El exprimer ministro francés, Manuel Valls, en un encuentro en Santander /CG

El exprimer ministro francés, Manuel Valls, en un encuentro en Santander /CG

Política

La llegada inminente de Valls trastoca la política catalana (y española)

Valls quiere ser alcalde de Barcelona y busca cómo solventar cuestiones políticas y personales, con la intención de vehicular espacios comunes entre los partidos constitucionalistas

9 julio, 2018 00:00

Manuel Valls, (Barcelona, 1962), est en train d’arriver a Barcelone. Quiere ser alcalde de Barcelona y espera aterrizar pronto, a la espera de concretar desde cuestiones políticas a personales. El exprimer ministro francés lleva meses tomando medidas, analizando todas las posibilidades, y tiene claro, según distintas fuentes cercanas a su persona, que el reto vale la pena, “tanto si gana como si pierde las elecciones municipales”. Valls, sin embargo, va más allá y entiende que su elección en Barcelona podría provocar otros efectos políticos, en la política catalana, pero también en la española.

Valls participó la pasada semana en un debate junto al ministro de Exteriores, Josep Borrell. Fue en Santander, el seno del seminario Anatomía del Procés, organizado por la Fundación Joan Boscà, en la UIMP. El exprimer ministro francés lo aprovechó para lanzar algunos mensajes públicos, pero, principalmente, para establecer diferentes relaciones y comenzar a cimentar sus posibilidades como candidato a la alcaldía de Barcelona.

Colaboración constitucional

Una primera idea de Valls es que el PSOE, el PP y Ciudadanos coinciden en diferentes cuestiones, en el ámbito económico y social. Y que no se entiende, desde la Unión Europea, la falta de colaboración. “Pueden pactar en muchas cosas, el gran problema entre ellos es que no lo saben”, asegura. La defensa de políticas favorables a la empresa, la necesidad de acordar una política exterior común, para tener más fuerza en Bruselas; la política de inmigración; la defensa de un estado de bienestar que ataque los puntos débiles, como el futuro de las pensiones…en todo ello, Valls no ve grandes diferencias. Y entiende que él podría ayudar a impulsar esa mayor colaboración, desde la alcaldía de Barcelona.

Pero antes, ¿cómo puede ser candidato? A falta de un gran escollo que le impidiera una decisión afirmativa, Valls está “muy animado” para lanzar su candidatura. Todavía esperará un tiempo. Tal vez a lo largo del mes de septiembre o principios de octubre. Durante todo ese lapso, Valls aprovechará para tejer complicidades, para elaborar un equipo de profesionales con los que acierte a identificar los principales problemas de la ciudad, aunque ya los ha analizado, y tiene claro que el principal es la vivienda y una mejor gestión del turismo, en todos los barrios de la capital catalana.

Acercamiento al PSC

También sabe que la ciudad puede y debe canalizar mejor su proyección en el mundo, y su papel en la construcción de una Europa política y económicamente más unida, sin desatender su mirada a la ribera mediterránea, como referencia de una mejor política de inmigración.

La idea sigue siendo la misma: una plataforma cívica, con personalidades representativas del tejido social y económico de Barcelona, y siendo consciente también de que Ciudadanos le potenciará como candidato, aunque el partido de Albert Rivera le da total libertad para confeccionar la lista municipal y la candidatura. Posteriormente, y en función de los números que obtenga, Valls buscará un acercamiento con el PSC. Ya ha hablado como Miquel Iceta y Jaume Collboni. Y hace lo propio estos días y en las próximas semanas con empresarios, en Barcelona y en Madrid, y con responsables de medios de comunicación, así como con profesionales y asociaciones cívicas.

Cuestión personal

¿Puede fracasar? Claro, la política municipal tiene sus códigos. Valls es un político desconocido para muchos barceloneses, y se entiende –todavía—como algo extraño que un político extranjero pretenda ser el alcalde de tu ciudad. Pero eso ya ha ocurrido en muchas localidades españolas, especialmente en el levante español. Valls, en todo caso, es nacido, aunque fuera de forma circunstancial, en Barcelona. Una de las cuestiones que mueven al político francés es que la capital catalana es la ciudad de su padre, el pintor Xavier Valls, que triunfó en Francia, pero no en Cataluña.

Redimir al padre, ser alcalde de la ciudad del pintor, --aunque las malas lenguas digan que lo que ocurre es que su carrera política en Francia ya no tiene futuro (sigue siendo diputado en el grupo parlamentario de Macron)—actúa como motor de una persona que admite que le mueve “la acción”, y que no rehúye los problemas, aunque para políticos como Raimon Obiols --sus familias son amigas-- esa excesiva acción pueda ser un problema.

Indefinición independentista

¿Poco tiempo para darse a conocer, para conocer todos los secretos de la ciudad? Pues con más motivo. Ese es el punto de partida de Valls, que asegura que se mueve bien en el cara a cara, que le gusta el pequeño formato para hablar con los vecinos, que está dispuesto a patearse hasta el último barrio, y que puede contar una historia personal de éxito, un relato, algo que se ha perdido en la política, pero que resulta cautivador y efectivo.

¿Puede resultar? El independentismo lo daba por descartado. Y las contradicciones internas han aflorado. Mientras el entorno de Carles Puigdemont reclama una lista unitaria, con la presión de la ANC, y de gurús como Agustí Colomines, con la complicidad del PDeCAT, Esquerra Republicana se ha desmarcado. No quiere saber nada, con la convicción de que su candidato, Alfred Bosch, puede ganar con cierta comodidad. Cuando se concrete la candidatura de Valls, todo eso podría variar. Pero al político francés no le incomoda. Un buen resultado, incluso como ganador, le podría llevar a la alcaldía con el concurso de los socialistas catalanes, liderados por Jaume Collboni.

El factor Podemos

Sin embargo, existe una amenaza para Valls: la actual alcaldesa, Ada Colau, que podría recibir el apoyo de todo el independentismo para impedir la alcaldía del hijo de Xavier Valls. Ahora bien, “habrá que hacer campaña, una buena campaña, no hay nada escrito”, se señala desde el entorno del político francés.

La cuestión que más preocupa a Valls en este momento no es esa. Es la política española, y la necesidad de encontrar un campo de juego común del constitucionalismo, insistiendo en esa colaboración entre el PSOE, el PP y Ciudadanos. A su juicio, Pedro Sánchez debería clarificar más cuáles son sus planes, su estrategia, y si realmente quiere o no establecer un acuerdo estrecho con Podemos una vez se convoquen elecciones. En la visión de Valls, Podemos es similar al partido de Jean Luc Mélenchon, Francia Insumisa, un político populista que surgió de las filas del Partido Socialista Francés, y que se presentó en las elecciones presidenciales, en las que arrasó Emmanuel Macron, y por el que no guarda excesiva simpatía.

Los vecinos

Si Valls llegara a ser alcalde de Barcelona, su capital político, unido a esa nueva responsabilidad, le llevaría a ser la referencia de toda la política catalana, y, a su vez, en una influencia en la política española.

Al margen de ese factor disruptivo, de cambio de paradigma, de superación del debate independentista en Cataluña, Valls desea calibrar con cierto detalle el estado de la política española. Y lo hará en las próximas semanas. ¿Y la cuestión personal? La tiene prácticamente resuelta.

Ahora bien, todo eso lo decidirán los barceloneses con su voto, los empresarios que aspiran a potenciar la marca global de Barcelona, y los vecinos de Nou Barris, que han visto cómo han empeorado los servicios, pasando por los que anuncian pisos en Airbnb en Les Corts o en el Eixample.