La comparación hecha por el vicepresidente del Gobierno Pablo Iglesias del fugado Carles Puigdemont con los exiliados republicanos de la Guerra Civil española ha suscitado un sinfín de críticas, también desde la izquierda y asociaciones de víctimas del franquismo. Sus palabras en el programa Salvados de La Sexta de hace una semana fueron acogidas, en cambio, con algunas muestras de agradecimiento desde el independentismo, empezando por las del propio aludido, que piensa utilizar las declaraciones del líder de Unidas Podemos (UP) para eludir su extradición y ser juzgado en España tras haber impulsado un referéndum inconstitucional y una declaración unilateral de secesión en Cataluña en 2017.
Lejos de ser la norma, esta gratitud por parte del secesionismo catalán hacia dirigentes podemitas como el propio Iglesias y su confluencia catalana --los comuns-- ha brillado históricamente por su escasez, incluso a día de hoy. Y eso, a pesar de las continuas muestras de apoyo de la denominada izquierda alternativa a los líderes del procés en los últimos años. Una complicidad que desde instituciones como el Gobierno --donde UP es socio minoritario-- o el Ayuntamiento de Barcelona se ha plasmado en sus insistentes peticiones de indultar a los nueve dirigentes encarcelados por el procés --a quienes consideran “presos políticos”-- y de reformar, a la baja, el delito de sedición por el cual fueron condenados.
'Bofetones' de Torra y Turull
En Cataluña, ese rechazo a los comuns y su entorno ha sido especialmente notorio desde Junts per Catalunya (JxCat). A pesar del respaldo de Iglesias a su líder --y de haber pedido incluso "la vuelta a las instituciones" de los dirigentes encarcelados--, esta misma semana se han producido nuevas muestras de ello. Empezando por el expresidente de la Generalitat, Quim Torra, que fiel a su costumbre criticó este mismo jueves a España y su Gobierno ante la posibilidad de que el independentismo gobernante en Cataluña desde hace más de una década pierda el poder en las elecciones del 14 de febrero: "Sean jueces o encuestas, a la monarquía gobernada por el PSOE y Podemos todo le sirve. Se trata de presentar a uno de los peores y más nefastos ministros de la historia de España como el dique que puede parar al independentismo y concentrar el voto unionista", dijo, en alusión a la candidatura de Salvador Illa con los socialistas.
Ese mismo día, uno de los políticos presos, Jordi Turull, relativizó las palabras de Iglesias afirmando, en una entrevista a TV3, que lo que quiere “son hechos”, como los indultos y la reforma de sedición que plantean Unidas Podemos y los comuns: “Van poniendo la zanahoria pequeñita, pero los golpes de bastón no paran. El indulto ha pasado de ser una medida de gracia a un chantaje”, se quejó. “No paramos de ver excusas para que todo se alargue y tenerlo todo parado. Yo llevo más días en la cárcel con el Gobierno de Pedro Sánchez que con el de Mariano Rajoy. No veo a nadie con ganas de solucionar el problema”, abundó.
Nogueras, contra Echenique y Albiach
Tampoco pareció hacer mucha mella el respaldo de Iglesias entre la bancada posconvergente en el Congreso. La diputada de JxCat Míriam Nogueras, por ejemplo, repudió con rotundidad un comentario del también podemita Pablo Echenique, que intentó matizar las palabras de su líder afirmando que Puigdemont es “un exiliado”, pero “no” como los del franquismo.
“¿Es Pablo Echenique un cegado anticatalanista español? Sí. ¿Igual que un cegado anticatalanista español de PP, PSOE, Cs o Vox? Sí”, fue la desabrida respuesta de Nogueras al respecto.
En la misma línea de cordialidad fue su réplica, esta semana, a la candidata de Catalunya En Comú para las elecciones del 14F, Jèssica Albiach, a quien acusó de "gobernar un país que ha encarcelado, reprimido y apaleado a un pueblo", apostillando, según Nogueras, que un "90%" de los catalanes votaron "sí a la independencia" en el referéndum ilegal secesionista.
Reprobación de JxCat a la alcaldesa
Pasando de las palabras a los hechos, apenas tres días después de las declaraciones de Iglesias, el partido de Puigdemont, JxCat, reprobó por primera vez en esta legislatura a la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, por haber pasado la festividad de los Reyes Magos en una casa rural de Girona. Una moción a la que sólo se sumó Cs, y que no prosperó. Los comuns recordaron que las restricciones sanitarias de la pandemia no impedían irse de la ciudad en esas fechas, y tildaron de “trumpistas” a los posconvergentes por utilizar la vida personal de la primera edil para atacarla.
La táctica de desgaste desde la formación posconvergente a la alcaldesa y su partido, Barcelona en Comú, ha sido una constante a lo largo de sus dos legislaturas en el consistorio, si bien ha ido a más tras el relevo de Xavier Trias por la concejal de Elsa Artadi, destacada puigdemontista, y cuyas críticas a Colau son continuas.
Intimidaciones ante el referéndum del 1-O
Pero el rechazo de amplios sectores del independentismo hacia los comuns no es nuevo, y viene de lejos. Y eso a pesar del apoyo de dirigentes como la propia Ada Colau, Jaume Asens, Gerardo Pisarello o, con anterioridad, Xavier Domènech, a cuestiones como el denominado “derecho a decidir” o incluso la “autodeterminacion” de Cataluña en los últimos años. De hecho, los comuns respaldaron como “movilización” el referéndum inconstitucional de secesión del 1 de octubre de 2017, si bien hasta cierto punto, pues dada su ilegalidad --y su carencia de garantías democráticas--, rechazaron ceder, por ejemplo, locales municipales.
Pero como tantas otras veces, esa complicidad con el independentismo gobernante en Cataluña no siempre se vio correspondido por dirigentes ni simpatizantes nacionalistas. Especialmente llamativo resultó, en este sentido, el intimidante discurso de la entonces diputada de la CUP, Mireia Boya, en un mitin de respaldo al 1-O un par de días antes de la votación, en el cual, tras exigir la adhesión incondicional de los comuns, les espetó lo siguiente: “Si no lo hacéis, Roma no paga a traidores. Tenemos memoria y no os perdonaremos nunca”, amenazó, mirando a algunos de sus dirigentes como Jaume Asens o el ahora tránsfuga Joan Josep Nuet --en la actualidad, diputado de ERC--, que escucharon sus palabras impertérritos y sin inmutarse.
Asedio e insultos en Sant Jaume
Ya en fechas más recientes, uno de los episodios más clamorosos del rechazo que los comuns suscitan en parte del secesionismo se produjo en junio de 2019, durante el acto de investidura de Ada Colau para su segundo mandato como alcaldesa de Barcelona. En aquella ocasión, miles de independentistas convocados por la ANC abarrotaron la plaza de Sant Jaume --sede del consistorio-- para protestar contra su elección, dedicándole todo tipo de improperios e insultos. No sólo a ella y a su nuevo equipo de gobierno de coalición municipal, sino también al centenar escaso de simpatizantes de los comuns que allí se congregaron para celebrarlo, y que tuvieron que ser protegidos durante toda la ceremonia por un cerco policial para evitar males mayores.
Al acabar el acto, Colau sufrió de cerca ese asedio al cruzar la plaza junto a sus concejales para verse con el entonces presidente de la Generalitat, Quim Torra. Los gritos y exabruptos como “traidora” fueron clamorosos --e incluso el lanzamiento de objetos, sin que les llegaran a impactar gracias al cordón policial--, así como otros de más grueso calibre. La concejal Laura Pérez, por ejemplo, denunció insultos machistas como "putas, guarras y zorras" por parte de los congregados.
Los ultras nacionalistas encajaron de muy malos modos que Colau no cediera su cargo al candidato de ERC, Ernest Maragall --ganador de los comicios por un estrecho margen de votos y empatando a 10 concejales con Barcelona en Comú--, y que en lugar de aliarse con él, optara por revalidarlo formando un gobierno de coalición con el PSC. Algo que consiguió gracias a la abstención de la formación del exprimer ministro francés Manuel Valls, un apoyo indirecto que aún le reprochan a día de hoy los dirigentes y simpatizantes nacionalistas.
Investidura y Presupuestos... a pesar de JxCat y la CUP
El rechazo independentista a Unidas Podemos se evidenció, incluso, en la gestación del actual Gobierno de coalición, del cual forma parte como socio minoritario del PSOE. En este sentido, cabe recordar que el socialista Pedro Sánchez salvó su investidura como presidente hace justo un año, en segunda votación y por la mínima: 167 votos a favor, 165 en contra y 18 abstenciones. Entre quienes se opusieron figuraron los ocho diputados de JxCat y los dos de la CUP, mientras que ERC se abstuvo.
Algo similar ocurrió también hace apenas un par de meses con la aprobación de los Presupuestos. En este caso, la votación salió adelante de forma más holgada gracias, en parte, a la división interna de JxCat: los cuatro diputados afines a Puigdemont los rechazaron, mientras que los fieles al PDECat los apoyaron. En este caso, ERC sí dio su apoyo a las cuentas.
Torra 'torpedea' la mesa de diálogo
Otro motivo de disputa en los últimos meses ha sido la denominada “mesa de diálogo” entre los dirigentes del Gobierno y representantes de la Generalitat, que siempre ha sido vista con recelo --cuando no abierto rechazo-- por JxCat, derivando en tensiones y cruces de reproches mutuos, hasta el punto que Colau llamó “irresponsable” a Torra por intentar torpedearla y le acusó de "ignorar a todos los catalanes no independentistas".
Como respuesta, el ya expresidente de la Generalitat ha repetido con insistencia que él no admite “lecciones de diálogo”, llegando a reprochar a la alcaldesa de Barcelona que participe en un Gobierno con “presos políticos” y acusando a los comuns de ignorarles. Algo que contrasta con hechos como sus repetidas peticiones de indulto, el lazo amarillo colgado en el consistorio y otros edificios municipales o la ayuda del hoy diputado podemita Jaume Asens como abogado en la huida a Bélgica de dirigentes como Puigdemont, al cual calificó incluso como “presidente legítimo” tras fugarse.
Del rechazo de Barrera a la inhabilitación de Torra
Otro ejemplo reciente de los desencuentros de los comuns con los dirigentes independentistas fue la retirada de la medalla de oro de la ciudad de Barcelona al exdirigente de ERC y expresidente del Parlament Heribert Barrera por “su pensamiento racista y xenófobo”. Una iniciativa que salió adelante el pasado septiembre con los votos a favor de Barcelona en Comú, PSC, PP y BCNxCanvi, y que suscitó airadas quejas tanto en ERC como en JxCat. Admirado por Oriol Junqueras y otros dirigentes como Quim Torra, este último aseguró sentir una “vergüenza inmensa” por la retirada de honores y acusó a los impulsores de la moción de hacer de Barcelona ”una ciudad más provinciana”.
Pocos días después, Torra fue inhabilitado por desobediencia por no haber retirado pancartas partidistas del balcón de la Generalitat y otros edificios públicos de su competencia en pleno período electoral. Como de costumbre, los comuns pusieron el grito en el cielo, calificando la sentencia del Tribunal Supremo como “desproporcionada” y criticando lo que, de forma recurrente, denominan “judicialización” de la política.
Críticas hasta por los pregones
La riña y el enfrentamiento del independentismo hacia Colau, Podemos y su entorno ha llegado al punto de generar polémicas hasta por la elección de los pregoneros en las fiestas de La Mercè de Barcelona. Ocurrió en 2019, cuando la elegida fue la alcaldesa de Madrid Manuela Carmena, que recibió un sinfín de descalificaciones por haber negado días antes --a diferencia de los comuns-- que los encarcelados del procés sean “presos políticos” y recordando que España es una democracia plena. Algo que suscitó las quejas de dirigentes secesionistas como Elsa Artadi, e incluso un contrapregón callejero por parte del actor Toni Albà, célebre por sus improperios e insultos ultranacionalistas en redes sociales.
Este intento de boicot del secesionismo al pregón se produjo también en 2016, cuando el elegido fue el escritor Javier Pérez Andújar, y al que se acusó de lo mismo: de no comulgar con el procés y ser crítico con el independentismo gobernante en Cataluña.