Hace dos semanas, en esta misma sección, mostraba mis esperanzas ante la propuesta de la dirección del PSC de reintroducir el español como lengua vehicular escolar junto al catalán. A pesar de que el texto original presentaba cierta ambigüedad, del mismo se podía deducir que el politburó socialista se abría a enterrar la inmersión lingüística escolar obligatoria exclusivamente en catalán que había defendido durante décadas.

Sin embargo, y aunque parezca descabellado, tras el congreso de este fin de semana, no sabemos si el PSC está a favor o en contra de la inmersión. Y es que el programa aprobado, lejos de aclarar su posición, la enmaraña aún más.

La introducción de diversas enmiendas ha convertido el documento final en ininteligible, por contradictorio. Podríamos decir que los socialistas catalanes tienen la misma confusión con la gestión de las lenguas en la escuela como con las naciones que dicen que hay España (ocho, de momento, tras el último recuento de Iceta).

Así, según las resoluciones definitivas, el PSC denuncia que “el nacionalismo desde el Govern y una parte del independentismo los últimos años han acabado defendiendo un criterio monolingüe tratando de marginar el castellano” en las aulas. Y apuesta por “la evolución hacia un modelo plurilingüe manteniendo el catalán en el centro de gravedad del sistema educativo”. “Seguiremos apostando, como lo hace la Ley de Educación de Cataluña, por el catalán como lengua vehicular prioritaria en la escuela a la vez que modernizaremos y flexibilizaremos el modelo de inmersión para que dé respuesta a las necesidades actuales de la complejidad de la escuela avanzando hacia un modelo plurilingüe”, añaden. Y subrayan que “la escuela ha de contribuir a compensar los déficits lingüísticos de los alumnos de cada comarca, municipio o barrio”, por lo que “es necesario que las lenguas curriculares (catalán, castellano y extranjeras) se traten como lenguas de aprendizaje y vehiculadoras de contenidos durante el tiempo lectivo y el tiempo escolar, de acuerdo con los proyectos lingüísticos de cada centro”.

Como recordaba hace quince días, inmersión (que significa que todas las asignaturas no lingüísticas se impartan en una única lengua) es incompatible con plurilingüismo y con el uso de castellano, catalán e inglés como lenguas vehiculares (o vehiculadoras de contenidos). Ambas cosas son opuestas.

¿Entonces? ¿Estamos mejor o peor que antes?

Entre los elementos negativos, hay que destacar que el PSC sigue defendiendo la inmersión como concepto, y mostrando simpatía por un modelo aberrante. Han perdido una oportunidad de oro para --una vez abierto el debate-- haber ido más allá, pero la falta de gallardía política y los complejos --son los padres de la criatura, no lo olvidemos-- se lo han impedido.

Además, las llamadas a la compensación de los “déficits lingüísticos” por zonas y las apelaciones a “los proyectos lingüísticos de cada centro” se podrían traducir en una aplicación espuria de los planes del PSC. Es decir, podría plasmarse en introducir asignaturas en español en Berga y, a la vez, mantener la inmersión en catalán en Santa Coloma de Gramenet (algo demencial).

No obstante, también hay aspectos positivos en el texto aprobado en el congreso del PSC. Los socialistas catalanes dejan claro que el español debe ser lengua vehicular junto al catalán, e insisten en hablar de plurilingüismo.

Pero, sobre todo, el PSC se ha movido. Ha abandonado su tradicional encastillamiento en el discurso de que la inmersión es un “modelo de éxito” que hay que “preservar”. Puede parecer un desplazamiento insustancial, pero no lo es. Cualquier movimiento desde la posición extrema que en este asunto han defendido durante décadas solo puede ir hacia la centralidad, la moderación, el bilingüismo y la defensa de los derechos lingüísticos de los castellanohablantes.

Además, el nuevo planteamiento del PSC --aunque tremendamente confuso-- rompe el “consenso” respecto a la inmersión obligatoria en el que se había apoyado el catalanismo y el nacionalismo para salvaguardarla durante años. Y admitamos que eso es, por sí mismo, un progreso.

Ya sea con tacto o con fórceps, sería un avance para la convivencia en Cataluña que el resto de los partidos constitucionalistas impulsaran al PSC en la dirección que parece que apunta tras el congreso e intentasen impedir que dé un solo paso atrás en esta cuestión.