Carmen Posadas: “Estoy un poquito cansada de la autoficción con su ombliguismo constante"
La escritora, autora de 'Licencia para espiar', rechaza los géneros que venden como real lo que es ficción, sean novelas o series como The Crown'
19 noviembre, 2022 19:30Carmen Posadas sonríe, pero de forma reservada. Es precisa, no alarga las frases. Autora de una extensa obra, sabe que cada título hay que pelearlo, que hay modas literarias con éxito y que todo depende de cómo se mueva el autor y cómo conecte con la crítica y el gran público. Pero fiel a sí misma, Posadas acaba de publicar un híbrido, un libro que es el resultado de la investigación, de la ficción y del buen hacer de la escritora. Se trata de Licencia para espiar, (Espasa), una novela con un subtítulo claro, dedicado “a las mujeres que se dedicaron al peligroso arte del espionaje”. Por sus páginas pasan espías de todas las épocas. Posadas ha contado con asesores de lujo, como Félix Sanz Roldán, ex director del CNI, que le recomendó “libros sesudos, de mucho rigor, pero muy aburridos”, para entender en qué consiste el espionaje, algo que ahora “se ha democratizado”. En esta entrevista con Letra Global, Posadas deja claro que no aguanta una determinada literatura, por muy en boga que esté: “Estoy un poquito cansada de la autoficción con su ombliguismo constante”.
--Pregunta: Usted ha escrito un híbrido, una novela de espías, pero que es también un ensayo. ¿Por qué adentrarse en ello?
--Respuesta: Siempre había tenido la fascinación por ese mundo. De hecho, entiendo que escribir es un poco como espiar, desde una posición más cómoda, porque miras por una cerradura. Cuando mi familia vivió en Rusia, en Moscú, me di cuenta de cómo se espiaba. Se espiaban entre ellos, y se fomentaba la delación del vecino. Y el foco se ponía especialmente en los diplomáticos. Yo me pregunto por qué en diplomáticos de Uruguay, que ya me dirá qué secretos nucleares podía guardar.
--Pero, ¿por qué ahora, cuando esas vivencias ya las recordaba desde siempre? ¿Porque estamos más rodeados que nunca de tecnología que nos espía?
--Hablé con un amigo, porque creí que podía ser el momento, para que me recomendara libros y me ofreció los más sesudos y rigurosos. Pero eran realmente aburridos. No podía entender que no se tratara un tema, que es tan apasionante, con otro tono. Y supe que es la profesión más antigua del mundo, realmente. Saber es poder, y es lo más importante para los humanos, desde tiempos de la caverna, para conocer dónde estaban los mejores pastos o el agua. Y es verdad que ahora estamos rodeados de espías por todas partes, ahora se espía a todo hijo de vecino.
--Las historias de espías, nos han llegado de forma fidefigna a través de escritores como Waugh, Fleming, Le Carré o Greene?
--Tanto Greene como Waugh o Le Carré o Fleming, sí, eran espías, y es que ser escritores es una tapadera perfecta para un espía. Yo recuerdo mucho a Somerset Maugham, que llevaba una vida glamorosa, en transatlánticos. Era una tapadera muy cómoda.
--¿La mujer, como muestra en el libro, tiene mejores condiciones para ello? ¿Qué características comunes tienen sus ‘espías’?
--Hay perfiles muy distintos. Podemos creer que son como James Bond, que se sientan en un hotel. Pero las espías devora-hombres, tipo Ursula Andrees, no son las más frecuentes, aunque las hay. La mayoría son muy discretas. Acabo el libro con una entrevista a una espía que se ha retirado. Y cuando quedé con ella, en una cafetería, fue la última persona que pensé que sería espía. Yo la esperaba, desde dentro, y no me dí cuenta de que había entrado. Ella me dijo que esa era la condición, claro, de ser una buena espía.
--Pero hoy en día se trata de recopilar datos, casi como un oficinista, ¿no?
--Hay muchas vertientes. La guinda del pastel son las operaciones, las de Fleming, con bandas terroristas o conversaciones telefónicas. Lo hemos visto en películas como La vida de los otros. Los informantes, de todos los servicios de inteligencia, reciben información de taxistas, o de camareras de hotel, o de peluqueras. Luego está el ciberespionaje, con horas y horas ante un ordenador. A mi hermana le ofrecieron en Moscú ser espía, y su misión era la de escuchar radio Moscú y procesar la información. Dijo que no, claro.
--¿Le ha ayudado Félix Sánz Roldán?
--Él me facilitó esos libros sesudos.
--¿El español es uno de los mejores servicios de inteligencia, según su entrevista a una espía?
--Es lo que me dijo. Tiene una muy buena reputación en todo el mundo por su inflitración en el mundo árabe.
--Sin embargo, salvo Goytisolo, pocos escritores han conocido la lengua árabe.
--Parece un contrasentido, sí.
--¿Había que espiar a un rey, como es el caso del emérito Juan Carlos?
--No creo que le pudiera sorprender, para nada, en absoluto. Porque los servicios secretos espían a todo el mundo. Luego él se confió y pensó que no pasaría nada por el pacto de silencio que se estableció. Pero tenía que saberlo, seguro.
--¿Le espiaron por sus excesos?
--No sé si estuvo justificado o no, pero se espía a todo el mundo. Quizá no a Xi Jinping, pero al resto estoy seguro que sí.
--Putin fue espía, ¿qué valor añadido tiene respecto al resto de gobernantes?
--Putin conoce las cloacas de los países, en concreto del suyo. Estuvo en la RDA y al amparo del alcalde de San Petersbugo. Y sabe cómo se mueven esos oligarcas que ahora se caen misteriosamente por la ventana. Es un mundo oscuro que existe.
--Pero, ser espía o haberlo sido, ¿lleva a anticipar las acciones de los otros?
--Estoy segura de eso, sí. La percepción psicológica es importante. Descrifrar personas, saber qué están pensando.
--Volvamos a la mujer. ¿Tiene habilidades propias?
--Son más intuitivas. Cuando le pregunté a mi espía, mencionó de forma clara la intución y la ventaja de las mujeres de pasar inadvertidas. Son más eficaces y la historia corrobora que son capaces de guardar un secreto. En la película Espía roja se da cuenta de ello. Es una historia real de una mujer, con 73 años, que recibe la visita de Scotland Yard. La detienen porque pasó información a los rusos por la que pudieron construtir la bomba atómica. Su justificación es que si los dos bloques la tenían, nadie la utilizaría, como así ha sido. Después de aquella operación, desapareció, para tocar el piano y hacer tartas de manzana. Se descubrió muchos años después a través de unas cartas.
--¿Eso ocurre porque la mujer sabe diferenciar la vida privada de la vida profesional?
--Puede ser, sí, es una manera de verlo, que puede que marque la diferencia.
--Usted dice que se siente decepcionada por Mata-Hari. Señala que fue un “desastre”.
--¡Era malísima! En los libros sesudos ni la mencionan. Ni una línea, y me vi ante el dilema de si era o no necesario incluirla. Pero es el emblema de las espías. A pesar de ser mala, como espía, es un caso notable. Fue utilizada por los franceses. Espiaba para los alemanes y la convirtieron en doble agente. Con la carnicería que supuso la I Guerra Mundial, se desvió la atención con ella, con una campaña de difamación. Es muy famosa y un emblema porque es como si ahora se descubriera que Madonna o las Kardashian fueran espías, agentes dobles.
--En cambio, aparece Rahab, personaje bíblico, que se estudia en el Mossad.
--Me sorprendió, porque no lo conocía. Figura en esos libros importantes sobre los servicios de inteligencia. Los espías de la época no sabían en qué consistía la tierra prometida a los judíos. Yahvé se enfada y los condena a 40 años más de desierto. Y aparece Rahab, la primera mujer de la que se sabe que ejerció labores de espionaje. Rahab ayuda para entrar en la tierra prometida. El Mossad estudia todavía hoy el caso, y el evangelista San Mateo la incluyó en la lista de los antepasados de Jesús.
--¿Ha perdido Occidente esa fuente de inspiración, al dejar a un lado el Antiguo Testamento?
--Es curioso, porque es, realmente, una inagotable fuente de inspiración. Cuando ves a Judith rebanando el cuello de Holofernes, a través del arte, no entiendes nada sin ese legado. Se pierden los referentes culturales. Los niños no saben quién es Ulises, ni en lo que se ha fundamentado. Todo ha cambiado.
--¿Qué hacer?
--Tiene que ver con los medios de comunicación. Los héroes ahora son los de Marvel. Estuve en Estambul, y me contaban cómo los sefardíes han conservado el ladino, el español antiguo. Lo conservan desde que salieron expulsados de España, pero hasta ahora, porque se está perdiendo. Se enseñaba de padres a hijos, en casa. Se enseñaba también quién era Ulises o Zeus. Esos referentes se cortan y aparece la televisión. Es un corte clarísimo.
--¿Y el colegio?
--El colegio no suple esa carencia. Lo que se enseñan son matemáticas. Se han cargado las Humanidades.
--Volvamos al género literario. El estilo híbrido es el que manda. ¿Y la novela, a la que se le da por muerta desde hace mucho tiempo?
--La novela es el enfermo con mejor salud. La novela siempre resucita. En mi obra está muy clara la parte ficcional de lo que es ensayo. Donde se borran los límites es en la autoficción. Estoy un poquito cansada del autoficción, con ese ombliguismo constante. ¡Ese autor noruego (Karl Ove Knausgard) que ha escrito unos cuantos tochos de autoficción ombliguista! Otra cosa es Carrère, con obras como Límonov, que me encanta. Pero eso de la autoficción es un género que no me gusta, no me lo creo.
--Sergio del Molino ha escrito Un tal González, como novela, pero con datos reales, pero con diálogos imaginados. ¿Le interesa, teniendo en cuenta que cuenta un periodo que usted conoce bien y vivió desde la primera línea?
--Si es una novela, uno puede hacer lo que le dé la gana. Yo, por ejemplo, no voy a leer ese libro. Me encanta Del Molino, pero no me interesa esa propuesta. Si es ensayo debería ceñirse a la realidad. Si dice que es novela es que va a ficcionar.
--¿Es como la serie 'The Crown'?
--Me parece brutal ficcionar tu vida como a uno le dé la gana. Hay un caso, el de Olivia de Havilland, que perdió un juicio por una serie en la que se ficcionaba las peleas familiares, la pugna con su hermana Joan Fontaine. ¡Lo perdió! Es decir, se puede ficcionar la vida de alguien que está vivo. Es una intromisión alucinante.
--¿Es un timo?
--Es una trampa, porque se vende como si fuera verdad, cuando se sabe que no lo es, y además, está muy bien hecha. Pero no es algo nuevo. Alejandro Dumas se inventó a Richelieu, porque no fue para nada como él lo reflejó. Pero Richelieu estaba muerto. Lo que se hace ahora es con personas que están vivas.
--¿Se sintió espiada con el caso que afectó a su marido Mariano Rubio?
--Lo que había entonces eran los dossiers. Y no eran para nada reales, pero la gente los creía. Era como si, de alguna forma, te violaran.
--¿Está la sociedad española tan o más polarizada que en aquella época, en los noventa?
--Cada época tiene sus características. En ese momento la sociedad estaba menos crispada que ahora. Y no solo en España. En todo el mundo, la polarización ahora es máxima, con gente en los extremos. Pero es más el mundo político que el social, quiero creer. Les da rédito a los políticos. Esperemos que no permee en la sociedad. Pero, claro, ¿quién podía pensar que se tomara el Capitolio en Estados Unidos? No hablamos de ningún país del montón, sino de Estados Unidos. Y Trump ha quedado impune, cuando instigó ese asalto. Y no ha pasado nada. No se atreven con él. Es impresionante.
--¿Se espía para conocer a los ganadores de los premios literarios?
--Supongo que sí, como se espía con todo, pero no tengo datos.