En un mes los socios del Círculo de Economía elegirán al próximo líder de la institución. Es la primera vez en los 60 años de historia de la entidad que se producirá una votación para este menester. Aunque previsto en los estatutos desde hace unos años, jamás fue necesario poner más de una papeleta en las urnas. Los socios más despiertos, el aparato de la organización y la corte de expresidentes asumían una tradición sucesoria por la que el presidente se elegía de manera consuetudinaria, casi gregaria, sin necesidad de exponer programas, intenciones o capacidades.

Lo que nació en plena autarquía franquista como un espacio de debate económico de perfil europeísta ha llegado felizmente vivo a la segunda década del siglo XXI. Vivo, cierto, pero menos sano que en otras épocas de la historia en las que su concurso fue agua bendita para el debate público. Hoy existen en toda España, e incluso en la Cataluña que le vio nacer, tantos lobbies, grupos de presión, think tanks... que su singularidad ha perdido relevancia por la competencia y la autocomplaciencia de la propia institución desde finales del siglo pasado. El Círculo que fue capaz de reunir y unir intelectualmente a Vicens Vives, Mas Cantí, Sardà, Fabià Estapé, Ferrer Salat, Fuentes Quintana, Rojo o Sampedro dista una enormidad de su versión posmoderna.

Lo que juzgarán los poco más de 1.200 socios el próximo 12 de julio en las urnas es a quién le trasladan el legado de la reputación acumulada para que abra una etapa nueva de la entidad. Los candidatos ya se han explicado. Ambos han presentado sus credenciales y han expuesto en público cuáles son sus apuestas para el mandato que esperan recibir. Un hombre que apuesta por la continuidad mejorada y una mujer que aboga por el cambio tranquilo. Jaume Guardiola y Rosa Cañadas intentan recabar el apoyo electoral de una organización serena, quizá demasiado, que está nada acostumbrada a llevar a su seno el debate que solicitan para el resto del mundo político, económico y social.

Quizá los dos presidentes más relevantes que ha tenido el Círculo de Economía hayan sido Carlos Ferrer Salat, en su fundación, y José Manuel Lara Bosch, a principios de este siglo. Los dos tenían en común que eran empresarios catalanes inquietos, a los que no les importaba cruzar el Ebro tantas veces como fuera necesario para llevar y defender sus negocios o preocupaciones a la capital. El primero fue el único que hizo dos mandatos, el que puso las bases posteriores de una organización catalana con proyección española. El segundo fue el más valiente, el único que llamó a las cosas por su nombre, sin medias tintas ni argucias argumentales. Del resto han trascendido menos cosas; hubo mucho ejecutivo sin empresa propia. Incluso algunos pasarán a la historia por su obra principal: mantener abierta la botigueta en diferentes turnos de guardia.

Lo que determinarán los socios en las elecciones no es un asunto menor. Guardiola admite que su candidatura es de continuidad con alguna pretensión de mejora. Cañadas parece más arrojada. De hecho, el empecinamiento en que los socios votasen ya es una prueba indiscutible. Promueve el cambio tranquilo, pero sin concreciones claras. En el fondo compiten una Cataluña perpleja por el resultado de su procés con una comunidad que quiere normalizarse y superar la fallida aventura secesionista. Los herederos del pujolismo y los cachorros de Salvador Illa. La tradición y la evolución sosegada. Esas son las cartas que ambos contendientes han puesto sobre la mesa sin señalarlas de manera clara.

A falta de procesos electorales inminentes hasta el año próximo, la mirada a lo que pase en el Círculo de Economía adquiere un morbo especial. La lucha entre el amigo íntimo de Artur Mas que se declara no independentista (y nacionalista comprensivo cuando habla de déficits en Cataluña) para evitar críticas o etiquetas y la esposa de un expresidente del Círculo que fracasó cuando quiso frenar el paso del independentismo a la Cámara de Comercio de Barcelona es mucho más que una votación de comunidad de propietarios. Tiene un subyacente claro: puede ayudar a superar o dejar tal cual la epidemia de atonía en la que vive la sociedad catalana desde que Mas se inventó sus astucias.

¿Tienen dudas sobre qué votar? Reflexionen sobre cómo afrontarían esta situación Ferrer Salat o Lara Bosch. Eran personajes con pocas dudas, lo tendrían claro.