Retirarse es, en general, un verbo que no se conjuga entre la clase política ni de España ni de Cataluña. Por eso es destacable la decisión de Toni Roldán de abandonar Ciudadanos por no estar de acuerdo con la deriva política que ha tomado el partido.

Casi de forma paralela a sus explicaciones públicas, Artur Mas confirmaba lo que era un secreto a voces desde hacía meses entre los exconvergentes catalanes. Que aspira a volver a convertirse en presidente de la Generalitat si Quim Torra y Pere Aragonès consiguen mantener el frágil equilibrio entre las formaciones independentistas en el Govern hasta febrero. Si las elecciones llegan antes, su inhabilitación por la causa del 9N le impedirá encabezar de nuevo unas listas de JxCAT o cualquier otro nombre que reciba la coalición electoral donde se integre PDeCAT en los próximos comicios en Cataluña.

Más allá de que este entendimiento entre los socios independentistas sea complejo si se sigue apretando con la DUI, aguantar ocho meses no resultaría un esfuerzo titánico y su objetivo podría llegar a buen puerto. No es que el Govern haya tenido una actividad intensa en lo que llevamos de legislatura, lo que pueda pasar este miércoles con la ley de los alquileres será la muestra más destacada de ello. Y más si se tiene en cuenta que tanto el Sindicat de Llogaters como Foment del Treball han coincidido al concluir que la normativa propuesta añade burocracia pero tiene un impacto real extremadamente limitado. Es decir, su impacto en los precios de los arrendamientos en ciudades como Barcelona es más que limitado.

¿Cuenta Mas con el perfil necesario para volver a la primera línea política? Es referente, pero no precisamente en el buen sentido de la palabra. Para muchos es la persona que sumergió Cataluña en el procés con una salida del gobierno poco digna. Para otros aún representa el hombre de los recortes y de las leyes ómnibus e incluso hay quienes le reprochan un papel demasiado tibio con la causa independentista.

Al final, se ha convertido en un jarrón chino en la política catalana. Dio el paso atrás de forma circunstancial y pasó el testigo a Carles Puigdemont, al que debe convencer ahora de que su vuelta al ruedo es la mejor opción para el futuro de Cataluña… y del partido que representa.

Mas no fue bendecido con el arte de saber retirarse a tiempo, sin que esto signifique siempre una derrota. Pero se le debe culpar lo justo, ya que no es un atributo que abunde en nuestro país. Sólo hace falta repasar las cúpulas de las patronales y sindicatos más significativos. La colección de jarrones chinos que se obtendrá es destacable.