Ramon Tamames
De un extremo a otro
Me irrita bastante esa gente que siempre está buscando una causa para hacerse la ilusión de que su vida tiene sentido, actividad a la que no nos dedicamos los que llegamos hace tiempo a la triste conclusión de que no tiene ninguno (aunque no por ello hay que suicidarse, sino intentar disfrutar del absurdo generalizado en la medida de nuestras circunstancias). En el mundo político es donde más se notan los bandazos que pueden dar los humanos en diferentes etapas de su vida. Pensemos en aquel miembro de la banda Baader-Meinhoff que pasó de la extrema izquierda a la extrema derecha con el correr de los años y una estancia en prisiones alemanas. O, sin movernos de España, en el inefable Pío Moa, un hombre capaz de echar su vida a los cerdos dos veces: de joven, militando en el GRAPO; de mayor, haciéndose franquista cuando Franco ya llevaba muerto unos cuantos años. También son curiosos los recorridos ideológicos de gente como Hermann Tertsch o Juan Carlos Girauta, capaces de pasarse de la socialdemocracia al extremismo de derechas. A todos estos personajes recién citados creo que ya podemos sumar uno más, Ramón Tamames (Madrid, 1933), quien parece estar a punto de aceptar la oferta de Santiago Abascal para encabezar una moción de censura al presidente del gobierno, Pedro Sánchez.
Uno no siente la menor simpatía por ese arribista profesional que es Pedro Sánchez y, de hecho, es probable que se merezca una moción de censura por gobernar con la ayuda de enemigos del estado como ERC o Bildu. Pero si esa moción de censura la pone en marcha Vox, se me quitan de inmediato las ganas de secundarla: estoy hasta las narices de lo que Sánchez ha hecho con el PSOE, pero eso no me lleva a lanzarme en brazos de Vox. Intuyo que le pasa lo mismo a mucha gente que, como yo, no ve necesario dar grandes bandazos políticos, irse de un extremo del arco parlamentario a otro, decir Diego donde dijo digo y empeñarse en practicar, en suma, una inacabable búsqueda pueril de un colectivo político en el que se sienta representado. Yo llevo muy dignamente lo de no saber a quién votar, pero parece que eso es algo que encocora profundamente a los buscadores de causas nobles. Que Ramón Tamames, a punto de cumplir los 90, aún esté buscando su nueva causa noble me causa cierto estupor: si a mis sesenta y pico ya estoy considerando seriamente la posibilidad de dejar de votar, me pasma que un señor que va para los 90 todavía tenga el cuerpo para piruetas políticas de gente a la que hace décadas despreció o detestó.
Ramón Tamames se afilió al Partido Comunista en 1956 y se quedó allí hasta 1981. Tres años después creó la Federación Progresista, que sería el origen de lo que ahora conocemos como Izquierda Unida (o lo que queda de ella). En 1989, nuestro hombre se apuntó al CDS de Adolfo Suárez en un claro ejemplo de miopía política, pues aquel partido duró menos que un merengue en la puerta de un colegio, como diría mi difunto padre. Luego parece que se alejó de la política y se dedicó a su oficio de economista de manera discreta, pues yo no había vuelto a saber nada de él hasta ahora, cuando ha anunciado que está estudiando muy seriamente la propuesta de Abascal y que se siente moralmente obligado a aceptarla porque considera a Sánchez un sujeto nefasto (estoy de acuerdo, pero dudo que sustituirlo por Abascal le garantice un futuro glorioso a mi querido país).
En esta vida se puede evolucionar ideológicamente, pero dentro de un orden, en mi modesta opinión. Yo nunca dejaré de ser un socialdemócrata trasnochado que no sabe a quién votar porque no se siente representado por nadie, pero hay gente que es capaz de pasar del PC a Vox sin despeinarse y sin un poquito de por favor. No sé si llegaré a la muy respetable edad del señor Tamames, pero en caso afirmativo, juro ante lo más sagrado que todo me importará mucho menos que ahora y no estaré para aventuras políticas en compañía de gente poco recomendable. Hasta cierto punto, resulta entrañable que un hombre de la edad de Tamames siga buscando una causa que justifique su existencia, pues así demuestra que no piensa en la muerte que lo acecha. Si consideramos lo suyo una terapia optimista, entonces ya no tengo nada que decir.