En el marco de la XXXVI Reunión Círculo de Economía se ha otorgado el II Premio José Manuel Lara a la ambición y el propósito empresarial. Un merecido recuerdo de quien, según palabras de Pedro Fontana, presidente de la Fundación Círculo de Economía: “sintetizó la ambición y el propósito, el empresario y el burgués, la persona entregada a su empresa y, a su vez, comprometida con el bienestar y el progreso colectivo…” “fue una persona libre, y con esa libertad se expresó en defensa de sus convicciones e ideas, sin rehusar la leal fricción entre unos y otros. Cuando muchos callaban, su voz emergía, expresando en público la misma opinión que en privado…”

José Manuel Lara se comprometió con diversas instituciones, culturales, deportivas o económicas. En una de las que más brilló, y donde más pude conocerle de cerca, fue en el Círculo. Y estos días en que tan revuelto anda el debate acerca de la pérdida de peso económico de Cataluña, una cuestión donde las cosas se ven tan distintas desde Barcelona o Madrid, se encuentra especialmente a faltar su figura. Más allá de sus opiniones, que emitía con naturalidad y frecuencia, querría recordar su protagonismo en dos posicionamientos de la entidad que, en este asunto, reflejan su intuición y coraje.

Así, en 2001, en el contexto de la mayoría absoluta de José María Aznar, el Círculo, presidido por el también añorado Salvador Gabarró, emitió la Opinión “El papel del Estado en el mantenimiento del equilibrio económico territorial en España”. La entidad mostraba su preocupación por una política que reforzaba la tendencia natural de la globalización hacia la centralización, en detrimento de la periferia. El documento sorprendió, dió inicio a un debate inacabado, y generó un más que notable malestar en los gobiernos español y catalán. Jose Manuel Lara resultó fundamental para que el posicionamiento se produjera.

Con la misma actitud, en 2007 y siendo entonces presidente del Círculo, dió a conocer la Opinión “La responsabilidad del empresariado catalán”, sorprendiendo e indignando a un empresariado que, lejos de aceptar la mínima responsabilidad en la pérdida de poder económico de Cataluña, situaba el origen de todos los males en la política. Él, por contra, consideraba y argumentaba que, sin negar el lastre de la política, se daban carencias en el ámbito privado que contribuían a ese malestar empresarial

Ambos casos, entre otros muchos que podríamos recordar, reflejan la personalidad de José Manuel Lara. Un entender que no es lo mismo un rico que un burgués. Que éste, a diferencia de quien se orienta exclusivamente a atesorar, entiende el dinero como un instrumento, no como un fin. Que, sin renunciar a aumentar su riqueza, pretende contribuir, de verdad, al bien común. Y que aprovecha su posición privilegiada para hablar en libertad. Una actitud hoy difícil de percibir, más allá del postureo generalizado y autocomplaciente de la sociedad civil.

José Manuel me recuerda aquel concepto de homenot que acuñó Josep Pla. Quizás me suceda aquello de que con la edad uno se vuelve melancólico e idealiza el pasado, pero me parece indiscutible que nuestros homenots van desapareciendo y, en su lugar, emerge una pléyade de homenets (hombrecillos). Que se consideran homenots.