El informe del ex primer ministro italiano, Enrico Letta, sobre el futuro del Mercado Único Europeo ha estimulado al presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, a presentar un ambicioso plan para avanzar en ámbitos como la supervisión financiera común y la armonización del impuesto de sociedades. Todo ello con el objetivo de conseguir más recursos para no quedarnos rezagados ante el empuje inversor chino y estadounidense.

El proyecto, que contaba con el apoyo de la mayoría de grandes países, se ha visto obstruido por diversos estados pequeños lo que ha forzado a matizar el texto con el fin de alcanzar la imprescindible unanimidad. El principal escollo radica en que miembros de la Unión Europea, como Luxemburgo, Irlanda o los países bálticos, se niegan a armonizar sus impuestos pues hacen de la baja fiscalidad uno de sus mayores atractivos.

Todo ello me lleva a un par de consideraciones. De una parte, las propuestas de Enrico Letta resultan convenientes para mejorar los ingresos y, también, para avanzar hacia una fiscalidad justa y una sociedad cohesionada. China y EEUU pueden compatibilizar desigualdad y crecimiento económico, pero no es el caso europeo; nuestro progreso económico debe ir acompasado con la justicia social, el que compatibiliza el legítimo enriquecimiento de unos con la dignidad de todos.

Por otra parte, la fuerza de estos pequeños países, que representan un 5% de la ciudadanía europea, se sustenta en acoger a grandes fortunas y corporaciones europeas que se mueven libremente para ubicarse donde no pagar impuestos. Por ello, recomponer las amenazantes fracturas, que arrancan de una desregulación y globalización acelerada, requeriría que el dinero entendiera el momento; no ya para preocuparse por la cohesión social y el bienestar colectivo como para que, pensando en sus propios intereses, entendiese que, seguir maximizando hasta límites sorprendentes el beneficio inmediato pone en riesgo al propio capitalismo. Y si no lo hacen que, por lo menos, dejen de manifestar su honda preocupación por el amenazante populismo del que, en buena parte, son sus responsables.