En este país de blancos y negros, los grises no tienen cabida. No lo digo porque José Ignacio Goirigolzarri sea un directivo de este color, sino lo contrario. Goiri ya estuvo en la cocina del BBVA de sus mejores tiempos hasta que Francisco González (FG en el argot financiero de la capital) decidió darle pasaporte.
Hoy es el hombre que el Gobierno escogió para reflotar Bankia. Una suma de cajas de ahorros que nació al abrigo de Rodrigo Rato, de sus preferentes, de su salida a bolsa y de sus tarjetas black.
Goiri es un ejecutivo codiciado. Tiene tanto dinero que podría envolvernos a un buen grupo de personas en billetes de 500 euros. Eso no es una ventaja, sino un activo. Trabaja, pues, porque le place.
Bankia ha sido vista como una especie de muro de las lamentaciones de la crisis, un pseudoartefacto de putrefacción financiera que, al final, será una de las más solventes y normalizadas entidades bancarias del país.
Y, no es baladí, Bankia es un grupo de capital público. Sí, es de todos. No sólo de los accionistas, que fueron desposeídos de su capital de una torticera y pepera forma, sino que al final es propiedad de los españoles en su conjunto. Tanto da que la entidad opere aquí o allá, entre todos pagamos su reconversión y todos, sin excepción, somos sujetos activos de su recuperación.
Que Bankia funcione bien es una gran noticia. Que Goiri haya conseguido darle la vuelta a la entidad es una gran noticia. Joaquín Romero explica en su crónica cómo el banquero posee una visión propia y directa de lo acontecido en el sistema financiero español. Tanto escuchar improperios sobre la entidad, en especial en Cataluña, empieza a resultar aburrido. Lo sustantivo del asunto es que la antigua caja de cajas de ahorros es hoy un grupo financiero gestionado con criterios europeos y de empresa privada. Incluso aunque sea de titularidad pública. Algo que ni ha sucedido ni pasará con la también antaño pública Caixa Catalunya.
Goiri es el ejecutivo que Isidro Fainé, presidente de La Caixa, desearía para sucederle al frente del grupo catalán. No podrá ser, no habla catalán ni tan siquiera en la intimidad. Para más inri no es un hombre bien visto en Barcelona. Pero es igual, su trabajo en Bankia le acabará convirtiendo en ese oscuro objeto del deseo.