Pablo Iglesias
Del cielo a la taberna
Noticias relacionadas
Pablo Iglesias (Madrid, 1978) sigue profundizando en la vía del cutrerío que emprendió hace unos años, cuando dejó de ser vicepresidente del gobierno para ejercer de periodista y tertuliano alternativo (primero con el apoyo financiero del millonario trotskista Jaume Roures, luego sin). Con su dimisión empezó la decadencia de su partido, Podemos, y a día de hoy sigue sin entenderse muy bien su acto de escapismo político: ni su canal de televisión ni su diario digital son precisamente un éxito. Tras abandonar el gobierno, ahora nuestro hombre parece haberse olvidado de asaltar los cielos y se conforma con montar una taberna (“solo para rojos”, según él) en el barrio madrileño de Lavapiés, cual concursante de Gran Hermano tras pillar unos monises. Una taberna, eso sí, con pretensiones progresistas que, aunque resulten un tanto ridículas, me temo que eran inevitables. Iglesias no puede meterse a tabernero normal, no, tiene que ponerse al frente de un comedero progresista. No sé si pagará decentemente a sus empleados, pero, por el momento, el progresismo empieza con el nombre del local, Taberna Garibaldi, y los de algunos cócteles y platos. Espero, eso sí, que tenga el detalle de poner en la puerta del establecimiento a un fisonomista antisistema encargado de que ahí no se cuele ni un facha (aunque el facha medio es más de callos y patatas bravas que de las delicias vegetarianas que promete el neo tabernero, ordenadas bajo el ingenioso epígrafe No me llame ternera). Ya puestos, el portero podría preguntar a los clientes si son progresistas y, afinando un poco, si están a favor de la causa palestina o de la lucha del colectivo trans. En caso de que no, a la calle con ellos.
Una cosa es montar un bar y otra, hacer el ridículo. Si la política no te ha acabado de funcionar, es normal que te busques la vida. Pero, ¿hace falta ponerles a los cócteles nombres como Fidel Mojito, Che Daiquiri, Mandela Zulú, Gramsci Negroni, Pasionaria Puerto de Valencia o Durruti Dry Martini? (hay uno llamado First We Take Manhattan: no entiendo qué pinta ahí el pobre Leonard Cohen). En el apartado estrictamente alimenticio, no puedo evitar destacar la Ensalada Viva Zapata y el Salmorejo Partisano. No estoy del todo seguro de que estos nombres no sean Fake news, pues lo parecen, pero, conociendo cómo se las gasta el amigo Pablo, lo más probable es que sean reales.
De asaltar los cielos a ejercer de tabernero progresista. Qué triste puede ser a veces la vida. Sobre todo, si te empeñas en hacértela más grotesca de lo que ya es. ¿Tanto le habría costado a nuestro hombre regentar una honesta casa de comidas llamada Taberna Iglesias o Casa Pablito? Cuando te pierden las ganas de figurar, me temo que no hay nada que hacer.