La caída del bitcoin está arrastrando a alguno de sus intermediarios más relevantes. Los gigantes tecnológicos están perdiendo valor, destacando el tremendo pinchazo de la ensoñación del metaverso que está sufriendo Facebook. Los gigantes tecnológicos anuncian despidos masivos. Estamos ante un nuevo pinchazo de una burbuja inversora.

Que los valores se sobrevaloren de manera irracional no es en absoluto algo nuevo. La historia de la humanidad está llena de burbujas especulativas que al explotar se llevan por delante mucho dinero y expectativas. Lo malo es que quienes las crean no suelen perderlo todo, pero sí muchos ingenuos que entran tarde movidos, también, por la avaricia. Hay un dicho en Wall Street, atribuido a Rockefeller, que debiéramos aplicarnos todos: “Cuando mi limpiabotas invierte en bolsa, yo saco todo mi dinero”. La entrada en tromba de inversores no profesionales en un valor es el primer síntoma del final de la burbuja.

La verdad es que las caídas en valor son demasiado dispares como para poner a todos en el mismo saco. En un extremo tenemos al mundo del bitcoin que está saltando por los aires y no está claro que sobreviva, al menos tal y como lo entendemos, más asilvestrado que desregulado. En el otro, Apple, una compañía que vende tanto hardware como software de calidad, que “solo” ha perdido un 15% de valor en lo que llevamos de año, nada relevante salvo porque se trata de una compañía que en los últimos años solo sabía crecer. Amazon, Google, Tesla, Facebook… todos se han dado una buena torta, con caídas superiores al 60% en el caso de Facebook.

Es lamentable la simplificación que solemos hacer colocando en el mismo saco compañías o incluso países muy dispares. Apple es una empresa más que solvente que basa su éxito en el diseño, fabricación (por terceros) y venta de hardware y software, con una promesa de diseño y calidad superior a la media. Amazon nació como venta de libros por internet, se convirtió en un monstruo del e-commerce y ahora, además, desarrolla una ingente cantidad de servicios de almacenamiento en la nube, produce y distribuye películas y series y mueve datos como nadie, todo eso con una clara visión empresarial de ir ganando cuota de mercado, idealmente hasta dominar las categorías en las que está presente, sin importarle demasiado la generación de beneficios a corto. Google domina con cuotas superiores al 50% la publicidad digital en casi todos los países que opera. Tesla diseña, fabrica y distribuye coches eléctricos con crecientes ayudas a la conducción, siendo tremendamente efectivo su márketing empresarial ya que parece que solo ellos hacen coches eléctricos con ayudas a la conducción, independientemente de la mejorable calidad de sus productos. Y Facebook es un actor muy relevante en el márketing digital y en el análisis de las costumbres de los usuarios de internet. Coches, teléfonos, datos, libros… todo mezclado y parece que suben y bajan sus acciones por contagio.

En el trasfondo de estas caídas está la sobrevaloración producida por el exceso de liquidez en los mercados. Sin subir tanto, sin fundamento, ahora no habría caídas tan enormes. Pero hay que distinguir al menos tres tipos de empresas:

  • Tecnológicas consolidadas. Sus acciones suben y bajan según sean sus resultados y sobre todo sus expectativas. El caso de Facebook es especial pues quiso dar un salto mortal hacia el metaverso y se ha pegado, al menos de momento, una buena costalada. En cualquier caso, lo ocurrido es un simple accidente debido a una apuesta excesiva, o excesivamente temprana, por una innovación, pero no pone en duda nada de la empresa.
  • Unicornios. Las startups que valen, o dicen valer, 1.000 millones o más pueden tener serios problemas en el corto plazo porque su valoración se basa en el último dinero que entró, en nada más. Si alguien ha pagado 100 millones por el último 1% la empresa dice que vale 10.000, aunque no tenga ni siquiera ingresos. Ahora que el dinero comienza a ser menos intrépido y, además, es más caro, más de un unicornio puede desaparecer.
  • Criptomonedas. Un entorno sin regulación ni supervisión es caldo de cultivo para chiringuitos y estafas. La caída de la cotización de las criptomonedas está llevándose por delante compañías que prometían riqueza infinita. Lo peor, probablemente, está por llegar porque la caída supera el 80% desde el máximo, lo que un genera pánico que empuja a los inversores a salir y es en las estampidas de inversores cuando se descubren las vergüenzas de quienes querían sacar tajada de la avaricia humana.

La burbuja explotó. Nada nuevo bajo el sol.