Robert Crumb, alternativo total (II)
A principios de los 90, le llega el turno de ser finalmente aceptado por la sociedad y de ser considerado una persona respetable y un artista fundamental del siglo XX
15 octubre, 2023 23:51Noticias relacionadas
A principios de la década de los noventa, Robert Dennis Crumb se va a vivir a un pueblo del sur de Francia junto a su segunda esposa, la también dibujante (aunque no brillara mucho en ese campo) Aline Kominsky (nombre real, Aline Goldsmith, Nueva York, 1948 – Sauve, 2022), con la que engendra dos hijos, Beatrice y Charles. Aunque ya es considerado el padre del comic underground norteamericano, ahora le llega el turno de ser finalmente aceptado por la sociedad y de ser considerado una persona respetable y un artista fundamental del siglo XX. Los franceses, como tienen por costumbre, lo adoptan y le dedican en 1992 una exposición retrospectiva en el Salon de la bande dessinnée de Angulema, bonita población de la Charente que uno visitó con frecuencia durante la larga época en la que estuvo metido hasta la nariz en el fascinante mundo de la historieta.
Con la edad, la producción del señor Crumb va disminuyendo y se va convirtiendo en una serie de relatos breves que dibuja a solas o al alimón con su mujer: es fácil distinguir en cada viñeta lo que ha dibujado uno y ha dibujado la otra, pues la parte de la pobre Aline, a la que Dios no llamó por el camino de la ilustración, deja bastante que desear. Las historietas, en cualquier caso, se salvan porque suelen ser tranches de vie de la feliz pareja. Hasta entonces, Crumb se había dedicado a reflexionar sobre la Otredad, que diría Machado, y dado a luz álbumes tan descacharrantes como Mis problemas con las mujeres (editado en España, como casi toda la obra de nuestro hombre por La Cúpula, casa madre de la revista El Víbora). Ahora, Crumb se centra en la vida conyugal en general a través de la pareja que le cae más cerca, que es la que forman Aline y él. Adiós, pues, a las negras de enormes y protuberantes traseros y hola a la cotidianidad de una pareja de una cierta edad que vive plácidamente en el sur de Francia y ve crecer a sus hijos. Robert Crumb ha dejado definitivamente de ser un gamberro y adopta una línea narrativa no muy distinta a la de un Woody Allen o un Larry David.
Cuando ya lo creíamos pre jubilado, nos sorprende con una voluminosa adaptación del Génesis (2009) que es, probablemente, la opción más rara elegida a lo largo de toda su carrera. El papá del rijoso gato Fritz y del caradura místico de Mr. Natural se convierte en un lector de la Biblia y elige para llevar al comic una de sus partes más consistentes y relevantes: el libro sobre el origen de todo. Quienes esperaran una versión irreverente del texto sagrado debieron llevarse un buen chasco, pues Crumb no aprovecha la ocasión para burlarse de la religión o para hacer chistes a costa de la divinidad, sino que se toma ambos conceptos muy en serio y se marca una obra que podría ser leída tranquilamente por los suscriptores de L´Osservatore Romano y hasta por los miembros menos sectarios del Opus Dei. Todo ello sin ponerse en exceso trascendente, sin convertirse en un meapilas y conservando su estilo habitual. Se nota que el hombre ya tiene una edad y no está para seguir contándonos las chorradas de Mr. Natural o las aventuras eróticas del gato Fritz. Génesis es, digámoslo claramente, la gran obra de madurez de nuestro héroe, que se prodiga muy poco a partir de entonces.
Actualmente, Crumb ya ha alcanzado la condición de octogenario, todavía está encajando la desaparición de su compañera de casi cincuenta años y puede que haya llegado a la conclusión de que ya ha dicho todo lo que tenía que decir. En cualquier caso, aunque no haya nuevas historietas de Robert Crumb, Génesis sería el broche de oro ideal para su carrera, una salida por la puerta grande, una despedida señorial.
Eso sí: por si acaso, habrá que estar atento a la revista The New Yorker por si aparece alguna historieta nueva del gran Crumb: cosas más raras se han visto. Y nunca nos faltará material para releer, pues se tiró años trabajando a destajo. Espero que la muerte le sorprenda de manera plácida en su casita del sur de Francia, escuchando sus viejos discos de blues de 78 rpm. e íntimamente satisfecho por haber logrado hacer sentir su presencia en el mundo del comic en particular y en el de la cultura occidental en general.