Parece ser que Artur Mas ha publicado un libro. Y no me atrevo a decir que ha escrito un libro porque a saber qué negro o negra se lo habrá hecho. Se acerca Sant Jordi y no está la economía del expresidente para dejar pasar oportunidades de hacer caja, que las fianzas por las causas pendientes van cayendo sin prisa pero sin pausa.

Cap fred, cor calent, se llama la cosa, o sea Cabeza fría, corazón caliente, un título que más parece de un bolero que de un libro de recuerdos de un presidente de la Generalitat. Aunque, bien mirado, puede traducirse también como Ningún frío, coro caliente y, en este caso, estaríamos ante el título de una película porno en la que un grupo de gospel --catalán por supuesto-- que ha ido a actuar a tierras nórdicas --o sea, a la Dinamarca del norte por contraposición a la del sur, de donde son originarios sus miembros-- van a parar a una inhóspita sala de conciertos sin calefacción. Y para entrar en calor usan la única herramienta que tienen a mano, es decir, sus propios cuerpos. Ningún frío, coro caliente, con guión de Artur Mas, en las mejores salas X de Cataluña, no se la pierdan.

Al preestreno asistieron la semana pasada todos los que fueron algo en los gobiernos de Mas, todos los que son algo en el gobierno actual y todos los que quieren ser algo en futuros gobiernos. O sea, un montonazo de gente. Lo de Mas es jugar sobre seguro, ya que de esta forma el lleno estaba cantado.

Se desconoce si estuvieron ahí pensando que iban a asistir a la presentación de unas memorias, a la interpretación de un bolero o al estreno de un film para adultos. Las apuestas estaban a la par entre la tres posibilidades, hasta que la aparición de Mónica Terribas --que presentaba el acto-- las decantó hacia la última, pues de todos los era conocido el especial cariño que se profesan la presentadora estrella de la radio catalana y Artur Mas. Da igual, la cuestión en los actos de este tipo que se celebran en Cataluña es estar. El motivo es lo de menos: se trata de dejarse ver. Esto, en la política catalana, es tan viejo como el engañar a los votantes y el trincar comisiones.

Finalmente se desveló el misterio y se trataba de un libro, para desencanto de bastantes de los presentes que esperaban sexo duro a los acordes de un bolero. Disimularon, claro, e incluso aplaudieron cuando Artur Mas soltó por el micro su habitual sarta de obviedades. Qué iban a hacer los pobres, con su lazo amarillo en la chaqueta.

Que, a estas alturas, se aplauda a alguien que suelta por esa boquita que el procés fue un fracaso, indica a las claras cómo está la cosa en Cataluña. Supongo que algunos aplaudirían porque les encanta que haya sido un fracaso ya que así pueden seguir con el victimismo que tantos réditos produce, y otros por la perspicacia del antaño líder, que en menos de cinco años ha sido capaz de deducir lo que otros en cinco minutos. El caso es aplaudir. Y comprar el libro, claro, que sólo con aplausos no va a pagar el bueno de Mas las fianzas. Y el yate no se mantiene solo, ya sería el colmo que por culpa del procés el hombre no pudiera poner este verano rumbo a Menorca.

Compren el libro, cómprenlo aunque yo les haya desvelado que no hay en él la pornografía que anuncia su título. Por lo menos van a distraerse no por la calidad literaria, sino con el narcisismo del protagonista. Y si ni eso les seduce, pueden jugar a contar cuantas metáforas náuticas caben en sus páginas. No se lo tengan en cuenta al autor, el pobre no tiene en la cabeza otra cosa que salvar su yate. Denle unos eurillos.