Cuando creíamos que ya lo habíamos visto todo en el cielo postconvergente aparece TV3 y anuncia que emitirá un programa en el que Jordi Pujol hablará de la solidaridad con el tercer mundo. Sensacional. El mismo Pujol que confesó tener cuentas ocultas en Andorra. El mismo expresidente que sentó las bases de un nacionalismo clientelar basado en el famoso 3%. El mismo exdirigente convergente que amenazó en el Parlament con tirar de la manta sobre la financiación de partidos.

Que sepamos, la única filantropía que ha practicado CDC es permitir que empresarios afines a la causa se beneficiaran de mordidas. Porque ni siquiera las ayudas a la cooperación oficialmente concedidas por los convergentes han sido un dechado de transparencia. Recordemos la supuesta malversación de caudales públicos destapada en la Diputación de Barcelona, consistente en desviar dinero originalmente destinado a proyectos de cooperación en Marruecos, Honduras o Bosnia, a fundaciones vinculadas a CDC.

Hace unas pocas semanas conocíamos que el fraude fiscal cometido por Jordi Pujol, cifrado en más de 800.000 euros, ha prescrito y, por tanto, no se le pueden exigir responsabilidades penales. Pero lo que no ha prescrito es el descaro con el que algunos herederos del pujolismo --no olviden nunca a Marta Ferrusola, la matriarca de una familia aficionada a posar como los Kennedy, asegurando en el Parlament que no tenim ni cinc-- quieren obviar esas corruptelas. Ahí está la inefable Miriam Nogueras, joven promesa neoconvergente, miembro entusiasta del club Puigdemont, atacando al republicano Gabriel Rufián por cuestionar que la televisión pública catalana pretenda blanquear la imagen del expresidente defraudador.

Por mucha catarsis, renovación y fichajes que haga, hay cosas que no cambian en Convergència. Entre ellas el revanchismo. Sin una ideología clara a la que aferrarse --algo que siempre les diferenció de UDC--, los convergentes son liberales o socialdemócratas, en función de su conveniencia. Reprimen o dan alas a los Comités de Defensa de la República (CDR) según las circunstancias. Ponen o quitan impuestos sin demasiados escrúpulos. Pactan con la derecha española o con la CUP, en base a sus necesidades.

Pero lo que no ha cambiado en las filas de la derecha catalana es el rencor hacia ERC, ese partido integrado por descamisados que ahora hablan de tú a tú con el presidente del Gobierno español. El deseo de fagocitar a la izquierda. El afán de utilizar el dinero público, no para revertir recortes o fomentar las políticas sociales, sino para inocular el virus del nacionalismo catalán en los nouvinguts y convencer a los recién llegados de que para integrarse en Cataluña, esto es, para ser catalán, es mejor renunciar al castellano y, si es posible, olvidarse de los hábitos propios.

Por todo ello, que Pujol pontifique ahora sobre el tercer mundo y el 0,7% es una broma macabra.