Datos recientes avalan la preocupación del independentismo por el futuro del catalán: su uso como lengua habitual ha descendido progresivamente hasta situarse en un 25% para los jóvenes con edades entre los 15 y los 35 años, sin que nada indique que la tendencia vaya a cambiar. Para entender la dinámica se señalan varios factores, desde la llegada de población inmigrante a la irrupción de las plataformas audiovisuales o las redes sociales.
A muchos no independentistas también nos desagrada este deterioro por lo que, con la voluntad de contribuir a reconducir el entuerto, les sugiero a nuestros preocupados dirigentes nacionalistas que, en sus análisis, incorporen otra razón que ha favorecido este desgaste: el procés.
La deriva independentista de los últimos tiempos ha jugado en contra de la lengua catalana desde una doble perspectiva. De una parte, el idioma ha transitado de elemento integrador a signo identitario de una de las partes enfrentadas. En su momento, la inmigración proveniente del sur de España percibía el catalán como la mayor seña de identidad del país que amablemente les acogía. Así, si bien la mayoría de aquellos llegados en edad ya adulta no se lanzaban a utilizarlo, sí se sentían orgullosos de que sus descendientes lo emplearan con toda naturalidad. Hoy no es así.
De otra, lo que más ha sostenido el catalán, aún en los peores tiempos del franquismo, ha sido la fortaleza del país; una Cataluña tradicionalmente acogedora, dinámica y creativa, la comunidad que atraía a la mayoría de aquellos ciudadanos dispuestos a abandonar sus lugares de origen para aspirar a una vida mejor. Hoy la situación ha mutado de manera contundente, hasta el punto de que somos nosotros quienes nos marchamos, especialmente a Madrid, para un mayor desarrollo profesional. En estas circunstancias, me pregunto qué puede estimular el aprendizaje y uso del catalán, más allá de reglamentaciones que, sin amplio apoyo social, pueden llegar a resultar contraproducentes.
Comparto la preocupación por la pérdida de vitalidad del catalán, pero de no reconducir la dinámica global del país, la tendencia se acelerará. Resulta lamentable que hoy, en plena democracia, con el gobierno de partidos independentistas y habiendo dejado atrás circunstancias históricas muy complejas, nuestra lengua vaya a la baja. Quizás, aparte del autoproclamado amor a la patria, también cuente la inteligencia política y el respeto al otro.