presidente de honor de El País, es de prever que a nuestro hombre se le vaya a acumular la faena. De hecho, el destierro de Cebrián es la traca final de la reconversión definitiva del diario independiente de la mañana en el boletín del club de fans de Pedro Sánchez (me pregunto cuánto faltará para que se libren de Daniel Gascón, contumaz resistente que se la juega con cada columna que escribe), y viene precedido de una amplia purga que se ha llevado por delante a Antonio Elorza, Félix de Azúa o Fernando Savater, refugiados todos ellos en el diario que dirige Álvaro Nieto (y que ha encontrado en El País un magnífico almacén de viejas glorias caídas en desgracia, pero no por ello dispuestas a callarse la boca).

A todo esto, Juan Luis Cebrián no se ha tomado bien la patada en el culo y amenaza con llevar a los tribunales a su antigua empresa. Tampoco es del todo descartable que The Objective se le quede pequeño y decida crear su propio periódico, siguiendo el ejemplo de su colega (y némesis) Pedro J. Ramírez. Pero, a efectos prácticos, asistimos al acto final de esa purga que tanto ha contribuido a la buena marcha de la sección de opinión de The Objective, diario que desde el nuevo El País se considera un panfleto de extrema derecha que es semanalmente asaeteado desde su columna por un cazador de fachas canario que atiende por el peculiar nombre de Idafe Martín y que ejerce de martillo de herejes (progresista, por supuesto) a costa de algunos medios de comunicación que él engloba genéricamente en una cosa llamada fachosfera.

No negaré que algunos de esos diarios estén ligeramente escorados hacia la derecha (o directamente instalados en ella), pero lo de Idafe es matar moscas a cañonazos y hacerlo, además, desde un periódico que, actualmente, no puede presumir en exceso de ofrecer información veraz y objetiva (por cierto, algunos hooligans de El País manque pierda, de esos que corren por las redes sociales y que se precipitan a tildar de facha a Savater y a cualquiera que no pueda más del sectarismo sanchista, ya se han permitido, en una muestra de humor discutible, rebautizar el diario de Nieto como El Ojete).

Me pregunto qué pasará en El País si las próximas elecciones generales las gana el PP. Hace años, en una situación parecida, pusieron de director a Antonio Caño (que también ha acabado en The Objective, un diario que no sería nada sin la desinteresada colaboración represiva del periódico favorito de los Idafes de este mundo), eliminado en cuanto las aguas volvieron a su cauce sociata.

Teniendo en cuenta la dependencia del diario de la publicidad institucional (y puede que de algunos otros chollos de los de por debajo del mostrador), ¿seguirá El País practicando el sanchismo sin Sánchez, cual versión progre de El Alcázar tras la muerte del Caudillo? ¿O se acomodará a las nuevas circunstancias y le pedirá a Miguel Ángel Rodríguez que se encargue de redactar la nueva lista de colaboradores y columnistas, tras hacerse con los servicios de un nuevo director más en sintonía con los nuevos tiempos? En tal caso, ¿qué será de la generación Sánchez Cuenca, sustituta de la generación Savater? Y, sobre todo, ¿qué será de Idafe, aguerrido cazador de fachas?