Una portada de la revista 'Hara Kiri'

Una portada de la revista 'Hara Kiri'

Letras

Hara Kiri: tontos y malos

La mítica revista 'Hara Kiri' fue una de esas animaladas que ahora sería imposible editar, pues su misión principal consistía en tomárselo todo a chufla y en ofender a la mayor cantidad de colectivos posible

29 octubre, 2023 23:54

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A finales de 1993, uno deambulaba por el Salón del Comic de Angulema, Francia, enviando crónicas del evento al diario El país y comprando álbumes para su colección particular, cuando decidió hacerse con un libro sin ilustraciones, solo con fotos, que llevaba por título Vous me croirez si vous voulez (Creedme si os apetece, nunca se tradujo al español). Su autor era Georges Bernier (1929 – 2005) - más conocido en el mundo del humor salvaje y desacomplejado por su alias de Professeur Choron-, uno de los fundadores en 1960 de la mítica revista Hara Kiri, una de esas animaladas tan propias de la década prodigiosa que ahora sería imposible editar, pues su misión principal consistía en tomárselo todo a chufla y en ofender a la mayor cantidad de colectivos posible. Yo era muy fan del profesor Choron, así que una fría mañana de invierno me acerqué al stand en el que dedicaba su magna obra y le pedí una firmita, que me concedió amablemente, no sin antes hacerse repetir varias veces mis aparentemente incomprensibles nombre y apellido. Aunque no serían ni las once, yo diría que el hombre ya se había tomado unas copas. Y debió seguir en esa misma línea a lo largo de la jornada, pues esa misma noche lo detuvo la policía por mearse en una maceta del señorial hotel Mercure de France. Genio y figura, hasta la sepultura.

El señor Bernier tomó su apodo de la calle Choron (número cuatro), donde tenía su sede la redacción de Hara Kiri, revista que él mismo había fundado, con ánimo disolvente, junto a otros notorios gamberros de la historieta gala como François Cavanna o Fred (quien posteriormente ganaría prestigio y una cierta fama publicando en Pilote las aventuras, entre oníricas y poéticas, de Philemon). La cosa empezó vendiendo la revista por la calle al módico precio de un franco, pero a finales de 1960, Hara Kiri ya era una publicación más o menos establecida que hasta contaba con la citada redacción del 4 de la rue Choron (para entonces ya se habían apuntado a la descarada propuesta humorística personajes como Reiser (sin el que no habría existido nuestro Óscar Nebreda, quien le calcó el estilo durante años), Topor o Wolinski y Cabu, quienes acabarían muriendo asesinados en el asalto yihadista a la sede parisina de Charlie Hebdo, herencia levemente descafeinada de Hara Kiri, más escorada a la izquierda tradicional que hacia el sindiós irrespetuoso y faltón que fue la principal seña de identidad de su predecesora.

Al poco tiempo de su aparición, llegó a Hara Kiri la carta de un lector ofendido e indignado que acusaba a sus creadores de tontos y malos. Éstos, lejos de ofenderse, convirtieron los insultos en el subtítulo de la publicación: Journal bete et mechant (Revista tonta y malvada). Y redoblaron sus esfuerzos para fabricar un material susceptible de conseguir irritar siempre a alguien (yo creo que hoy día, época de esplendor de los ofendiditos, los encarcelarían o, directamente, los matarían). Quienes compartíamos su peculiar visión del mundo, eso sí, nos reíamos mucho con sus cosas, dado que su nivel de desfachatez era inédito y no ha vuelto a alcanzarse desde entonces. Como no podía ser de otra manera, la Francia biempensante la tomó con Hara Kiri desde el principio: fue prohibida dos veces, en 1961 y 1966, y se le dio la puntilla en 1970, a raíz de una broma de no muy buen gusto sobre la muerte del general De Gaulle. Luego vino Charlie Hebdo, más politizada y relativamente más presentable, una revista que nunca ha estado mal, pero jamás ha alcanzado las cotas de salvajismo, grosería y deliberado mal gusto que siempre distinguieron a las huestes del profesor Choron, que en paz descanse.

Hubo un conato de renacimiento en 1986, gracias al dibujante François Vuillemin, sujeto hilarante y a menudo molesto que intentó reverdecer los laureles de los 60 en una época que ya no estaba tan predispuesta a ese Anything goes del que hablaba, en otro contexto, el gran Cole Porter. Vuillemin tuvo la brillante idea de escribir y dibujar una serie titulada Hitler SS, versión del nazismo desde una óptica salvaje y cruel que no hizo ninguna gracia a las asociaciones judías de Francia, que consiguieron que el álbum fuese retirado de la circulación nada más aparecer (algo parecido ocurrió en España cuando lo publicó la gente de El Víbora). Los años 60 estaban muertos y enterrados y, al parecer, había bromas que ya no se podían tolerar.

Esos años 60 fueron la edad dorada de Hara Kiri y su humor tonto y malvado. En su redacción coincidieron los gamberros más alternativos y desinhibidos de Francia, y lo que lograron fue una revista insólita que no podía salir bien y que, tarde o temprano, acabaría pagando cara una desfachatez que hoy en día es imposible replicar (Charlie Hebdo mantiene la dignidad, pero nuestro El Jueves la perdió hace años). Hara Kiri iba contra todo y contra todos, consiguiendo cabrear a la derecha y a la izquierda, a la iglesia y al ejército, a la banca y a la gran empresa, cuando ahora lo que se lleva es aparentar una posición de izquierda progresista que, en el fondo, no se mete en líos y vivir a costa de una clientela fiel que cree estar del lado bueno de la historia al comprar su revista favorita.

Hara Kiri fue como un atronador y maloliente cuesco en las narices de la gente seria y formal que cree que hay que ponerle límites a todo. Sus autores, libertarios y libertinos, tuvieron la suerte de vivir en unos años en los que sus delirios eran aceptados, aunque fuese a regañadientes y con la amenaza del secuestro administrativo pendiendo constantemente sobre sus cabezas. La mayoría están muertos, por causas naturales o balazos de los yihadistas. Vivieron una fiesta que duró una década y luego desaparecieron o se reciclaron o escribieron sus memorias para dedicarlas durante el día y orinarse de noche en el hall de un hotel burgués. Su trabajo consistió en chistes, historietas y hasta fotonovelas como Les histoires a la con du professeur Choron (Las historias idiotas del profesor Choron), que este mismo protagonizaba y que a día de hoy siguen provocándome lágrimas de risa.

Como se dice en estos casos, fue bueno mientras duró.