Andrés Rábado, 'El Roto' / CG

Andrés Rábado, 'El Roto' / CG

Artes

El Roto, sociólogo gráfico

Andrés Rábago García es capaz de retratar la realidad con suma agudeza en una instantánea, por lo que no ha querido, por ahora, dibujar páginas y páginas de un posible cómic

28 abril, 2024 22:32

Noticias relacionadas

A Andrés Rábago García (Madrid, 1947), alias El Roto, no le gusta que lo definan como un humorista gráfico. De hecho, como compruebas cuando te lo presentan y cruzas cuatro palabras con él (o solo tres), es difícil considerarlo hasta un humorista a secas: serio y de tono severo, el señor Rábago, sin perder la corrección, pero sin excederse en la simpatía, suelta cuatro frases y te deja rápidamente con la palabra en la boca, como si le estuvieses haciendo perder miserablemente el tiempo (o esa fue mi experiencia personal). Tras nuestro breve encuentro, seguí admirándolo tanto como antes, pero reconozco que me sorprendió un poco su tono solemne y su aparente incapacidad para sonreír (igual tenía prisa en abandonar el acto en el que habíamos coincidido y yo me interponía entre él y la salida). ¿Le parecerá bien que lo defina como un sociólogo gráfico? No estoy seguro. ¿Y periodista gráfico? Me temo que se ofendería. Y, sin embargo, a mí me parece que el señor Rábago es todas esas cosas: un humorista, un sociólogo, un periodista, un narrador de microrrelatos, un cazador de instantes (con el permiso de Rafael Argullol), un fotógrafo de la realidad y hasta un filósofo gráfico.

Un dibujo de El Roto

Un dibujo de El Roto EL ROTO

En su caso, lo de que una imagen vale por mil palabras no puede ser más cierto. En el diario El País, donde publica desde hace años (en la página noble de la sección de opinión), siempre miro primero su viñeta y luego, si eso, me trago el artículo que la envuelve. Admiro de El Roto su capacidad de síntesis y su visión levemente retorcida de la actualidad. Me pareció brillante que afrontara los problemas de la vivienda con el dibujo de un perro junto a su caseta diciendo: “La compré por cuatro perras y ahora me ofrecen una fortuna por ella” (o algo parecido, hablo de memoria). Sus reflexiones sobre el prusés, que le ganaron la animadversión (y los insultos) de conspicuos representantes del lazismo, unían la mala baba con una lucidez irrefutable. El Roto no es un humorista de carcajada, sino de sonrisa y reflexión. Desde mi punto de vista, siempre acierta. Y acertar cada día no es algo que esté al alcance de cualquiera (que yo recuerde, solo lo consiguió el difunto Perich).

¿Un dibujante de cómics?

Confieso que me costó un poco acercarme a la obra de El Roto, que me habían recomendado algunos amigos. ¿Por qué? Pues porque me enteré de que el señor Rábago había utilizado anteriormente el alias de Ops, cuyas viñetas sin texto no entendí jamás, aunque gozaba de gran predicamento entre mucha gente del cómic. Yo observaba sus dibujos en la revista Hermano Lobo, donde empezó a publicar en 1968 (también pasaría por La Codorniz, Triunfo, Cuadernos para el diálogo y hasta Ajoblanco), y no entendía nada: solo veía un dibujo retorcido y atormentado que parecía ocultar un mensaje que yo no llegaba a columbrar. Insistí porque me hacía sentir muy tonto, pero nunca hubo manera: Ops fue para mí (y sigue siendo) un enigma indescifrable. A estos argumentos recurría yo para no leer a El Roto, hasta que un amigo me dijo: “Es Ops, pero ahora se le entiende”. Tranquilizado por esta promesa, me asomé a las viñetas del señor Rábago y me enganché a ellas para siempre. Personalmente, sigue siendo un enigma, pero creativamente lo considero uno de los pensadores españoles contemporáneos más estimulantes.

El Roto no es un dibujante de cómics, pero podría serlo. Creo que la novela gráfica es una asignatura que tiene pendiente y que podría aprobar con nota y hasta llevarse un premio que añadir a los que ya tiene, como el Gat Perich (1997) y la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes (2017). Pero cuando abandona sus contundentes viñetas es para dedicarse a la pintura, por lo que es poco probable que mis deseos se hagan realidad. O, más que deseos, mi curiosidad. Aunque también es verdad que cuando disfrutas de su capacidad de síntesis y eres capaz de retratar (o extrapolar) la realidad con suma agudeza en una instantánea, ¿para qué te vas a poner a dibujar páginas y más páginas?