Cuando parecía que el equipo de gobierno de la Cámara de Barcelona retornaba pausadamente a la serenidad, de repente resurge decidido a acabar su mandato con toda pomposidad.

Así, esta semana el pleno aprobó una resolución de reconocimiento al Consell per la República de Carles Puigdemont. Mientras la gran mayoría de la sociedad y economía catalana apuesta por recuperar la moderación, nuestros representantes empresariales lanzan una proclama que no conduce a nada y que, por el contrario, desincentiva el retorno de empresas y alimenta la desorientación del país.

Cuesta aún más de entender cuando, además, nos enfrentamos a las circunstancias más complejas y preocupantes que hayamos conocido desde la II Guerra Mundial; mientras los empresarios andan todo el día elucubrando cómo sobrevivir a tanta adversidad, sus representantes camerales a lo suyo y tan contentos. Quedémonos con la actitud de las grandes empresas que, por fin y lideradas por Criteria, decidieron hacer oír su voz. La articulada intervención de su representante, Josep Maria Coronas, no debería ser flor de un día.  

A su vez, el mismo día del pleno se dio a conocer la sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña, en respuesta al recurso de la mercantil Staff Pavillon, que lleva a la nulidad de las elecciones de 2019 y a la consecuente convocatoria de nuevos comicios. Esta es una de las muchas demandas que, a medida que van siendo resueltas por la justicia, permiten comprobar las graves irregularidades; un cúmulo de anomalías que, incluso, podrían haber alterado de manera determinante el resultado electoral. Buen momento, pues, para reconocer a quienes se rebelaron ante el despropósito electoral.

Entre ellos, de manera destacada, Carlos Tusquets. La coherencia del financiero sorprende entre tanta actitud acomodaticia de las élites barcelonesas, más caracterizadas por sus elevadas dosis de autoestima que de coraje. Su decisión de interponer acciones legales contra esa mayoría abrumadora que copó la Cámara, que se van resolviendo a su favor, merece ser reconocida. A ver si cunde el ejemplo y de una vez dejamos de guiarnos por ese “no prenguem mal”, “no n’hi ha per tant” o “la roba bruta es renta a casa” y empezamos a hablar sin tanta autocensura.

En resumen, una semana interesante para la Cámara de Barcelona, en la que hemos podido comprobar su peculiar concepto de servir a Cataluña.