En el momento de ponerme a redactar la columna semanal, andaba perdido pensando qué compartir con mis amables lectores este domingo. Hojeando la prensa, por si se enciende la bombilla, leo la siguiente noticia: “El PP se alía con los halcones para pedir férreos controles por la ayuda de la Unión Europea”.
Mi sorpresa fue tal que me recordó la figura de la antigua “inocentada”, aquella noticia inverosímil con que cada periódico nos sorprendía el 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes.
Uno de los colectivos más cohesionados en la política europea, son los llamados halcones, no tanto por su propia estructura como por las ideas fuerza que comparten, entre ellas que el mundo meridional es manirroto por naturaleza, y vive del esfuerzo del norte. Para no entrar en una larga historia de innecesarios y miserables agravios, me remito a la dignidad del primer ministro portugués Antonio Costa que calificó como de “repugnante, una mezquindad recurrente” las declaraciones que el ministro holandés, Wopke Hoekstra, dirigió a España e Italia, en los momentos más duros de la crisis sanitaria.
Así, esta semana se constituyó un grupo de trabajo con halcones diversos, en el que resultó muy activa la delegación popular española, liderada por Dolors Montserrat. El fondo del mensaje, inequívoco: no se fíen del gobierno y el parlamento español; sin nosotros al frente todo es un desastre; aprieten y que se sepa. Unas consideraciones.
Al margen de los atinados que resultan los calificativos que el primer ministro portugués dedicó al halcón neerlandés, y de cualquier otra consideración ética entre las cuales no podríamos obviar la condición de pseudo paraíso fiscal de Holanda, no debemos olvidar una cuestión fundamental. En el marco de un mercado único, y compartiendo una misma moneda, la iniciativa de fondos europeos para la reconstrucción de los destrozos del Covid-19 resulta de una enorme coherencia y, además, es un primer paso para solventar una de las grandes carencias del proyecto europeo: teniendo mercado y moneda, faltaba la fiscalidad.
Habría que recordar, también, que los grandes beneficiarios del espacio único europeo son, precisamente, los países que representan los halcones, a quienes tampoco ha ido nada mal compartir una misma moneda. Por tanto, que no nos hablen de solidaridad, es una cuestión de coherencia e, incluso, de intereses comunes a medio plazo, para mantener Europa y sus mercados.
Lo que me viene desorientando de hace tiempo, es como el Partido Popular hace suya esta dinámica. Evidentemente, los fondos europeos deben orientarse a proyectos de reconstrucción y fortalecimiento, aplicados a partir de unas líneas bien definidas para todos los países europeos. Pero, no puedo entender que los nuestros contribuyan, con orgullo, a dar motivo a los halcones para reforzar y proclamar su desconfianza en nuestro entramado institucional y político.
Pero, curiosamente, cuando el líder del grupo que acoge a los halcones, el alemán Manfred Weber, sentencia: no estar dispuesto a que se financien las falsas promesas de Podemos resulta que, con un día de diferencia, el Partido Popular acababa de aprobar en el Congreso de los Diputados el proyecto estrella de Podemos, la renta vital.
Tendremos nuestros problemas, pero un partido que ha gobernado durante cuatro legislaturas, como el Partido Popular, no puede hacer suyo el juego de los halcones en Europa. Y si considera conveniente que éstos influyan en determinada línea, le corresponde hacerlo desde la discreción propia de la buena política, pensando en España y en Europa, pero sin que ello conlleve jugar con la imagen reputacional del país por el que fueron elegidos.
Los halcones, al margen de lecturas éticas, que cada uno hace las suyas, constituyen una amenaza al sentido del proyecto europeo y una garantía permanente de fractura entre norte y sur. Los errores y casos de corrupción que se hayan cometido en nuestro país no justifican en absoluto su actitud. Y hablando de corrupción, ¿qué deben explicar los representantes del PP en sus reuniones con los halcones?
Los populares pueden recuperar centralidad política con un discurso sereno, constructivo y coherente. Creo que están a tiempo, y es lo que necesitamos. El estilo de los halcones no aporta nada y su nombre ya lo dice todo. Así parece haberlo entendido Inés Arrimadas, quizás consciente de lo que ha vivido su partido, en el que algún que otro halcón marcaba la línea.