La escritora Jenny Erpenbeck

La escritora Jenny Erpenbeck EDITORIAL ANAGRAMA

Letras

Romance al pie del muro

Jenny Erpenbeck plasma en 'Kairós' una relación clandestina que deriva en algo tóxico, en una tortura psicológica en el nombre del amor

28 octubre, 2023 19:50

Acaba de publicarse una novela interesante, en Anagrama: Kairós, de Jenny Erpenbeck (Berlín Este, 1967). En esta editorial esta autora alemana había ya sacado en el año 2018 Yo voy, tú vas, él va, sobre la crisis de los refugiados, con los que se muestra empática, tanto como escritora cuanto como persona, pues, según sus declaraciones, buscó un grupo de refugiados y, como el protagonista de su novela, se zambulló en su vida cotidiana. «Los acompañaba en sus visitas al abogado, las casas de acogida, las manifestaciones...». Luego esos refugiados «no se esfumaron con la publicación de la novela», sino que pasaron a formar parte de su «familia».

Recuerdo que presenté al público a esta autora, entonces primeriza, en el Instituto Goethe de Barcelona en el año 2004, cuando se tradujo Historia de la niña vieja que editó entre nosotros ediciones del Cobre y tuvo repercusión en buena parte de Europa. Historia de la niña vieja trata sobre una chica misteriosa, de cuyos padres nada se sabe, que, ya pasada la adolescencia, se hace pasar por niña, en la escuela va al aula de los párvulos, etc. En fin, una interesante exageración del conocido como “síndrome de Peter Pan”. Para darle conversación le mencioné Ferdidurke de Gombrowicz y el Jakob von Gunten de Walser y resultó que no lo había leído, cosa extraña en una autora sólidamente literaria, directora teatral, con formación. Yo creo que me engañó, por no sé qué motivo. Quizá tenga algo que ver con que Erpenbeck creció en la República Democrática Alemana, donde vivió hasta los 22 años, cuando cayó el muro.

La escritora alemana Jenny Erpenbeck

La escritora alemana Jenny Erpenbeck WIKIPEDIA

Me llamó la atención que se subió al escenario con el carrito de su hijo recién nacido. Mediada la charla el bebé se puso a llorar, ella se levantó y se puso a darle el biberón. Entonces aquello me pareció poco serio y casi una impertinencia, ahora no le daría importancia y quizá hasta me divertiría y le diría al bebé “arro, arro”: los tiempos cambian, nosotros también. Ahora soy más joven. La novela Kairós viene cargada de detalles, de datos precisos, de nombres de lugares que el lector español no conoce pero cuya sonoridad es sugestiva, y se desarrolla en dos planos narrativos.

Es la historia del amor clandestino de Hans --un escritor cincuentón, casado, seductor inveterado, melómano, cómodamente instalado en un relativo prestigio intelectual y en la bohemia segura de una posición laboral en la radio como “autónomo fijo”--, con Katharina, una jovencita de 19 años que aún vive con sus padres y está terminando su estudios. Estos amoríos que al principio tienen todo el encanto del flechazo, la novedad, la vida pasional, arrebatada, en trance de estrenarse, que irradia su hechizo y su dulzura, y hasta diríamos que su sentido, a los sitios y a las cosas inertes, amorío al principio ultra románticos, luego tóxicos, se desarrollan en los años finales e implosión del sistema comunista, cuando todos en el Berlín oriental tienen que reciclar sus ideas, sus costumbres, sus temores y seguridades, y someterse sin rechistar –pues no puede protestar quien viene de un gran fracaso, sólo le toca someterse-- al nuevo ritmo de vida, al fin de las seguridades materiales e ideológicas, de las rutinas dulces y la previsibilidad económica. Como se ve en mi descripción, no hay en la novela tópicos de la política.

Al borde la locura

Saltándome algunas páginas que demoraban el romance, he leído la novela hasta el final, en dos o tres noches. El relato se plantea de entrada como una analepsis (o flashback), muchos años después de los hechos que se contarán a partir del siguiente capítulo, y meses después de la muerte de Hans, una mujer llorosa llama a casa de Katharina, que está ausente, de viaje, y le entrega a su marido dos cajas llenas de documentos. Cuando regresa del viaje Katharina tarda en abrir esas cajas, por motivos que no se explican y hay que adivinar. Ella por cierto también conserva una maleta llena de documentos de ese amor clandestino, que complementan el contenido de las dos cajas, --los dos amantes eran fetichistas de las cosas de su romance, desde las cartas románticas o cochinas que intercambiaban a facturas de restaurantes que frecuentaban, prendas de ropa, discos que escuchaban juntos, etcétera—, como mojones en el camino, en la historia de su amor.

Quizá lo que hace adictiva la lectura de Kairós sea sobre todo la trama de un amor clandestino que empieza de forma muy romántica y feliz, a cuyos primeros compases asiste el lector como un voyeur; en segundo lugar la sensación, que también complace al voyeur que hay en todos, de que es una historia “basada en hechos reales”, por más que lo desmienta una nota final de la autora; en tercer lugar el desvelamiento de algunos detalles de carácter erótico en la relación de los dos, que salpimentan el relato, y finalmente el carácter tóxico, sádico, que transforma el romance y lleva a los dos protagonistas al borde de la locura, a la tortura psicológica en el nombre del amor.  

Pensándolo bien Kairós es una vigorosa variación sobre una historia eterna de amor y daño, de entusiasmo, desencanto y hastío y miedo, que hemos leído otras veces y algunos también han vivido, pero el escenario tiene el atractivo de lo diferente. Por lo demás ya dijo el poeta que “sólo de lo perdido canta el hombre, siempre de lo mismo”.