Thomas Glanzmann, consejero delegado de Grifols, durante una junta de accionistas

Thomas Glanzmann, consejero delegado de Grifols, durante una junta de accionistas EFE

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Grífols y OHL: las fallas en la gobernanza ahuyentan al inversor

El castigo en bolsa a la farmacéutica tiene un destacado componente de gobierno corporativo, cada vez más valorado por el mercado y que cuenta con precedentes, como el del grupo constructor y de concesiones

10 marzo, 2024 00:00

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Tan innegable es que el espectacular hundimiento bursátil de Grífols es consecuencia del informe de Gotham City como que la crisis de la farmacéutica, con declive de la cotización incluido, comenzó mucho antes. Y que el componente del gobierno corporativo tiene más peso del que podría parecer. No es el primer caso en el mercado español; en algunos aspectos, el caso de Grífols recuerda a un caso del pasado, el vivideo por OHL.

Pese al notable rebote del pasado viernes, la cotización de Grífols acumula un retroceso superior al 46% desde que comenzó el año. Un dato demoledor que, sin embargo, no debe ocultar la perspectiva que aporta un plazo más amplio.

Depreciación continua 

Desde finales de 2020, cuando la cotización de la compañía parece estabilizarse tras el fuerte impacto de la pandemia, hasta la víspera del primer ataque de Gotham, los títulos de Grífols caen un 40%; en este mismo periodo, el Ibex 35 repuntó en torno a un 25%. 

Por entonces, no había informe de Gotham, pero sí un cierto malestar entre los inversores institucionales por lo mucho que se había forzado la situación financiera de la compañía, lo que había obligado a una refinanciación en condiciones nada favorables para la empresa y con el veto de la banca al reparto de dividendos hasta no lograr reducir el apalancamiento de forma notable. 

Un panel del Ibex 35, en el Palacio de la Bolsa, a 12 de enero de 2024, en Madrid (España)

Un panel del Ibex 35, en el Palacio de la Bolsa, a 12 de enero de 2024, en Madrid (España) EDUARDO PARRA - EUROPA PRESS

En muchos aspectos, Grífols sigue funcionando como una empresa familiar, pese a ser un referente mundial en el segmento de los hemoderivados, un gigante cuya capitalización llegó a superar los 10.000 millones de euros y que cotiza desde hace más de una década en Wall Street.

Uno de los síntomas se apreció cuando, después de tres décadas al frente de los mandos de la compañía, el actual presidente de honor, Víctor Grífols Roura, decidió dar un paso en lateral y dejar sus funciones ejecutivas.

Profesionalización a cámara lenta 

"Hubiera sido un momento ideal para profesionalizar el gobierno de la compañía; sin embargo, se optó por el relevo familiar, sin tener en cuenta que las dimensiones del grupo, en todos los sentidos, nada tienen que ver con las que tenía cuando Víctor Grífols comenzó a pilotar la nave", apuntan desde una consultora especializada en gobierno corporativo. 

La cada vez más acuciante presión del mercado y los accionistas llevó a Grífols a empezar a articular un cambio de política hacia esa profesionalización, con el nombramiento como presidente de Steve F. Mayer. Por primera vez, el primer ejecutivo de la farmacéutica era alguien que no llevaba el apellido de la familia fundadora. 

Imagen de la sede de Grifols en Sant Cugat del Vallès (Barcelona)

Imagen de la sede de Grifols en Sant Cugat del Vallès (Barcelona) EP

La salida masiva de los inversores no se contuvo con estas decisiones que llegaban tarde y a cámara lenta. El forzado relevo de Mayer por el actual presidente, Thomas Glanzmann, debido a problemas de salud y la asunción por parte de éste de gran parte del poder ejecutivo no mejoró en exceso el panorama. 

Así se llega a la publicación del informe Gotham que, además de las prácticas contables y las operaciones vinculadas con el socio Scranton, estrechamente relacionado con los Grífols, también incide en las fallas en la gobernanza de la compañía. 

Los independientes entran en juego

Y con especial mención a figuras como la del consejero Tomás Dagà, persona de confianza de la familia, también socio de Scranton y socio fundador del despacho Osborne Clarke, bufete de cabecera de la farmacéutica en sus grandes operaciones corporativas

En este punto entran en juego los consejeros independientes para exigir un paso adelante en firme para dar un vuelco en la gobernanza. Como hace años hicieron los vocales de esta categoría de OHL, cuando la acción se desplomaba sin remisión y la compañía sufría un descrédito cada vez mayor en los mercados.

El peso del apellido

Víctima de proyectos escasamente rentables, que han lastrado las cuentas de la empresa durante años, y una errática dirección desde que el fundador, Juan Miguel Villar Mir, dejara la presidencia en manos de su hijo, Juan Villar-Mir de Fuentes, OHL caminaba directamente hacia el abismo.

"Solicito formalmente la dimisión de todos los altos cargos de la compañía que lleven el apellido Villar-Mir", manifestó irritado un accionista minoritario en una de las últimas juntas de la empresa antes de que la familia decidiera cortar por lo sano y buscar un comprador para la participación que le quedaba en el grupo.

De alguna forma, el enfado expresado de forma explícita por aquel accionista fue un vaticinio: hasta que el apellido Villar-Mir no salió de la empresa, la confianza de los inversores no regresó. En una dimensión menor, hoy OHL es una compañía mucho más saneada y ha vuelto a ser rentable.