Al final, lo que estallará no será el Govern, sino JxCat porque la votación interna ha sido una trampa, una bomba de relojería que provocará otro fraccionamiento del espacio neoconvergente que le llevará hasta su dilución en grupúsculos de activismo ultramontano. Si el resultado hubiera sido el otro, si hubiera triunfado la opción de mantenerse en el Govern, las consecuencias sobre el futuro de la formación serían parecidas, aunque con una escisión previa.

Los del movimiento nacional ya habían anunciado la fractura en caso de perder, pero los que finalmente han perdido no tienen más alternativa que elegir entre dar un paso al lado o pagar la pena de irrelevancia que le aplicarán los ganadores. ¿Qué puede hacer Xavier Trias si no olvidarse de todo? En realidad, daba igual lo que votasen los afiliados porque la consulta en sí era una declaración de doble divorcio, entre las dos almas del partido y entre los miembros del Govern. Era una trampa.

Es muy posible que Jordi Turull, el secretario general del partido, no haya querido pronunciarse en público sobre el sentido de su voto porque el grave error que cometió con la cuestión de confianza puso a JxCat a los pies de los caballos. Un hombre de cultura de partido como él, un profesional de la política, tiene que saber que la metedura de pata ha sido de las que hacen época, y que los republicanos la han aprovechado. Le convenía estar callado.

Laura Borràs, la presidenta del partido, hizo campaña porque sabía que las gentes que no dejaron hablar a Carme Forcadell en Arco del Triunfo con motivo del recordatorio del 1-O eran las que iban a votar en esa consulta tan “radicalmente democrática”. Son gentes que están por el choque, que tragan con su versión sobre la presunta corrupción de cuando dirigía la Institució de les Lletres Catalanes, que ven bien que se mueva siempre rodeada de una cohorte de paniaguados, entre los que destacan el bizarro garçon servant de Francesc de Dalmases y Jaume Alonso Cuevillas, que califica a JxCat como movimiento de liberación nacional sin que se le caiga la cara de vergüenza, que sería lo propio en un tipo con su pasado. Son la antipolítica haciendo política.

El caldo de cultivo de la enésima crisis que debía concluir con el dret a decidir de la militancia es el pulso constante con ERC por arrebatarle el liderazgo independentista que los republicanos conquistaron el 14F. La apelación recurrente de Turull a que a ERC y a Junts solo les diferencia un escaño (33 frente a 32), las referencias al presidente de la Generalitat como el “actual president” o directamente Pere Aragonès, mientras que Carles Puigdemont y Quim Torra siempre son “presidents”, evidencian esa negativa a aceptar el sorpasso, una deslegitimación permanente por parte de quienes han gobernado Cataluña desde 1980. El mismo rechazo que mantuvo CDC frente a los dos tripartitos que interrumpieron apenas siete años su largo virreinato en Cataluña.

Ahora podremos verlos en el Parlament. Es muy problabe que Borràs y Batet nos deparen un espectáculo que deje en mantillas aquellas actuaciones tan radicales de Ciudadanos. Como dijo aquel, habrá que comprar palomitas.