Mal fin de semana para los catalanes culés, lo más fanáticos vivieron con dolor estomacal la entronización del Real Madrid como rey de la Champions League. Es poco conocido, pero el segundo club catalán por preferencias ciudadanas no es el RCD Espanyol, sino el equipo blanco. Incluso así, la mayoría de los aficionados merengues con vecindad catalana no forman parte de las élites y, salvo el caso de Jordi Mercader, son de manera mayoritaria unos charnegazos con los que los formadores de opinión burgueses consideran que no es necesario contar para casi nada.
El empacho de madridismo no es la única dolencia del independentismo. La sentencia sobre la enseñanza del castellano en las aulas ha supuesto un duro varapalo que acaba con años de injusticia lingüística en los que discutir los efectos reales de la inmersión era equivalente a ser un ladrón o un estafador. Tienen problemas serios de liderazgo, para colmo. En los herederos de CDC hay una carencia notable de líderes y eso lleva a que un neonato de la política como el consejero Jaume Giró empiece a ser visto como solución multiusos para Junts per Catalunya. En ERC no andan demasiado mejor, aunque la presidencia de la Generalitat esté cimentando de manera lenta la figura de Pere Aragonés. Cada vez hay menor recuerdo popular sobre Oriol Junqueras y el beato inhabilitado cuenta algo entre las élites, pero apenas entre las bases del nacionalismo que vota. Para Barcelona se han empecinado en su maragalliana apuesta, entre otras cosas porque a los republicanos se les ha encendido la bombilla de la importancia de las elecciones locales para acumular poder real en serio y de una vez por todas. Nos tienen en ascuas con la candidatura de un Gabriel Rufián, al que Madrid ha seducido, para la alcaldía de Santa Coloma de Gramenet.
Con el Barça en bancarrota, la moral nacionalista muy deteriorada, el Círculo de Economía dividido entre apocalípticos e integrados, la capital catalana como un erial de posibilidades y la iglesia perdiendo obispos que deciden emparejarse, unos posibles Juegos Olímpicos de invierno cuestionados y unos vecinos de comunidad cabreados, la Cataluña de los últimos dos años se ha convertido en un lugar soporífero y previsible. Hay quien lo atribuye a que el conflicto político ha perdido peso, pero el cúmulo de circunstancias debería llevar a una reflexión de otro calibre. Psicológica, por ejemplo.
David Madí Cendrós ha sido uno de los urdidores de la Cataluña actual desde cualquiera de los sillones que ha ocupado en las últimas dos décadas. En el plano político fue el constructor de la imagen y el relato de Artur Mas; en lo empresarial fue embajador del independentismo en Madrid y ante el Ibex 35, que lo utilizaba para no perder negocio en territorio catalán. Cuando en 2017 las empresas se cansaron del ruido, perdían pedidos o depósitos bancarios y trasladaron sus sedes fuera de la comunidad para garantizar su seguridad jurídica, la próspera consultora de Madí se vino abajo.
Entonces llegó un valenciano resabiado de nombre Eugenio Calabuig Gimeno que lo fichó para usar su red territorial de contactos políticos con el fin de expandir Aigües de Catalunya por toda la geografía. Hacía poco tiempo que el valenciano se había quedado sin los socios catalanes que le acompañaban en la aventura, la familia Miarnau de Comsa. Madí, al que le dio la presidencia de la compañía y una promesa de hasta el 25% del capital a cambio de determinados objetivos, era la última bala de su cargador. A tenor de los resultados obtenidos en el tiempo transcurrido con el antiguo político al frente de la compañía, el proyectil que quedaba en la recámara era de fogueo. Los resultados no acompañan y ahora el valenciano explica en su entorno que se replantea la apuesta catalana y que el nieto del inventor de Floïd ha sido un fiasco en su estrategia catalana de expansión. Malos tiempos, pues, para un Madí poco acostumbrado a ser plato de segunda mesa.
Por si eso fuera poco, los asuntos judiciales se le amontonan. El caso Voloh, el asunto de una productora de nombre Triacom con tratos empresariales extraños con la televisión pública catalana y, sobre todo, el conocimiento público de las conversaciones intervenidas en uno de esos sumarios ha acabado por enterrar el futuro empresarial de Madí al menos de forma temporal. Por más que lo intente, al que fuera todopoderoso político le cuesta cada vez más ser creíble cuando niega relación alguna con iniciativas mediáticas en el entorno del nacionalismo o en negocios en los que ha intermediado no siempre por razones profesionales. El último de todos ellos es un asunto vinculado con un feo caso de corrupción de origen vasco y ramificaciones catalanas. Su capacidad para emerger en todas las salsas le convierte en un aliado indigesto para quienes aterrizan en su entorno en busca de oportunidades de negocio.
En ese contexto, la concomitancia con Cataluña reaparece. Por más que se trate de un asunto relativo a su vida privada, Madí hace tiempo que sabe que todo a su alrededor tiene una dimensión pública innegable. Así que ni corto ni perezoso ha acabado con su matrimonio para emprender una relación con la escritora mallorquina Maria de la Pau Janer, cinco años mayor que él, que tiene estupefacta a su propia familia, de corte tradicionalista y guardián de las esencias burguesas catalanas. No solo por la diferencia de edad o por la dimensión pública de la literata que ganó el Planeta, sino que la razón vuelve al ámbito de la política: Janer fue en las listas del PP en Baleares junto a Jaume Matas en 2007. Constaba como independiente, pero en una destacada octava posición. No fue diputada porque renunció al acta en solidaridad con Matas, que dejaba la política activa. Un poco antes, en las autonómicas catalanas la misma intelectual había hecho campaña a favor de CiU.
Cuando este fin de semana trascendió la noticia no había conversación o mensaje al móvil que no se felicitara por tener a Madí de nuevo atareado después del traspiés de Aigües de Catalunya. Que el político, consultor, conspirador y empresario haya encontrado estímulos personales lejos del mundo independentista y sus satélites muestran señales de cambio en la comunidad: hay vida más allá del fragor de la batalla... Un conocido suyo se atrevía a añadir que lo mejor que puede hacer el astuto Madí es pactar bien el divorcio con su exesposa, Sandra Buenvarón. Hay mucho sumario abierto y muchas líneas de investigación sobre el pasado inmediato con ganas de tirar de cualquier hilo que cuelgue.