Las previsiones macroeconómicas del país dan alas al optimismo. La pandemia ha entrado en su quinta ola y la recuperación por la parte epidemiológica es más compleja de lo que se había previsto en un primer momento. Con todo, las vacunas funcionan como barrera para evitar las complicaciones en la enfermedad, cuestión capital para evitar tanto el colapso del sistema sanitario como las consecuencias más duras de la pandemia. Es decir, despedirse de seres queridos.

Pese a ello, los buenos datos de expansión del PIB se deben mirar con lupa. El propio Banco de España eleva hasta el 6,2% el crecimiento de la economía en el ejercicio en curso, lo lleva al 5,8% para 2022 y al 1,8% en 2023. El principal viento de cola será el consumo interno que se ha retenido durante los momentos más duros de la crisis sanitaria y los fondos Next Generation. Se espera que España sea uno de los primeros territorios donde llegará esta lluvia de millones de Bruselas al contar ya con el visto bueno de la Comisión al plan de recuperación, cuestión que se estima como un revulsivo para un actividad hasta ahora deprimida.

El último panel de la Fundación de las Cajas de Ahorro (Funcas) era un poco más pesimista, ya que eleva al 5,8% el crecimiento del PIB en 2021. La OCDE sitúa el avance en el 5,9% en el ejercicio actual y en el 6,3% en 2022, mientras que Bruselas coincide con la proyección de 2021 y eleva la expansión del año próximo hasta el 6,8%. No son cifras menores, ya que están muy por encima del avance del 4,3% y del 4,4%, respectivamente, que se estiman para la Eurozona. Pero aún se estará lejos de las cifras preCovid. El virus propició un hundimiento histórico de la economía. Llegó al 11% tras una recuperación muy destacada a finales de año.

Las cifras macro están claras. Pero, ¿qué hay de lo micro? Hace unos días el responsable de una conocida cadena de supermercados compartía en un encuentro privado un dato que alarma sobre la situación real de Barcelona. Han crecido en número de clientes desde marzo de 2020, pero sus ingresos en la ciudad han bajado el 20%.

El confinamiento obligado para frenar los contagios y la consiguiente gestión errática de una crisis inaudita ha propiciado que muchas familias se tengan que apretar el cinturón. La aplicación de los Expedientes de Regulación Temporales de Empleo (ERTE) que se mantienen hasta la fecha ha atestado un duro golpe a los ingresos de los hogares catalanes. Por no entrar en casos particulares de actividades muy unidas a la movilidad como son el transporte aéreo, donde la diferencia de entradas de líquido supera los 3.000 euros y no se prevé una solución en el medio plazo.

De hecho, lo que alerta incluso a la parte empresarial es lo que ocurrirá con el fin de las regulaciones de la pandemia --incluso los sindicatos más reivindicativos tienen claro que su uso no va mucho más allá de 2021-- y la unión de esta catarsis con otra intrínsecamente ligada a ellos. El empezar a afrontar la devolución de los ICO y otros créditos blandos que se firmaron al inicio de la pandemia y que se diseñaron como instrumentos económicos para capear una crisis de meses. La realidad es que llevamos más de un año instaurados en este contexto y, por ahora, la resolución total no se espera en el corto plazo.

La aparición de la variante Delta y la relajación de medidas, que ahora se abortan, ha demostrado que aún no se puede pasar página, que aún hay coronavirus para rato. Las vacunas propician que no nos muramos, pero el virus se contagia y sus consecuencias aún son inesperadas. Hasta que las vacunas que frenen la infección, como la que se desarrolla en el Centro Nacional de Biotecnología del CSIC, no estén desarrolladas con éxito, estamos condenados a convivir con las restricciones.

La realidad económica es que la desigualdad con la que se salió de la doble recesión de la década pasada se ha acusado con la pandemia. Los ricos lo son más y, tal y como advierten desde hace tiempo las ONG dedicadas a la atención social, el 30% de los catalanes está en una situación de riesgo de pobreza o exclusión social. Más del 14% de la población vive con carencias y el 9% está sin sustentos básicos. No lo indica ninguna entidad como Cáritas o Arrels, sino que es el propio INE el que aporta estos datos. Mención aparte requiere la población infantil, con el 33,4% de ellos en una situación de pobreza tal y como señala Save the Children.

La crisis de la llamada clase media se ha cronificado y, ahora más que nunca, está a punto de desaparecer. Tras la euforia del fin de la crisis no se espera un escenario demasiado optimista con estos mimbres. ¿Qué más necesitamos para poner la necesidad de subir salarios en el centro del debate? El propio presidente de Foment del Treball, Josep Sánchez Llibre, lo ha expresado en alguna ocasión: "Menos dividendo y más reparto". ¿De qué sirve al capitalismo si el dinero está apalancado y no circula? ¿Se debe explorar una prestación universal? ¿Cuánto tiempo más se perderá en politiqueos infértiles que solo llevan a un reparto de poder cada vez menos efectivo? ¿Negaremos la realidad o triunfarán de nuevo los discursos de las paguitas?