Un misionero reza en una iglesia / CG

Un misionero reza en una iglesia / CG

Vida

El misionero español atrapado en Barcelona por la burocracia

Un sacerdote barcelonés sufre una insuficiencia hepática grave que el Hospital Clínic está dispuesto a tratar, pero el ayuntamiento se lo impide

7 junio, 2020 00:00

Un misionero español, de 44 años y nacido en Barcelona, ha pasado los últimos cinco años trabajando en Latinoamérica. La última de sus misiones lo envió a México, país en el que se dedicó a dar refugio a la caravana de migrantes que trataban de cruzar la frontera con los Estados Unidos y donde le diagnosticaron una insuficiencia hepática grave.

Empezó un tratamiento médico vital en un hospital mexicano cuando recibió una llamada que le ofrecía ejercer como sacerdote en una iglesia estadounidense. Volvió a España para tramitar su visado cuando se topó con varios muros que le atraparon en la capital catalana: el coronavirus, la falta de fármacos y la burocracia.

El Covid-19 lo atrapó en Barcelona

El eclesiástico, que prefiere no dar su nombre para no preocupar a sus allegados, regresó a España para acudir a su cita con la embajada de los Estados Unidos y tramitar su visado con la intención de viajar a su nueva iglesia cuanto antes, pero llegó el coronavirus. Con esa nueva situación, su cita se aplazó hasta el 21 de noviembre y se quedó atrapado en su ciudad de origen.

Al ver que no podía salir, pidió que le mandaran desde México las pastillas con las que se trata su enfermedad, pero quedaron retenidas en la aduana y sin poder recuperarlas por la falta de papeles. En plena pandemia, se encontró sin su tratamiento y sin posibilidad de acceder a él. Por suerte, se reencontró con un amigo, Abraham Leal, que le dio amparo en su piso y contactó con el Hospital Clínic de Barcelona para encontrar una solución al caos.

No puede tratar su enfermedad

El equipo del hospital le proporcionó las pastillas, después de que el misionero se viera privado de ellas varios días. Pero, por si las cosas no fueran ya complicadas, le comunicaron que no eran lo suficientemente efectivas para acabar con la enfermedad, además de ser "tremendamente agresivas". Era necesario y "urgente" iniciar un tratamiento diferente más efectivo que el recetado en México.

Para poder acceder a él necesita la tarjeta sanitaria, lo que se consigue al estar empadronado. Un trámite sencillo que el Ayuntamiento de Barcelona no le permite al no tener residencia en la ciudad. Leal le ofreció su piso, en el que vive gracias a un contrato verbal con los dueños, pero al no ser de su propiedad ni tener un contrato físico, se lo impidieron.

La "nefasta" burocracia municipal

El sacerdote lleva desde el pasado 9 de mayo luchando por empadronarse en Barcelona, por la vía telemática debido al Covid-19 y con "un trato nefasto" por parte de la administración. Con la llegada de la desescalada, Leal y el religioso acudieron a una cita este miércoles a la Oficina d'Atenció Ciutadana (OAC). Tras varias conversaciones y un vaivén de papeleos, instancias y documentos, todos sus esfuerzos quedaron en nada.

Todo lo que entregaban le sera devuelto con un "no" como respuesta. Finalmente, aceptaron la única solución que les fue ofrecida por los funcionarios municipales: presentaron una instancia que podría llegar a tardar tres meses en tener respuesta por parte del consistorio. Todo ello, a pesar de la urgente necesidad de iniciar el nuevo tratamiento --reflejado en un documento redactado por el Clínic-- y de ser hijo de la propia Barcelona.

El lamento del misionero barcelonés

"Esta no es la Barcelona que dejé hace casi seis años, no es mi ciudad", lamenta el misionero al verse "desamparado en mi propia casa". Leal, denuncia el "trato vejatorio" del consistorio y el pasotismo hacia el sacerdote con "falta de empatía y trato humano hacia alguien que está muy enfermo". 

Leal no puede entender por qué a él le dejaron empadronarse sin contrato y a su amigo no. La única opción es entregar una carta firmada por el propietario del inmueble, algo "inviable porque son cinco miembros de una misma familia con muchas propiedades y ahora quieren echarme de muy malas maneras. Me hacen acoso inmobiliario para que lo abandone", afirma Leal.

Con ganas de abandonar Barcelona

"Puedo entender que la burocracia sea lenta, que el coronavirus la ralentice aún más, pero no entiendo el criterio sobre qué es urgente y qué no. Mi amigo se queda sin tiempo por culpa del papeleo y el formalismo de su propia ciudad", se queja Leal.

"He trabajado en muchos países con menos derechos humanos que los que tenemos aquí, y ahora no tengo ganas de quedarme", reflexiona el misionero mientras reza para encontrar una solución que le permita vivir un poco más y continuar con su trabajo.