Sílvia Orriols Serra (Vic, 1984), actual alcaldesa de Ripoll, es una independentista de piedra picada, antiespañola y matamoros, que cumple una función primordial en el colectivo soberanista de la política catalana: hacer sentirse mejores al resto de independentistas, que han encontrado en ella el perfecto chivo expiatorio (o ase dels cops, en versión vernácula) ante el que dar permanentes muestras de altura moral que algunos no vemos por ninguna parte.
Su partido, Aliança Catalana, tampoco se diferencia tanto de Junts o ERC, donde el odio y el desprecio a España campan por sus respetos, aunque con un poco más de disimulo hipócrita que en la pandilla lepenista a lo banda de la porra que encabeza la señora Orriols. Gracias a ella, los independentistas supuestamente sensatos y progresistas pueden venirse arriba cada vez que ella protagoniza una de sus habituales salidas de pata de banco, olvidándose convenientemente de las burradas racistas y/o supremacistas que se les escapan con inusitada frecuencia.
Pero el hecho de que la señora Orriols se reconozca desacomplejadamente como de extrema derecha no convierte a los partidos tradicionales en ejemplos de progresismo. Es más, ¿alguno de ellos es de izquierdas? Junts, desde luego que no, pues para algo es el heredero del pujolismo de toda la vida. ¿Y ERC? Pues una pandilla de carlistones meapilas de misa diaria o dominical que no cumple ningún requisito para ser considerado un partido de izquierdas.
No es que a Aliança Catalana se le pueda augurar un gran futuro con sus actitudes de derechona viejuna. Mientras la extrema derecha europea, la de Marine Le Pen y Giorgia Meloni, hace como que se civiliza para captar nuevos votantes, Orriols sigue la línea Orban, que es como de fascista de los años 30, y es tal su desfachatez que, a partidos casi tan rancios como el suyo, Junts y ERC, les permite sentirse el culmen del progresismo y de la democracia.
De ahí que ya la estén utilizando para el viejo truco de “¡que viene el lobo!”, que es un poco lo mismo que hace el actual PSOE con Vox (otro ejemplo de extrema derecha mostrenca cuyo futuro tampoco se intuye muy glorioso): que la derecha está volviendo con fuerza a Europa es indudable, pero solo se saldrán con la suya los partidos que sepan amoldarse al signo de los tiempos y dejen de tomarla con emigrantes, mujeres, homosexuales, gitanos y demás enemigos tradicionales de la decencia patria. Partidos como los de Meloni y Le Pen, que ya acogen en sus filas a representantes de dichos colectivos, ampliando así notablemente su base de fans (y de votantes).
Lo de la señora Orriols es pan (o escaños) para hoy y hambre para mañana. La buena señora acabará desapareciendo como aquel inefable Anglada, franquista reciclado, que hace unos años concentraba todo el (escaso) voto de extrema derecha en Cataluña. Y lo hará por rancia, obsesiva y monotemática, sin que por ello los partidos que tanto la desprecian dejen de ser igualmente rancios, obsesivos y monotemáticos (véase la chapa que está dando Pere Aragonès con su nuevo referéndum, o las ridículas declaraciones de Puigdemont acerca de que volverá a Cataluña a culminar el prusés). Por verde que la pongan desde Junts y ERC, Sílvia Orriols les está haciendo un gran favor con sus tendencias ultramontanas, que son las mismas de Puchi y del beato Junqueras, pero expresadas de manera algo menos hipócrita (a la par que contraproducente).
Joaquín Leguina no andaba tan desencaminado cuando tildó a Cocomocho de “fascista de mierda”. El nacionalismo es por definición supremacista, intolerante y racista, cualidades (sic) que siempre han distinguido a la extrema derecha. Si Junts y ERC se autoperciben como partidos progresistas, allá ellos (y que disfruten de lo importante que es la autopercepción desde que entró en política Irene Montero). Y si Aliança Catalana les permite sentir una superioridad moral de la que carecen, que la disfruten. Pero, por favor, que dejen de amenazarnos con lo de que viene el lobo, pues el lobo está aquí desde hace más de 40 años y no parece tener la menor intención de volver al bosque del que salió.