La noche del 2 de octubre de 2003, siete sujetos vestidos con chalecos de la Guardia Civil irrumpieron con una furgoneta y un todoterreno de gran cilindrada con placas de la Benemérita y luces estroboscópicas --las utilizadas por la policía-- en una calle de las afueras de Vic (Barcelona). Ambos vehículos cerraron el paso a un turismo conducido por un magrebí. Los supuestos guardias civiles lo sacaron a la fuerza de su coche y le colocaron una capucha en la cabeza. Después, lo metieron violentamente en el furgón y se dieron a la fuga.
El único testigo de esta insólita escena fue otro guardia civil fuera de servicio que, atónito, llamó a la comandancia de la zona para preguntar si el instituto armado había desplegado un dispositivo policial en este área. La llamada no hizo más que confirmar sus sospechas, y es que acababa de ser testigo de un secuestro dado que no había operaciones policiales en marcha. A raíz de este aviso, la Benemérita alertó a la policía autonómica, que activó la operación jaula con el objetivo de blindar la comarca de Osona e interceptar a los dos vehículos implicados.
Lo lograron y los localizaron. Tras darles el alto, los ocupantes se identificaron como agentes de la Guardia Civil y encañonaron a sus supuestos homólogos. En el marco de esta escena, el criminal encargado de vigilar al rehén, un radical cercano al Frente Atlético --los ultras del Atlético de Madrid-- viéndose acorralado, se voló la tapa de los sesos con una pistola ante la mirada atónita de los Mossos d'Esquadra.
Un 'narco' sin dedo
Ante la gravedad de los hechos, los Mossos abrieron una investigación y descubrieron que los pretendidos guardias civiles conformaban en realidad un grupo criminal organizado autodenominado como Casuals. El grupo al que acababan de enfrentarse --hasta ese momento desconocido, pero que marcaría un punto de inflexión para un cuerpo policial que empezaba a andar-- se había engendrado en torno a la figura de Ricardo Mateo López, un chaval espigado de 42 años de Barcelona que tenía canas --de ahí lo de Canas-- y se parecía a Luis Enrique --Lucho--. Esta organización se había especializado en las extorsiones, el narcotráfico y el secuestro de narcos, los llamados vuelcos, como el que acababan de presenciar en Vic.
La incipiente investigación de la policía autonómica confluyó con otra iniciada por la Guardia Civil en Salou (Tarragona), donde los Mossos todavía no estaban desplegados. El instituto armado les trasladó que meses antes, en esta localidad costera de la provincia de Tarragona, se había registrado un asalto de las mismas características. La víctima había sido otro narcotraficante magrebí que regresaba desde Holanda cargado con 25.000 pastillas de éxtasis. Con el mismo modus operandi, miembros del núcleo duro de los Casuals lo subieron a un furgón y le cortaron una falange con un cuchillo de cocina. La similitud de los dos episodios terminó en la inhibición de este caso al Juzgado de Vic, que se hizo cargo de los dos casos mediante la creación de un grupo de investigación conjunto entre la Guardia Civil y la División de Investigación Criminal (DIC) de los Mossos d’Esquadra, que finalmente la asumió en solitario.
El Camp Nou como campo de reclutamiento
El macroproceso de Vic, el primero contra Casuals, había nacido años antes en los aledaños del Camp Nou, el estadio del FC Barcelona. Pero aún nadie sabía lo que estaba por venir. En el coso azulgrana florecieron los Casuals, tomando el nombre prestado del fútbol inglés. Casual por hooligan con ropa de calle, no llamativa, para evitar a la policía. En los de Barcelona, "chándales como cualquier tipo de barrio y polos de La Martina", explican quienes lidiaron con ellos. Medraron en el marco de la asistencia a los partidos del Barça. Más concretamente su presencia en días de match en el templo de los extremistas culés: el Bar Virginia de Collblanc (L'Hospitalet de Llobregat).
"Todo empezó cuando Joan Laporta ganó las elecciones del FC Barcelona en 2003 y se les acabaron las prerrogativas. Echaron del estadio a Antoñito (Antonio Torn Albarracín, otro chaval de L'Hospitalet), entre otros. A raíz de este hecho, hubo una reacción de Casuals y "apalearon a un vigilante de seguridad de Prosegur que era un armario". "Otro día intentaron asaltar la puerta, entrando como un tsunami", explican las fuentes consultadas del entorno de la seguridad azulgrana. Fueron algunas de las múltiples "agresiones gratuitas" --describen desde la judicatura-- de Casuals, que llegarían a configurar una banda criminal por la vía de la violencia. La más temida de Cataluña.
"Había dos niveles. Los Casuals, que eran los miembros más experimentados de Boixos Nois, y los minicasuals, que eran sus brazos ejecutores". Los segundos, que todavía no formaban parte del grupo en 2003, mordieron el polvo en 2009. Pero hubo más implicados, como los hermanos Fernández Soto, Hugo y Marcos, que jamás figuraron en el macroprocedimiento. "Creaban problemas cuando se lo pedían los mayores, tras reclutarlos en el Camp Nou". Los problemas incluyeron la toma del control del FC Barcelona, con las conocidas amenazas a Joan Laporta, presidente a partir de 2003 en su primera etapa. "Cuando no les dejaron entrar gratis, la comenzaron a liar".
El Barça se blinda
Pero entonces, ¿cómo cayeron los Casuals? En esta primera etapa, antes de los dos macroprocedimientos judiciales de 2003 y 2009, ya se les controló. Directivos del sector deportivo que exigen permanecer en el anonimato recuerdan que el Barça "tuvo que fichar a los mejores de Mossos d'Esquadra" para cortar el paso al grupo incipientemente criminal. El entonces presidente de la Generalitat, José Montilla (PSC), dio facilidades a Laporta. No en vano, la policía autonómica se jugaba parte de su prestigio con el combate contra esta nueva turba. ¿Quién ayudó en Can Barça? "Llegó al club de jefe de seguridad Elías Frade, ex alto cargo de la Brigada Móvil de Mossos --los antidisturbios-, ahora responsable del control de la firma de casinos Grup Peralada". Sustituyó a Manel Rubio, ahora gerente de la firma de seguridad SP4 ¿De la mano de quién? "Alejandro Echevarría, excuñado de Laporta, que quiso solucionar el tema Casuals a las bravas. Alguien sugirió incluso desplegar personal armado en el entorno del Camp Nou. Hasta que Mossos le convencieron de que el tema lo tenía que solucionar la policía catalana. Reclutando a sus mejores agentes, si era preciso".
A pie de acceso al estadio, "se habían podido detener a algunos Casuals gracias a las imágenes de las cámaras de seguridad, que captaron las trifulcas que montaban en las puertas". Pero corría el 2002 y la mano de la banda comenzaba a alargarse. Se configuraban como una pseudomafia. "Los detenían y la seguridad recibía llamadas amenazantes para que los vigilantes no declararan en su contra". ¿Quién les amenazaba? "Hugo, Marcos y Antoñito, que llevaba años frecuentando el estadio porque era la mano derecha del miembro de Boixos Nois Sergio Soto --hooligan fallecido de un infarto en su coche cerca de un local de la noche catalana en 1997--".
De las amenazas en el Barça al crimen
"Pensad que el Lucho (Ricardo Mateo López) y Jou (Lorenzo Pérez Bujalance) llegaron a viajar a la Copa Mundial de Clubes de la FIFA de 2009 a Abu Dhabi", explican fuentes policiales. ¿Los Casuals de Boixos en Oriente Medio? "Sí. Era el tren de vida que llevaban: altísimo, con coches de alta gama, pese a que el examen de su historial laboral arrojaba un año trabajado, a lo sumo. La evidente falta de ingresos lícitos no era óbice para que viajaran mucho con el club y las policías les empezaran a conocer". Ese fue el inicio de Casuals: gozar de privilegios en el FC Barcelona.
Joan Laporta acabó con aquello, aunque le costó amenazas, pintadas en su propia casa --de las que jamás se descubrió la autoría y, por lo tanto, por las que nadie pagó-- y el intento de enrolar a un miembro de su seguridad para apalear al presidente culé, que sí acabó en condena, la de Antoñito. ¿Cómo llegaron a Laporta? "Porque Casuals tenían muchos vínculos con gente de la seguridad privada y los deportes de contacto. Sus tentáculos llegaron al entorno del presidente". Pero el president se cuadró y no transigió. Los Boixos se quedaron fuera del Camp Nou --"hubo expulsiones de socios y multitud de incidentes"-- y, con ellos, los Casuals. Daba igual, porque el business estaba fuera del estadio. Los negocios serían los vuelcos a narcos (causa de 2003), primero, y la extorsión a discotecas (2009), después.
La cárcel como "universidad"
Pero en su transición, los Mossos d'Esquadra se hicieron "expertos" en Casuals. La policía catalana ha preferido no comentar el asunto y ceñirse a las sentencias publicadas. Otras fuentes del sector recuerdan que los agentes "se volvieron muy conocedores" de la banda. Ese seguimiento culminó con la cúpula de los Casuals detenida y condenada en 2003. Algunos fueron a prisión. Pero lejos de desvincularse del mundo criminal, la cárcel les otorgó las herramientas que necesitaban para reorganizarse. “La prisión fue su universidad y su centro de negocios”, aseguran voces cercanas a la investigación. Allí conocieron a narcos y a expertos butroneros. A su salida de prisión, el grupo extendió sus raíces entre los cachorros de los Boixos, y captó a nuevos sujetos más jóvenes, a los que bautizaron como minicasuals.
Esta suerte de franquicia enseguida se hizo hueco en la noche barcelonesa y descubrió en ella un nuevo filón. Los Casuals crearon un halo de atracción que sedujo a aspirantes adláteres, jóvenes que anhelaban salir con ellos "porque su nombre les aseguraba un estatus en las discotecas, copas gratis y mujeres" y un control absoluto bajo el imperio del miedo. El grupo criminal actuó con total impunidad durante años. Aterrizó en la noche barcelonesa de finales de los 2000: Opium, Pachá, Discotheque, La Madame, Razzmatazz, Oshum o el parque acuático Isla Fantasía fueron algunas de las plazas donde la armaron para tratar de extorsionar a sus dueños, hacerse con la seguridad de la puerta o, simplemente, arruinar sus fiestas por pagos de la competencia. "Siempre en superioridad numérica y con armas", matiza un policía conocedor del caso.
Cónclave con el ocio nocturno
Hasta que en 2008 el comisario jefe de la región de Barcelona citó a la Unidad Central de Secuestros y Extorsiones de Mossos d’Esquadra para que se reuniera con los responsables de los principales locales del ocio nocturno de Barcelona. Otra fuente cita el lugar de la reunión: el complejo Egara de los Mossos entre Terrassa y Sabadell. Los dueños de los establecimientos confesaron que estaban sufriendo toda una suerte de infortunios que estaban arrastrando al sector a la quiebra: amenazas, intimidaciones, apuñalamientos, y disturbios empañaban el ambiente nocturno de la Ciudad Condal. ¿Los culpables? Casuals FCB. El grupo hooligan que había transitado de radicales del fútbol a señores de la noche catalana. El encuentro fue positivo: los agentes convencieron a los patronos de las discotecas de que debían testificar. Pese a su miedo.
Y es que la situación era límite. A pesar de que algunos locales ficharon a seguridad del Este de Europa --"curtidos albanokosovares con formación en combate callejero"--, los Casuals habían conseguido hacerse con el control de las puertas para traficar dentro de los locales y para lucrarse de los procesos extorsivos hacia los propietarios. El episodio más dantesco se produjo en el parque acuático Isla Fantasía de Vilassar de Dalt (Barcelona), cuando varios minicasuals apuñalaron a su archienemigo, el boxeador de Mataró Juan Selma. Selma --que fue uno de los testigos protegidos durante el segundo juicio de 2009-- relató el episodio desde el mismo hospital ante los Mossos d’Esquadra, que se apresuraron a tomarle declaración para evitar que, como siempre, se desdijera de su testimonio presionado por las amenazas. Se puede contar porque Selma falleció en otro incidente con los Hell's Angels en 2017.
Sangre en la piscina de Isla Fantasía
Años antes de este episodio la policía ya conocía la enemistad entre los Casuals y Selma. Los primeros habían transitado del mundo hooligan al criminal. El segundo hacía de seguridad para unos subasteros de Barcelona. Las dos partes chocaron el 15 de diciembre de 2008, cuando la familia Royuela, otros subasteros históricos de la Ciudad Condal, contrataron a los primeros para evitar pujas ajenas en una venta pública en el juzgado de Primera Instancia número 8 de Barcelona. Casuals y Selma se encontraron en la sala donde tendría lugar la operación. "Ricardo Mateo accedió con un cuchillo cerámico a esa subasta y apuñaló a Selma en la cabeza. Éste salvó la vida huyendo por el interior del juzgado".
Pero la suerte estaba echada. Los Casuals tenían un nuevo enemigo, y Selma, los peores adversarios que el submundo catalán podía generar. La venganza tuvo que esperar seis meses: hasta el 30 de junio de 2009. Fue en Isla Fantasía. La turba descubrió que su enemigo era un asiduo del parque acuático y enviaron a los minicasuals a matarle. "Le encontraron en la barra y le comenzaron a tirar botellas de cristal. Selma huyó despavorido subiéndose a una valla, y los otros trataron de apuñalarle". Tras varios intentos de apuñalamiento, le alcanzaron dos veces en el gemelo. Finalmente, la seguridad de Isla Fantasía pudo echar a los agresores. Selma salvó la vida por segunda vez porque "le hicieron un torniquete". Pero la piscina del parque acuático más conocido de Cataluña acabó llena de sangre.
Amenazas a testigos
Isla Fantasía no fue el único escenario de las batallas campales que protagonizaron los secuaces de Ricardo Mateo López, tras las que intimidaban a los testigos para que no declararan en su contra. En Opium Mar, un portero fue acuchillado por la espalda por Davidillo, otro miembro de los minicasuals. Por este incidente ingresó en la antigua prisión Modelo de Barcelona. Desde dentro del penal, contactó con Antoñito para que solucionara el entuerto. La conversación fue intervenida por la policía. Varios miembros de los Casuals acudieron al día siguiente a la discoteca y convencieron a la víctima de que no le señalara durante la rueda de reconocimiento. A cambio, prometieron no presentarse más en el local. El portero, aterrado por el modus operandi del grupo, que según las fuentes consultadas actuaban “como ratas”, se desdijo ante los Mossos. No fue el único. Los Casuals llegaron a montar dispositivos de protección ante los juicios, paseíllos, para atemorizar a los testigos que entraban a declarar contra ellos. Jamás se ha visto algo igual ni en los juzgados de Lluís Companys de Barcelona, primero, ni en la Ciudad de la Justicia de L'Hospitalet, después.
Sea como fuere, la noche que Davidillo salió en libertad de la Modelo, los Casuals decidieron ir a celebrar su pequeña victoria. El lugar elegido para la gala fue Opium. Y, allí, orinaron en la barra ante la mirada atónita de la víctima. Barcelona era territorio Casuals, y ellos querían dejarlo claro.
Pinchazos telefónicos: la clave
Las fechorías de los Casuals los llevaron finalmente a sentarse ante el Juzgado de Instrucción número 33 de Barcelona. ¿Cómo? Con el trabajo del grupo de secuestros y extorsiones de Mossos. "Fue una operación muy complicada para ellos, pues algunos Casuals eran muy buenos", explican voces de otro cuerpo policial. "Cambiaban de móvil cada diez días. Cada semana y media, móviles fuera. A la basura. Para evitar pinchazos. Antoñito salía de casa, cogía la moto y se ponía a circular en contra dirección porque sabía que le seguían los Mossos. Conducían con maniobras evasivas", explican altos mandos policiales.
Pese a ello, Mossos logró recopilar pruebas con un trabajo meticuloso. La policía catalana se graduó con honores en los dos procesos contra Casuals. Las fuentes consultadas hablan del primer test de estrés de los sistemas Teletron y Sitel para pinchazos telefónicos que acababa de estrenar el cuerpo. Mucho más avanzados que los de la Guardia Civil, por cierto. Capturaron lo que decían los acusados, pese a que éstos hablaban casi siempre en clave. Las "fotografías" --"borrosas" si la mercancía no les convencía--, "entradas de cine", "embutido", "colonias" o "bocadillos", eran algunos términos que utilizaban para referirse a la droga. Ayudaron también confidentes, que permitieron seguir a los radicales y conseguir los números de los móviles que iban comprando, para pincharlos después. Confidentes que no se pueden citar en este artículo, pero cuyos nombres resuenan en todas y cada una de las redacciones de Barcelona. Por seguridad, 13 años después, deben permanecer en la sombra. Y por último, los testigos protegidos que, pese a las amenazas y los paseíllos, aguantaron el tipo en los juicios.
Los Casuals caen 'en la nieve'
Así cayeron los Casuals. Con una mezcla de testificales arrancadas a testigos renuentes que temían por su vida. Y pinchazos telefónicos que delataban que la organización estaba "perfectamente organizada" para enriquecerse --según la hipótesis incriminatoria de fiscalía-- y para "lograr impunidad", según la que aceptaron los jueces. El ministerio público defendió siempre que "cada paliza, cada agresión, cada altercado, estaba conectado con el otro en un fin criminal superior". La sección quinta de la segunda instancia judicial de Barcelona lo avaló. "Los fines y objetivos de la asociación son los que hemos declarado probados, es decir, lograr, mediante el empleo de la intimidación o la violencia, influir en la declaración de testigos para evitar la persecución penal, y así lograr la impunidad", dice la sentencia.
A ello llegaron los extremistas del Barça tras ser detenidos en "la nieve". Mossos les seguía el rastro desde hacía meses pese a sus teléfonos esquivos. En varias conversaciones intervenidas, los Casuals presumieron de que "se iban a la nieve". Se activaron las alertas en el Pirineo catalán. ¿Los hooligans de esquí? La nieve resultó ser Colombia. Se marchaban de viaje al país cafetero. La policía catalana se vio obligada a acelerar las detenciones por miedo del riesgo a fuga y porque iba a haber otro golpe con riesgo para la vida. Al ser detenidos en el aeropuerto Barcelona-El Prat, algunos de los arrestados, altivos, admitieron que sabían que "iban a por ellos". ¿Cómo? Porque el grupo de secuestros de Mossos lo había deslizado en el cónclave con el ocio nocturno que buscó testigos. Los patronos de discotecas lo comentaron a sus equipos de seguridad y éstos se lo chivaron a los Casuals, que compartían gimnasio con algunos de ellos. Como con Laporta, la mafia tenía tentáculos omnipresentes. "Sabíamos que los Mossos que acabaron con los Hell's Angels veníais a por nosotros. Espero que al menos sea por lo serio que hemos hecho", se jactó uno de ellos mientras era esposado en El Prat.
La fiscal tuvo que llevar escolta
Serio o no, Mossos había recopilado horas de grabaciones telefónicas y el testimonio de casi 30 testigos, que al principio fueron protegidos. Los acusados declararon asistidos por los mejores abogados de Barcelona, “los primeros espadas de la abogacía”, describe una fuente cercana a la investigación. Lo que se vivió en la sala pasará a los anales de la historia por ser uno de los juicios con "mayor presión ambiental" que se recuerda en la Audiencia Provincial de Barcelona. "Pocos juicios verás en los que haya una batalla campal en la sala de vistas". La hubo, y hubo también una condena por estos desórdenes públicos.
Además de la tumultuosa pelea entre Mossos y acusados en plena sala de vistas, todos los testigos protegidos se desdijeron de lo declarado durante la investigación, cuando el juez les levantó la protección a petición de la defensa de los acusados. “Las primeras declaraciones de los testigos durante la fase de instrucción fueron espontáneas y libres”, aseguran fuentes de la judicatura, que recuerdan que los acusados infundieron tanto terror entre los testigos que estos pidieron declarar sin mampara para que los acusados pudieran ver que habían retirado las acusaciones en su contra y evitar así posibles represalias. “Era un síntoma más de que nos encontrábamos ante un grupo criminal organizado”, aseguran. Por eso, la fiscalía elevó la sentencia al Tribunal Supremo solicitando que el tribunal tuviera en cuenta las declaraciones de la fase de instrucción y agravara las penas.
No fueron los únicos que sufrieron las presiones de los miembros del grupo, que llegaron a hacer pasillos en la entrada para amedrentar a los testigos. “En su carrera profesional ha sufrido muchas situaciones adversas en Cataluña, pero esta ha sido la única vez que la fiscal de un caso tuvo que llevar escolta. Jamás se había vivido algo similar en el hub judicial de Cataluña”, concluyen fuentes judiciales.