Un Govern a tres velocidades
ERC descarta elecciones y trabaja por un ejecutivo catalán estable; Turull (PDeCAT) pide negociar con Sánchez, mientras que JxCAT insiste en restituir a Puigdemont y sacrificar a Torra
18 junio, 2018 00:00Juntos y revueltos, los tres socios del Gobierno de Quim Torra afrontan el futuro de lo que estaba llamada a ser una legislatura corta con distintos enfoques. Apenas han trancurrido tres semanas desde que se constituyó el nuevo ejecutivo catalán, pero los integrantes de este tripartito independentista --Junts per Catalunya, PDeCAT y ERC-- ya apuntan maneras divergentes.
Mientras los republicanos aseguran que no habrá convocatoria de elecciones en octubre y trabajan por un Gobierno estable, tal como aseguró en su día Carles Puigdemont, Junts per Catalunya gesticula y da nuevos pasos hacia la restitución del expresidente. En paralelo, el sector neoconvergente, liderado en la sombra por Jordi Turull, tira de experiencia gubernamental para presionar a favor de la negociación con el Gobierno español, eso sí, sin abandonar el victimismo. Detrás de ese pulso a tres bandas hay partidismo y una desunión, denunciada hace unos días por Torra.
Ni cien días de gracia
Las normas de cortesía política exigen que se den 100 días de gracia a los nuevos gobiernos. Pero un ejecutivo que se presenta como continuador del legado de Puigdemont, unido al convulso proceso independentista y a la desorientación que ha provocado el cambio de Gobierno en España, impide a la oposición dar esa tregua. Dialogar y renunciar a la unilateralidad son las exigencias de PSC, Ciudadanos, PP y Catalunya en Comú, obviamente con muchos matices. También las actitudes de los independentistas son diferentes ante ese nuevo escenario.
Torra, en realidad Puigdemont, no se mueve aparentemente de esa provisionalidad que implica haber aceptado las composición de un nuevo gobierno sin ataduras judiciales, a la espera de poder restituir a los exconsejeros fugados o encarcelados y, sobre todo, a Puigdemont. Se han dado pasos en ese sentido, pues Junts per Catalunya, el club creado para dar apoyo al expresidente, impulsa una reforma del reglamento del Parlament con la finalidad de permitir investiduras a distancia y telemáticas.
Reformas para la investidura telemática
Ya intentó esta vía con la reforma de la ley de presidencia y del Govern, recurrida por el anterior Gobierno ante el Tribunal Constitucional. En realidad, se trata de un nuevo farol disfrazado de as en la manga ante los juicios de los independentistas procesados que se celebrarán este otoño y que JxCAT afronta como un nuevo revulsivo social apto para convocar nuevas elecciones. Tal como informó Crónica Global, esta formación dio por amortizado a Torra antes incluso de que su ejecutivo echara a andar, ya que la idea es preservar a Elsa Artadi de cualquier erosión secesionista.
La consejera de Presidencia se ha estrenado con buena nota como portavoz --desenvuelta, sabe de lo que habla-- y es la encargada de allanar el terreno de la negociación con el Gobierno español junto a la ministra de Política Territorial, Meritxell Batet. Un papel que le da protagonismo mediático y abona su crecimiento político de cara a unas hipotéticas elecciones, mientras el desgaste ante una reculada independentista se lo lleva Torra. En paraleo, sigue el postureo rupturista: mucha querella judicial, pero poca desobediencia.
Discurso victimista neutralizado
Y es que el discurso victimista de JxCAT se ha visto neutralizado por los gestos del Gobierno de Sánchez --propuestas de negociación, leyes a restituir, suspensión de la intervención financiera-- que pasan, previsiblemente, por el acercamiento de los presos. Todo ello obliga al Govern a dar pasos también hacia una resolución del conflicto, lo que la CUP y la Assemblea Nacional Catalana (ANC) consideran una rendición. De ahí la radicalidad demostrada por esta entidad secesionista al proponer el boicot a las empresas no afines al procés. Un ejemplo de la desorientación de la ANC, que ha dejado de ser útil para el ejecutivo catalán.
La receta de Jordi Turull
Más estabilidad gubernamental, aunque sin dejar de mantener la agitación, es la que defiende PDeCAT, que tiene en Turull a su principal activo. El exconsejero de Presidencia, encarcelado en Estremera, apuesta por un Gobierno efectivo, abandonar la unilateralidad y negociar con el Ejecutivo español. Turull ha sintetizado su ideario en una entrevista desde Estremera en la que advierte de que “hay nuevos caminos, quizá más largos, pero más factibles y los podremos encontrar”.
También da instrucciones a Torra: “Debe buscar y alcanzar como sea el diálogo para una negociación que dé salida efectiva a la voluntad de los catalanes. Y también debe garantizar que los catalanes perciban que hay un gobierno que trabaja para ellos, por su bienestar y por su progreso. Y eso pisando la calle, todo el Gobierno, haciendo más calle y menos despachos”.
El amplio recorrido de ERC
PDeCAT tiene en Damià Calvet a su principal valedor. El consejero de Territorio y Sostenibilidad, próximo a Turull y a Josep Rull --que le precedió en el cargo y que también está en prisión preventiva-- ha impulsado junto al vicepresidente económico, Pere Aragonés (ERC), una de las acciones más relevantes del recién nacido mandato: la aprobación de ayudas económicas para promover la vivienda social. Aragonés es, en ausencia de Oriol Junqueras y Marta Rovira, el hombre fuerte de ERC, formación donde se asegura que no habrá elecciones anticipadas en Cataluña.
Los republicanos tienen un futuro recorrido electoral más amplio que JxCAT, a medio plazo, con acuerdos progresistas --PSC y Catalunya en Comú-- en los ayuntamientos que salgan de los comicios municipales de la próxima primavera, y ante un escenario de elecciones autonómicas. Su giro hacia el independentismo pragmático es lento, pero persistente. Su objetivo ahora, aseguran fuentes republicanas, es llenar su historial de partido de gobierno.