Hay quien no cree en las casualidades. Especialmente en política. La mayoría de las encuestas de intención de voto publicadas en los últimos meses dan como ganador al republicano Alfred Bosch en las próximas elecciones municipales en Barcelona. No así el barómetro que el lunes hizo público el ayuntamiento, donde Ada Colau aparece como vencedora. Curiosamente, la alcaldesa acaba de contratar a una nueva empresa para realizar este tipo de sondeos.

Durante mucho tiempo fue Gesop la empresa encargada de explorar las preocupaciones y preferencias de los barceloneses, no demasiado satisfechos con la gestión de la alcaldesa. Odec SA debuta ahora ofreciendo un balón de oxígeno a la dirigente de Barcelona en Comú. ¿Qué ha cambiado desde diciembre de 2017, cuando se publicó el anterior barómetro? Nada que justifique este subidón de la alcaldesa, que no obstante suspende en la gestión de un ámbito que supuestamente dominaba, el de la vivienda. Desde el punto de vista estrictamente político, se hace difícil pensar que la moción de censura presentada contra Mariano Rajoy --la encuesta se hizo inmediatamente después-- tenga algo que ver en esa recuperación.

Por mucho que Pablo Iglesias intente representar el papel de virrey del Gobierno de Pedro Sánchez, lo cierto es que el líder de Podemos sigue generando anticuerpos. Si excesivo fue su empeño en ejercer de mediador entre Sánchez y el presidente catalán Quim Torra, su visita a los políticos independentistas en la cárcel de Soto del Real rozó la deslealtad. Iglesias sabía que el traslado de los reclusos a prisiones catalanas era inminente, de ahí que esa pretendida imagen de negociador sobrara.

Iglesias también ha estado fuera de lugar arrogándose un papel protagónico en la elección del nuevo presidente de RTVE. Posiblemente la tuvo, pero hay que tener muchas tablas para saber filtrar nombres y, en su afán de marcar perfil, Iglesias quemó a candidatos afines.

Hace tiempo que Iglesias dejó de mirar a Colau como su igual catalana, debido a las injerencias de su marido, Adrià Alemany, y a la pérdida de liderazgo de la propia alcaldesa. Es Xavier Domènech, presidente del grupo parlamentario de Catalunya en Comú, con quien se entiende ahora el podemita. Domènech tampoco tiene buenas relaciones con Colau, pero ambos forman el tándem recientemente elegido por las bases para dirigir el partido. La lealtad demostrada por las candidaturas rivales no ha sido suficientemente valorada por la alcaldesa. Especialmente la de Comuns Federalistes --atención a ese 22% de votos logrados--, que siempre ha huido de la bronca, a pesar de ser el verdadero referente de una militancia no independentista que ha asistido atónita a los devaneos de la alcaldesa con el procesismo.

Y de deslealtades va el pulso que, estos días, protagoniza Colau con quienes la han apoyado desde 2015 en la gestión municipal, Laia Ortiz (Barcelona en Comú) y Janet Sanz (ICV). Ambas han parado los muchos golpes dirigidos a la alcaldesa, quien, lejos de reconocerlo, ha amagado con dejarlas fuera de las futuras listas municipales. Ortiz es quien lo tiene peor porque, según se asegura en los mentideros municipales, le hace sombra a Colau, pues sabe gestionar y negociar. Sanz es cuota ecosocialista y ha demostrado sumisión a la alcaldesa, quien le quitó competencias para favorecer a Eloi Badia, por lo que es muy posible que repita en la candidatura de los comunes. Sin embargo, a menos de un año para las elecciones locales, la gran pregunta es si Colau volverá a ser cabeza de lista.