Supongo que, una vez has elegido como tu abogado de referencia a un facineroso como Gonzalo Boye, ya te parece de lo más normal aumentar tu equipo legal con el fichaje de un perito judicial que, tiempo atrás, perteneció a Fuerza Nueva y participó en el secuestro, tortura y asesinato de una chica de 19 llamada Yolanda González tras confundirla con un miembro de la banda terrorista ETA. Eso es lo que ha hecho Laura Borràs ante la que se le viene encima por sus presuntas corruptelas cuando estaba al frente de la ILC y le hacía favores en forma de contratos otorgados a dedo a su amigo Isaías Herrero, pícaro contemporáneo y narcotraficante en sus ratos libres (conocido por el cariñoso sobrenombre de El Camello de Convergencia). El fichaje atiende por Luis Enrique Hellín (aunque en realidad se llama Emilio) y tiene un historial que, en principio, debería poner en fuga a una independentista de piedra picada como la Geganta del Pi: en 1980 se cargó a la tal Yolanda, en 1982 le cayeron 43 años a la sombra, en 1987 se dio el piro al Paraguay aprovechando un permiso carcelario, en 1989 fue detenido por la Interpol y devuelto a España, donde volvió al talego unos añitos más. Cuando salió, fundó Net Computer Forensics (a medias con su hermano Juan José y su sobrino Jonathan, que actualmente no quieren saber nada de él) y llegó a impartir cursos forenses a los Mossos d’Esquadra, la Ertzaintza, la Policía Nacional y la Guardia Civil (¡Dios les conserve la vista a todos esos cuerpos!), así como a prestar sus servicios en países como Perú, Venezuela y Marruecos. Y aún le quedó tiempo para echarles una manita a Cristina Cifuentes y al cuñado de Rita Barberá.

Parece que Borràs, a la hora de intentar salirse de rositas, no le hace ascos a un militante de Fuerza Nueva que participó en un asesinato. Hasta Boye, dando muestras de una extraña solidaridad entre delincuentes, ha salido en defensa de Hellín, diciendo que ya pagó su deuda con la sociedad y puede, por consiguiente, ganarse la vida como mejor le parezca. Por parte de Borràs, el fichaje de Hellín da cuenta de su catadura moral, digamos, discutible: Boye es un expresidiario que colaboró con ETA, se sacó la carrera de Derecho en el trullo y encontró, como abogado, la manera ideal de seguir ejerciendo de enemigo del Estado, que es, al parecer, lo que más le gusta en el mundo; pero Boye, que se sepa, no secuestró ni torturó ni asesinó personalmente a nadie, mientras que el tal Luis Enrique tiene las manos manchadas de sangre, motivo por el que la fiscalía pretende apartarlo del juicio al que se va a enfrentar en breve la Geganta del Pi.

Laura Borràs considera que todo le está permitido porque todo lo hace bien y siempre tiene razón. Otro se lo hubiera pensado dos veces antes de incluir en su equipo legal a un asesino confeso y convicto, pues la reinserción social tiene sus límites y, a efectos prácticos, semejante fichaje es obvio que no iba a ser del agrado de los jueces. Pero nuestra Laura es de las que creen que el fin justifica los medios, y si hay alguien que puede arrojar dudas sobre los incriminadores correos electrónicos de su amigo el camello, bienvenido sea, aunque se trate de un sujeto de extrema derecha con delitos de sangre. Desde la trinchera opuesta, Boye le ha dado la bienvenida al club, mientras Borràs, cosa rara en ella, mantiene un pertinaz silencio: si se libra de lo que se le viene encima, como si es gracias a los esfuerzos conjuntos de Jack el Destripador y Charles Manson.

El fichaje del perito asesino es un paso adelante en la tendencia al matonismo de la señora Borràs, a la que acabamos de ver en acción al salir en defensa de su querido secuaz y guardaespaldas, Francesc de Dalmases, defensa que ha incluido hasta berridos para Magda Oranich, la responsable del informe sobre su bully de referencia. Además de un matón, ahora Laura cuenta entre sus íntimos con un asesino de extrema derecha. Me pregunto qué será lo próximo. Y Turull y sus aturullados, a todo esto, sin decir ni pío, demostrando que no pintan tanto como aparentan en ese club de fans de Puchi que atiende por Junts x Cat y al que las encuestas auguran un futuro cada vez más negro. Un líder auténtico se desharía de gente como Borràs y Dalmases a la voz de ya, pero Turull es incapaz de hacerlo porque el cargo le va grande: lo suyo sería, a lo sumo, una alcaldía lazi en algún pueblo de la Cataluña profunda.

Emilio (o Luis Enrique) Hellín tiene fama de ser un lince con sus peritajes y eso es lo único que le interesa a la Geganta del Pi. ¿Que el sujeto era un facha, torturador y asesino? Pues ya lo dice Boye: hay que dar a la gente una segunda oportunidad, como se la dieron a él en vez de deportarlo, que es lo que se merecía y sigue mereciéndose. Es evidente que los extremos se tocan: de ahí la solidaridad entre un colaborador de ETA y un criminal de Fuerza Nueva, entre bomberos no hay que pisarse la manguera. Y mientras tanto, Laura Borràs a lo suyo: intentar sobrevivir a un juicio que puede acabar dando con sus huesos en la cárcel, aunque sea recurriendo a lo peor de cada casa. Se me ocurren pocos personajes más tóxicos en la política catalana que la Geganta del Pi y reconozco que no veo la hora de librarme de ella. Y no soy el único.