La salud democrática de un país se mide, entre otras muchas cosas, por la seriedad de sus instituciones, siendo una de ellas la objetividad e imparcialidad de quien tenga la responsabilidad de estar al frente de la Fiscalía General del Estado.

Como hemos pasado de facto de una monarquía parlamentaria a una república sociocomunista en los próximos seis meses --a cuyo debate en el Congreso de los Diputados no se quedó si quiera a defender el déspota, impresentable y sobrado presidente del Gobierno que tenemos-- uno de los primeros pasos que dio en aras de poder hacer lo que absolutamente se le antoje, fue poner a Dolores Delgado al frente de la Fiscalía General del Estado, sin ruborizarse lo más mínimo pese a la incompatibilidad que debería darse a raíz del hecho de haber sido previamente ministra de Justicia del actual Gobierno.

Y con igual desfachatez y desconsideración para con un pueblo español que cada día demuestra con mayor ahínco que le importamos entre cero y nada, el tirano tiene a Dolores Delgado instruida para obrar subjetiva y parcialmente (es decir, de forma diametralmente opuesta a como debería obrar) al servicio de sus intereses partidistas.

¿Que hay una multitud de querellas contra miembros del Gobierno por las muertes del Covid-19? Pues Dolores Delgado tira del igualmente impresentable --por sumiso y desprestigio por antonomasia del ilustre cuerpo de fiscales-- Luis Navajas Ramos y las querellas a la basura.

¿Que resulta que Trapero obró legalmente y es un santo al que habría que beatificar en Roma? Pues se renuncia por la fiscalía a recurrir su absolución.

¿Que como guiño a JxCat y para aprobar los presupuestos de 2021 se tiene que liberar sin medidas cautelares a los chorizos de CDC (acrónimo que de facto significa Corruptos Destrozando Cataluña) que además de financiar ilegalmente al prófugo de Waterloo se han llenado ilegalmente los bolsillos y han fomentado los incendios y destrozos del Paseo de Gracia, la Plaza Urquinaona o la Vía Laietana en curiosa muestra de su “amor” por Cataluña? Pues se les deja en libertad, con cargos, pero en libertad.

Hay personas que por méritos propios pasan a la historia de un país y son siempre más recordadas y otras que mejor olvidar, además de lamentar, que tuvieron responsabilidades relevantes y la actual fiscal general del Estado --junto con el presidente y el vicepresidente segundo del Gobierno, dicho sea de paso-- pertenece indudablemente a este segundo colectivo.

Lo cierto es que uno abriga siempre la esperanza que aunque sea en lo más profundo de su ser les queda algún resquicio de pudor, algún escrúpulo, algún sentido de la responsabilidad o algún aprecio por el pueblo español, pero conforme pasan los días, semanas y meses, parece confirmarse que ninguno de dichos resquicios existen y, como es propio de toda tiranía, obran de ese modo sin despeinarse ni incomodarles lo más mínimo.

Si yo fuera la señora Úrsula Von der Leyen, vamos, no ayudaba a esta España no ya con 140.000 millones de Euros, pero es que ni con 140 pesetas (menos de 1 euro). Y así como la Unión Europea ha evitado que el actual Gobierno de España modificase a conveniencia los miembros del Consejo General del Poder Judicial, debería plantearse muy pero que muy en serio forzar la sustitución de Dolores Delgado, porque es un cáncer para España y ya con metástasis.