La simple hipótesis de que Ramón Tamames puede encabezar una moción de censura de Vox contra Pedro Sánchez, por absurda que parezca, me ha provocado una extraña sensación de perplejidad y tristeza. Inevitablemente me recordó aquello que Ricardo de la Cierva escribió en El País de “¡Qué error, qué inmenso error!” cuando se anunció que el primer presidente de la recién estrenada Monarquía sería Adolfo Suárez, aunque después fuese su ministro de Cultura por unos largos meses. Solo que esta vez me ha parecido un “horror”, mucho más que un error. Básicamente porque me parece que Vox, que ahora disfruta de una gran propaganda gratuita, encarna precisamente todo aquello contra lo que el candidato in pectore había luchado toda su ya larga vida.
Cuentan las crónicas que mañana hará pública su decisión final. Todavía tiene tiempo de reorientar su camino. Sin necesidad de recurrir a otros nombres, da la impresión de que estuviésemos ante un fenómeno de profundo deterioro de la gerontocracia, que nada tiene que ver con el respetado consejo de ancianos de tribus o pueblos primitivos. Puede tratarse de un ataque de vanidad para disfrutar de unas horas, tal vez unos días, de efímera gloria mediática que puede facilitar a más de un estúpido insultarle innecesariamente y situarle al servicio de la ultraderecha. Sin embargo, resulta desolador ver cómo, a estas alturas, se tira por la borda una hoja de servicios impoluta, por más que pueda haber sus sombras, en defensa de la libertad y la democracia, de años de reconocida experiencia académica e investigadora.
Admito conocerle desde no me acuerdo cuando. Quizá de aquellos tiempos sobre los que Manuel Vázquez Montalbán dijo que “Contra Franco vivíamos mejor”, con cierta añoranza de cuando los comunistas, “el partido” que se decía en las postrimerías del franquismo y los inicios de la transición, eran aun una familia compacta. De aquello hace ya mucho e invita a interrogarse sobre quién conoce ahora al profesor Tamames, más allá de unas élites ilustradas y de cierta edad. Dudo mucho su aquiescencia entre las generaciones más jóvenes de este país, salvo que se trate de estudiantes que aun recurren a su obra “Estructura económica de España” que llegó el pasado año a su vigésimo sexta edición, al margen de diversas reediciones. Por eso me asalta la duda de tratar de saber de quién habrá sido la idea inicial y con qué objetivo final.
Ramón Tamames ha sido siempre una persona culturalmente inquieta, de una gran curiosidad intelectual, desde mediados de los años cincuenta cuando la Universidad empezaba a despertar con jóvenes para quienes la guerra sonaba ya a aires de largas vacaciones o a fanfarria que dio paso a lo que el historiador Fernando García de Cortázar definió como “una larga noche cuartelera”. Lo retrató con detalle Pedro Laín Entralgo siendo rector de la Universidad de Madrid en un informe sobre la juventud española: “Entre los años 1945 y 1950 comienzan a ingresar en la Universidad jóvenes para los cuales nuestra Guerra de Liberación y sus motivos determinantes no son ya el recuerdo de una experiencia personal sino la audición o la lectura de un relato”. Esa fue la generación de quien ahora nos ocupa, al menos de una parte de ella, protagonista de los sucesos de 1956 en Madrid que costaron su dimisión al entonces rector y al ministro de educación, Joaquín Ruiz Jiménez.
Me consta que hay quienes tratan de convencerle de que es el momento de decir que no. Lo mismo que me llega que hay también irresponsables que le bailan el agua y animan a ser el candidato de esa moción de censura sin pensar en momento alguno los riesgos que ello puede conllevar para el afectado: convertirse en nada y orillado, por más que se deje halagar y vea engrosada su vanidad. Ya circuló en su día incluso que estaba en la lista de ministrables del gobierno de concentración que el general Alfonso Armada quería implantar con el 23F. Antes es de sobra conocido que fue militante del PCE, incluso coordinó una obra colectiva titulada Un futuro para España: la democracia económica y política, editado en París en 1967 con prólogo de Santiago Carrillo. Eran tiempos en los que se hablaba de la alianza de las fuerzas del trabajo y la cultura para acabar con el franquismo. Pero desde entonces ha llovido mucho. En su domicilio, siendo primer teniente de alcalde de Enrique Tierno Galván, empezó a gestarse aquella corriente que se llamó de los renovadores, dirigentes comunistas que en poco tiempo acabarían todos fuera de la organización.
Quien tenga memoria puede recordar ahora aquello de la pinza entre Jose María Aznar y Julio Anguita para acabar con el gobierno socialista de Felipe González. Ahora han cambiado las tornas. A la luz de las encuestas, los vientos electorales no parecen favorables para Vox, mutado en marca blanca del PSOE. Su objetivo es impedir que el PP pueda gobernar sin necesidad de contar con ellos. Ya no se trata de una confluencia entre la oposición de derechas y la de izquierda contra el gobierno socialista, ahora avistamos una conjunción de intereses entre el PSOE y la ultraderecha. El PP puede necesitar a Vox para gobernar; pero el PSOE necesita a Vox para ganar. Mañana lo sabremos, pero Ramón Tamames debería reflexionar, si aún le queda tiempo y lucidez, sobre que tan solo desean utilizarle. Quizá le resultase más útil pensar en la posibilidad de hacer una tournée predicando la regeneración de España, la defensa de la Constitución y los valores de la transición que representa. Al menos hasta hoy.