Thorton Wilder

Thorton Wilder FARRUQO

Cine & Teatro

Thorton Wilder: la América profunda en el canon dramático occidental

El escritor estadounidense, ganador de tres premios Pulitzer y autor de novelas históricas, exaltó los valores de la vida corriente en la Norteamérica de su tiempo

Publicada

Broadway se hizo mundano el día que la acción dramática fue sustituida por la narración épica. La melancolía de las clases medias en contraste con la extrema pobreza (la inmigración de hoy) reflejaron, en las primeras décadas del siglo pasado, el marco sociológico adoptado por dramaturgos como Eugene O’Neill, Arthur Miller o Thorton Wilder. Tocaron temas ocultos en las tablas y en la misma tramoya. La desesperanza alcohólica del sufridor inadaptado, la crítica mordaz del sueño americano y la sombra de la maldad atrapada en el mismo sueño. Eran demasiado sagaces como para dejarse atrapar por el naturalismo francés y demasiado atrevidos para dejar pasar una ocasión renovadora que marcaría el futuro.

En las piezas de estos tres autores y de otros, como Elmer Rice o Howard Lawson, se ven los delirios mesocráticos del New Deal y los temores colectivos que subyacen. A día de hoy, las cosas no han cambiado tanto. En los estados lacustres de Norteamérica -Pensilvania, Georgia , Carolina del Norte  Michigan, Arizona , Wisconsin o Nevada- los ciudadanos han entregado al populismo de Trump el voto republicano del americano medio, reflejado por el teatro Wilder.

La arquitectura social se ha transformado al compás de la desindustrialización, la tecnología o la cultura audiovisual, pero el mensaje colectivo de fondo permanece. La tradición alicaída es fácilmente maleable por el mensaje hecho de ráfagas. Las corrientes culturales son bloques tectónicos que aparecen y se sumergen a lo largo de siglos. El ciudadano decente que representa al pueblo en El puente de San Luis Rey (Bruguera) de Wilder, premio Pulitzer en 1922, o los jardines chejovianos de Grover’s Corner, la pequeña localidad de La nostra ciutat -publicada en catalán por Comanegra, en colaboración con el Instituto del Teatro- son un canto a la sencillez. Sin embargo, la aparente fragilidad de sus gentes nos conduce a una reflexión sobre la conciencia del vivir, la filosofía latente de Wilder, un representante del llamado experimentalismo, y un filtro de la América sencilla, inocente y bobalicona, inscrita en tragedias demediadas como la pobreza, la guerra o el autoritarismo. 

'Novels'

'Novels'

Los protagonistas de Wilder, adaptables a los dibujos de Mickey Mouse, defienden valores tradicionales explícitos;  los nuevos dramaturgos anglosajones, formados en el clasicismo isabelino, se saltaban el marco romántico en busca de escenarios minimalistas. Sus personajes son ciudadanos planos, cuyas vacaciones consisten en merendar junto al río o visitar campos de batalla de la Guerra de Secesión. No les agobia la ausencia de cultura; disfrutan del cambio de estaciones y de los clásicos de la música.

La melancolía reflejada por Wilder es más profunda que su escenografía, pero el autor no la explora, solo la expone y de ahí su grandeza. A lo largo de los años, Wilder es reconocido por un público cada vez más sofisticado. Su exaltación de las cosas corrientes se transforma en una confesión pública, absolutamente entregada al sarcasmo brechtiano, para entrar en los miedos más atroces de la gente común. Su teatro no reformula la historia de las ideas; abre planos, corre visillos tras los que anidan nuestros demonios. En un momento de La nostra ciutat, el director propone “enterrar una copia del texto de la obra para que, algún día, las generaciones venideras entiendan  la vida en una pequeña localidad de Nueva Inglaterra a comienzos del siglo XX”, en palabras de Ramón Espejo, en el prólogo autorizado de la edición de Comanegra. 

La revisión histórica confirma ahora que la banalidad de las clases medias es un fango desmontable por el discurso prepotente de los nuevos poderes. La misma revisión establece una épica de la verdad que subyace a la vulnerabilidad y que puede levantarse como la voz crítica de los débiles que han entregado el voto como lo hacían en el sufragio censitario de los padres de familia -las mujeres excluidas- de los años 20 y 30, contemplado por Wilder. 

Wilder viaja a Europa, vive un tiempo en París donde traba relación con Gertrude Stein, pero se queda fuera de la Generación Perdida de los Hemingway, Fitzgerald, Steinbeck o Dos Pasos. Se convierte en un francotirador, un outsider que tardará algunos años en trabar una autentica amistad con la Stein, en Nueva York. 

'La nostra ciutat'

'La nostra ciutat' COMANEGRA

El town de Wilder no es la Monroeville de Harper Lee de Matar a un ruiseñor, publicada en 1960, casi 40 años más tarde. Pero ambas localidades se parecen, ambientadas en los años duros, con casas de madera ajardinadas, dos vías de ferrocarril circundantes, los guetos polaco y afroamericano y un centro plagado de iglesias antes protestantes, hoy evangelistas. La infancia de Harper Lee fue como la de Truman Capote, el amigo con el que solía escapar de clase para ver los juicios que se celebraban en Monroeville. En la pequeña localidad de Alabama, los dos niños espiaban a un letrado de elegantes desquites, que sería Aticus Finch, el protagonista de Matar a un ruiseñor inmortalizado en el cine por Gregory Peck. 

Wilder tuvo una vida de narrador, mas allá de la escena, demostrada en su conocida novela Los idus de marzo, basada en la conjura contra Julio César. La obra tuvo un segundo recorrido en la Europa de los años ochenta, cuando la intelectualidad al uso reimplantó en su discurso a líderes absolutistas, como Robespierre y Lenin, portadores del concepto de ejecución que quiere justificar el fin de la teocracia. La obra de Wilder regresó a los cenáculos de la rebeldía en los que la magnificencia aristocrática se hizo munificencia, gracias a personajes históricos como Pier Francesco Orsini, duque de Bomarzo, protagonista del relato homónimo de Manuel Mújica Lainez. Los antiguos linajes recobraron forma y el jardín de las bestias de Bomarzo, en el Lacio italiano, se convirtió en un lugar de peregrinación para descubrir una forma de fidelidad ultraterrena que únicamente los elegidos advierten. Apareció la novela histórica de Margarite Yourcenar, pero no en sus Memorias de Adriano, sino en el Opus Nigrum, una inmersión en la vida de Zenón, un alquimista del siglo XVI cuya mente se inspira en figuras como Paracelso, Miguel Servet, Campanella o Leonardo da Vinci.

'Los idus de Marzo'

'Los idus de Marzo' EDHASA

En la corta era del regreso de los brujos, Thorton Wilder confirmo su recuperación en los escenarios, después de su muerte (1975), gracias al espacio mágico que supo crear sobre las tablas. Sus textos se han declamado en muchos teatros, pero de más a menos; y acaso, ha llegado el momento de recuperar sobre el proscenio el sujeto y el objeto de la conciencia, contada por Wilder.

Ahora mismo, la sencilla familia del doctor Gibbs, de La nostra ciutat, no podría actuar con el descaro de los emblemáticos Robertson la familia de hombres con barbas largas y ropa de camuflaje fabricantes de reclamos para patos. Ellos teatralizaron la campaña de Donald Trump en las elecciones de 2020 y transcurrido apenas un lustro, la entrega del excluido es el nuevo lenguaje impuesto en las urnas. 

En el teatro de la vida real, la batalla está siendo ganada por la extravagancia. El significado de la coacción ya es el significante; ha sido atrapado por los sentidos, no por la razón. La sentimentalidad de los de abajo roe el canon dramático occidental.