José Elías debe dar explicaciones. El empresario catalán preside la feroz Audax Renovables y también se ha convertido en un ejemplo de emprendimiento para los más jóvenes y los que no lo son tanto. Pero todo imperio se forja con pliegues y sombras. Y en el caso de Audax, esa mácula es una antigua operación de Montenegro cuyas consecuencias están aflorando ahora. 

Allí, en el pequeño país balcánico, Fersa, empresa ahora integrada en Audax, proyectó un parque eólico llamado Mozura Wind Park. La operación no salió, y la mercantil española terminó vendiendo las acciones y retirándose del intento de expansión. 

Hasta aquí, todo normal: una firma patria trata de buscar nuevos mercados, no ve el terreno claro, y se repliega. Ha pasado decenas de veces, y ocurrirá más. 

Pero es que con el tiempo y con la intercesión de medios de comunicación y fiscalizadores, se ha conocido que hubo una discrepancia en el precio de la venta del equipamiento inicial -a una empresa opaca llamada Cifidex- y el final -a Enemalta, la energética de Malta-. La diferencia son más de siete millones de euros. 

Más preocupante si cabe es el hecho de que ha trascendido que una sociedad en Dubái, Black Ltd, financió la operación. Black está vinculada con Yorgen Fenech, magnate maltés al que se descubrieron potenciales conflictos de interés. Y empresario que ha terminado investigado criminalmente, porque se sospecha que ordenó el asesinato con coche-bomba de la periodista de investigación Daphne Caruana Galizia, que examinó la venta del parque Mozura. 

Todo ello pasó hace casi una década, y José Elías, ahora máximo directivo de Audax, se aleja, y alega que atañe a los equipos y ejecutivos anteriores. Pero todo el mundo conocedor de la operación, incluida la justicia de Malta, creen que el caso no está cerrado. 

Hay flecos por descubrir -¿cuánto costó realmente la operación? ¿Quién la financió? ¿Por qué se vendió a una empresa sin actividad? ¿Por qué participó Black en la operación? ¿Qué controles y cortafuegos se aplicaron?-, y los informes redactados hasta el momento no presagian nada bueno. 

Pese a ello, una de las directivas de Audax implicadas en el sainete, Anabel López, fue ascendida en el seno del grupo. Este medio ha pedido hablar con ella, recibiendo el silencio o la negativa como respuesta. López no es la única que sabe, pero sí de las pocas que estaba. 

Y José Elías, el empresario de éxito de Badalona por antonomasia con el permiso de Enrique Tomás, quizá no estaba, pero heredó la operación. Cerró el caso en falso, y ahora se le está complicando con una nueva querella a la Fiscalía Anticorrupción. 

Elías debe dar explicaciones. Nadie en sus cabales sostiene que mató a Manolete, ni que Audax haga las cosas mal, al contrario, sus resultados son boyantes. Pero el presidente debe mostrar liderazgo, y en el asunto de Montenegro, la energética catalana va a remolque de las investigaciones de medios y fiscalizadores de corrupción. Un muy mal síntoma.