La última decisión judicial sobre la inmersión ha dejado algunas reacciones dignas de comentar, principalmente porque reflejan falsedades recurrentes sobre las que se ha construido el debate en torno a esta cuestión en los últimos años, o más bien décadas.

Es inaudito, por ejemplo, un editorial de La Vanguardia del pasado 25 de noviembre en el que se asegura que, antes de la sentencia del Tribunal Constitucional sobre el Estatuto, de 2010, “siempre que los jueces habían tenido que evaluar la inmersión, esta salía incólume”.

Sorprende la poca memoria del editorialista --o su desconocimiento, o su mala fe-- sobre este contencioso, pues son numerosas las sentencias que desde los años 80 --y alguna de ellas fue muy sonada, como la de 1994-- han dejado meridianamente claro que el castellano debe ser lengua vehicular escolar junto al catalán en proporciones razonables. Es decir, exactamente lo que no hacía la inmersión.

También choca que El País, en un editorial del día 30, califique la inmersión como “un modelo de éxito reconocido por organismos internacionales”. Tiene guasa que el diario de referencia del Grupo Prisa compre los argumentos más trasnochados del nacionalismo catalán.

¿Modelo de éxito es privar a los catalanes castellanohablantes de recibir una parte --¡solo una parte!-- de la educación en su lengua materna y propia, y hacerlo en contra de todas las sentencias? ¿Reconocido internacionalmente por quién? ¡Pero si hasta el Consejo de Europa, en sus informes de 2008 y 2012 sobre la aplicación de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias en España arremete contra la inmersión lingüística obligatoria exclusivamente en catalán! Que está muy bien ofrecer la educación en catalán --decían aquellos informes--, siempre que fuera una opción voluntaria, no obligatoria. Es decir, exactamente lo contrario a lo que es la inmersión.

En el ámbito nacionalista destacan las afirmaciones de Vicent Partal, director y dueño del digital Vilaweb. Dice el periodista valenciano --el mismo que hace no muchos años aseguraba en sus conferencias itinerantes por toda Cataluña que la independencia estaba “a tocar”, que todo estaba controlado y que tras la declaración de independencia nos reconocería medio mundo-- que “no es que hablemos catalán porque seamos catalanes, sino que es porque hablamos catalán que somos catalanes”.

Es decir, según el señor Partal, los catalanes que tenemos como lengua materna, propia y habitual el castellano no somos catalanes. ¿Se imaginan el escándalo que supondría que un medio que asegurase que solo son españoles los que hablan en español recibiese subvenciones públicas por cientos de miles de euros sistemáticamente cada año durante décadas?

Pero la posición más sangrante ha sido la de la portavoz del Govern, Patrícia Plaja. Preguntada en la rueda de prensa de este martes sobre esta cuestión, la vocera regurgitó lo siguiente: “La realidad es que hay una minoría que tiene una fijación en perseguir la lengua catalana y lo está demostrando cada vez que destinan esfuerzos a atacarla de forma injustificada, y en este caso le ha tocado el turno a la escuela catalana”.

La dirigente autonómica también apeló al casposo tópico del “modelo de éxito” y fantaseó con que las sentencias del TS y el TSJC no deben aplicarse porque ha entrado en vigor una nueva ley educativa. La verdad es que solo le faltó meter en su intervención al perro ese de Jaír Domíguez y Peyu --los graciosetes de TV3-- “que huele españoles” para evitar que les roben.

Hay que tener mucha jeta. Para Plaja, restablecer el bilingüismo en las escuelas catalanas, con la reintroducción de un insignificante 25% en castellano, responde a la “fijación” de una “minoría” por “perseguir” y “atacar” la lengua catalana. Y no impartir ni una sola asignatura en español --lengua oficial y mayoritaria de los catalanes-- es un “modelo de éxito”. Además, los tribunales han sido contundentes al señalar que el derecho a recibir una parte de la educación en castellano lo avala la Constitución, independientemente de la ley educativa que se apruebe. O no se entera de nada, o miente.

A esta periodista y profesora universitaria --sí, personajes como ella dan clases en Cataluña-- le dieron un premio por lo bien que tuiteó desde la cuenta de los Mossos durante los atentados de Barcelona y Cambrils de agosto de 2017. Y algunos consideraron que su nombramiento como portavoz del Govern en junio pasado era una prueba inequívoca de la moderación de ERC y Pere Aragonès. Sin embargo, hoy, apenas seis meses después, las declaraciones de Plaja son indistinguibles de las de supremacistas como Partal.