La inmersión lingüística y TV3 son dos modelos de éxito. Muchos se sorprenderán, e incluso se exaltarán, ante tal afirmación, pero hay que reconocerlo. Es incontestable. Solo hay que ver quién está detrás de lo uno y de lo otro y qué objetivos persigue. Es evidente que el plan del nacionalismo catalán va sobre ruedas y, por lo tanto, es exitoso para este sector de la sociedad, aunque es un desastre para la mayoría.
Los gobiernos de Jordi Pujol fueron los canales por los que comenzó la canibalización del castellano. Es cierto que, terminada la dictadura franquista, miles de catalanes quisieron reivindicar sus singularidades culturales, incluida (sobre todo) la lengua, por lo que promovieron su enseñanza en la escuela. El expresident recogió el guante, e inició un proceso de sustitución idiomática en las aulas y en la Administración. También en los comercios.
Hoy, 40 años después del inicio de este proceso, empieza a vislumbrarse cierto debate sobre si es un buen modelo, aunque el independentismo se ha hecho fuerte y estalla, incluso, si se emplea el castellano en el Parlament o se escapa algún vocablo español en TV3. ¿Por qué tanto interés en enfatizar eso de la lengua propia? Es evidente: el idioma es lo único que puede diferenciar a los catalanes del resto de los españoles. Es un plan bien urdido, y da sus frutos.
Hoy por hoy, los representantes públicos del independentismo se llevan las manos a la cabeza (por ser suave) si Salvador Illa emplea el catalán y el castellano en el Parlament (a Carlos Carrizosa, de Ciutadans, y a Alejandro Fernández, del PP, los dan por perdidos), denuncian que se habla demasiado español en TV3 (aunque a menudo, en las series, lo usa gente de mala vida) y piden un traductor para los hispanohablantes que no entienden el catalán. Y el nuevo president, Pere Aragonès, declara en su primer discurso que la situación es “tremendamente complicada incluso a nivel lingüístico”, y que existen “desigualdades en términos de derechos lingüísticos”.
El ultranacionalismo catalán, sobre todo el subvencionado, se llena la boca de decir que la lengua catalana está en peligro, a pesar de que nunca tuvo tantos hablantes como ahora, ni tanta exposición. No es cierto que esté en peligro, pero su imposición como sustituto del castellano --incumpliendo incluso las resoluciones judiciales-- sí puede generar cierto rechazo. En cambio, lo que están logrando es que el español sí esté en riesgo en Cataluña, en tanto que no se domina y cada vez se habla peor, por más que muchos se las den de bilingües. Sí, pero no. No son pocos los catalanes que asumen ya que tienen un nivel “alto” o “muy alto” de castellano; lo tratan como idioma extranjero. Ni que decir tiene los problemas que presentan muchos para escribir en la lengua de Cervantes, incluso en los medios de comunicación, sin caer en catalanadas, poner mal las tildes y confundir la b y la v. En el mejor de los casos, se están cargando las dos lenguas. La cosa es seria. ¿Buscarán el equilibrio?
Uno de los argumentos que esgrimen los nacionalistas catalanes para canibalizar el castellano es que éste está muy presente en la sociedad, por lo que hay que proteger el catalán. Sin embargo, la gente es el reflejo de lo que consume, y cada vez se lee y se escribe menos, mientras Telecinco es uno de los canales más vistos (con el permiso de TV3). ¿Son Belén Esteban y Lydia Lozano los referentes de la lengua? Estamos apañados. Solo nos falta que nos vengan con el llamado lenguaje inclusivo para acabar de pisotear el español.
Y en esta concepción de la realidad también tiene una función destacada TV3, la televisión autonómica más cara de España; una máquina de quemar dinero público entregada al independentismo y a las productoras privadas. ¿Está bien que existan plataformas como esta para promocionar el catalán? Sí. Ahora bien, lo que no vale es utilizar toda esa estructura para, a partir de la lengua, construir un relato. Un relato que incluye que en España hay presos políticos; que repite hasta la saciedad los porrazos del 1-O sin cuestionarse siquiera si el referéndum era legal; que tiene a Pilar Rahola como estrella; y en cuyos programas aparecen personajes que dicen cosas como “puta España”, porque es muy gracioso y lo pronuncian en tono de broma.
Lo dicho: la inmersión y TV3, dos modelos de éxito… para ellos.